Arrivederci Salvador: la victoria de la regeneración
En la guerra declarada por el viejo PSOE al nuevo, la coordinación en las dimisiones de Salvador Blanco y Rosa Inés García para atacar a Zuloaga no pueden distraer de lo importante.
El cese de la histórica mandataria responde a equilibrios internos de partido, pero también a una gestión del Medio Ambiente muy cuestionada, porque no han mejorado tanto los balances económicos para toda la basura que ha vertido Guipuzcoa en Meruelo. Y frente a acuerdos parlamentarios, MARE ha seguido creciendo como empresa de colocación.
Aunque si sobraban los motivos en alguno de los ceses es en el de Salvador Blanco.
Se suele decir que en las guerras pierden los dos bandos, y cobrarse la cabeza de Salvador Blanco tiene ya consecuencias para el nuevo PSOE de Zuloaga. La principal es que, irremediablemente, va a suponer una distracción de las prioridades que se había marcado. Es su próximo gran reto, imponer su agenda de cambio y evitar el lavado de trapos sucios en los medios.
UN DESPRESTIGIO PARA EL PSOE, PARA EL GOBIERNO Y LA VIDA PÚBLICA
Pero para Cantabria el cese de Salvador Blanco es una gran noticia. Su figura suponía, desde su nombramiento, un desprestigio para el PSOE, para el Gobierno y para la vida pública.
Cantabria gana en dignidad con el relevo de un gestor marcado por la opacidad, las irregularidades y las “corrupciones”, como sentenció un juez.
La marcha de Salvador Blanco está avalada por el Parlamento de Cantabria, que reprobó al Gobierno por su nombramiento y ha pedido hasta en dos ocasiones su cese. Aunque Blanco no lo quiera ver, porque en su opinión no lo ha pedido la mayoría del Parlamento sino los partidos de la oposición (que suman mayoría), su cese es un paso hacia la decencia democrática.
El Parlamento de Cantabria es la sede de la soberanía regional y es muy bochornoso que la vicepresidenta del Gobierno no haya accedido a hacer los cambios que han pedido los cántabros hasta que ha considerado oportuno, apretada por Zuloaga, para salvar su propio pellejo y cualquier aspiración de futuro en el PSOE.
Salvador Blanco se va ahora para seguir protegiendo los intereses de una vieja cúpula socialista que tenía secuestrado el PSOE para su propio beneficio y el de las élites económicas consolidadas a su alrededor en la última década en Cantabria.
Da igual si se va para no perjudicar a Díaz Tezanos, o para seguir protegiéndose los unos a los otros. Lo que está claro es que, por Cantabria, pudo haber dimitido hace mucho tiempo.
SOBRABAN LOS MOTIVOS
Pudo haber renunciado a su nombramiento, conocedor como era de que su figura iba a volver a perjudicar a un PSOE que ya se había despeñado hasta el 14% de los votos y los 5 diputados.
Tenía que haber renunciado cuando el Parlamento de Cantabria aprobó instar al Gobierno a su relevo, para no deteriorar la imagen de todo el Ejecutivo.
Se tenía que haber marchado cuando se publicó el informe de Intervención del Gobierno de Cantabria, 266 páginas plagadas con un repertorio de todas las irregularidades que se pueden cometer en la gestión del dinero público. Lo mismo se puede decir del informe del Tribunal de Cuentas.
Podía haber renunciado cuando el partido (Podemos) que había facilitado la investidura de Revilla, la reedición del pacto PRC-PSOE y con ello su vuelta a SODERCAN, pidió su cese como condición para aprobar los segundos presupuestos de la legislatura, al trascender el cúmulo de irregularidades detectados por las instituciones públicas de fiscalización del Ejecutivo.
Con su atrincheramiento, que desgastó todavía más la imagen de la vicepresidenta y del PSOE, causó un perjuicio a todos los cántabros porque el Gobierno tuvo que buscar a otro socio (Ciudadanos) para sacar adelante las cuentas y el presupuesto no se aprobó hasta el mes de marzo, en lugar de en diciembre.
Podía haber cesado cuando su número dos, Víctor Gijón, un fontanero histórico de la vieja guardia del PSOE que entró en SODERCAN para devolver a Cantabria a los tiempos en que los políticos controlaban las cajas de ahorros, fue inhabilitado por sentencia judicial relacionada con el cierre de un grupo de comunicación que se sobredimensionó al calor de los contratos con el anterior Gobierno PRC-PSOE (2007-2011).
Podía haber cesado por la opacidad, por las cláusulas de confidencialidad, por la caza de brujas en SODERCAN contra trabajadores y sindicalistas críticos con la dirección o por dejar doblemente tirados a los trabajadores de ECOMASA (engañados por el gobierno del PP y abandonados por el del PSOE).
Podía haber dimitido, incluso renunciado a su nombramiento, por dilapidar decenas de millones de euros en proyectos industriales políticos. En GFB, en IDERMAR, en Sidenor o en Greyco, ahora Fundinorte, de nuevo en amenaza de cierre y por lo tanto de despilfarro.
De la gestión de Salvador Blanco os hemos contado muchas cosas pero hay que destacar que bajo su gestión había empresas que conocían de antemano los proyectos que se llevarían, como Fraile y Blanco o ROMA. En pleno siglo XXI tenemos que ser conscientes de lo grave, injusto y contraproducente que es que los recursos públicos se asignen a dedo.
Díaz Tezanos tenía más de 20 razones para relevar a Salvador Blanco (y alguna más si en lo que estaba pensando era en la imagen del PSOE de cara a las elecciones de 2019).
Pero ni Díaz Tezanos ni Salvador Blanco estuvieron nunca para Cantabria ni para el PSOE.
LA IRRESPONSABILIDAD DE LA VIEJA GUARDIA
La irresponsabilidad de esa vieja guardia del PSOE, la guerra irracional que ha declarado a la dirección legítima, tendrá peajes indiscutibles. De seguir así, el Gobierno de Cantabria se convertirá en un hipotético tripartito (el PRC, el nuevo PSOE y el viejo PSOE). Pero depende de Revilla, y sólo de Revilla, que es quien nombra y cesa consejeros, la estabilidad del Ejecutivo.
Tampoco depende del nuevo PSOE que SODERCAN deje de ser noticia por su politización partidista y sí por el apoyo que supone para la empresa cántabra; dependerá de que Díaz Tezanos abandone las armas y vuelva a la disciplina de su partido, como le pide hasta Revilla.
Siempre hay peajes, en las guerras siempre hay pérdidas, pero en democracia la legitimidad se gana en las urnas. Pablo Zuloaga la tiene, los militantes socialistas le votaron para cambiar el PSOE y el paso logrado es trascendental.
La salida de Salvador Blanco es el mayor avance en la regeneración de la vida pública y devuelve a la política de Cantabria parte de la dignidad perdida.
Arrivederci.