Estelas rosas

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La verdad no se en que momento apareció. Al primer vistazo  no le di importancia, solo al primer. Al pasar la segunda vez y comprobar que seguía en el mismo lugar, quieto, inmóvil, una punzada me golpeó en la sien, una interrogante con forma de lazo rosa se apresuró a patearme  la boca del estómago hasta llegarme al pecho. Y ahí seguías. Lazo rosa con forma de duda, de miedo, de incertidumbre. Lazo rosa con forma de estigma, de que va a ser de mí, de qué pasará, de sé fuerte, de no puede, de sé fuerte, de quiero llorar, de sé fuerte, de quiero gritar, de sé fuerte, de quiero mandarlo todo a la mierda, de sé fuerte, de no pienses más.

Demasiados pensamientos se agolpaban de repente, demasiados. Bajo mi piel latía un lazo rosa que solo sabía apretarme más y más el nudo de la desazón, de la ansiedad. El nudo de “porqué yo joder, porqué a mí”. El agua de la ducha no dejaba de caer y por más que volvía al mismo lugar con la esperanza casi obsesiva de que hubiera desaparecido, ese maldito bulto seguía allí. Me daba miedo volver a palparlo, miedo a que ese miedo se hiciera  más y más grande. Esa maldita palabra que recorre la boca del silencio que lo nombra por temor a que se haga realidad. Cáncer. Y ese silencio, es silencio que se convierte en último refugio. Es como si por el hecho de no nombrarlo desapareciera.  Parece una tontería, pero no es fácil nombrar al miedo, no es fácil ponerle voz al vacío, no es fácil desanudar un lazo rosa.

Por más que lo intentas no puedes dejar de pensar en ello. Delante del espejo te tapas un ojo para ver cómo sería; intentas imaginarte con la cabeza rapada, quizás un poco más delgada. En un instante, lo que dura una caricia, desabrochar un botón de la camisa, o dar un beso de buenas noches. Lo que dura un ceño fruncido por encarar un día cruzado. En un instante todo había cambiado. Todas esas certezas que te acompañaban se diluyeron como el contraste de la quimio. Todas esas cosas, tan importantes que no podían esperar, se hicieron tan pequeñas, tan diminutas que apunto estuvieron, si no lo hicieron del todo, de desaparecer. Un lazo rosa, del que aún no sabías ni el tamaño, ni el diagnóstico: “carcinoma ductal incipiente” joder, no lo entendía, pero se te heló el corazón al escucharlo.

 

…paso a paso, verso a verso, remo a remo como estelas en la mar…

Y preguntas, explicaciones, carreras y noches sin dormir. Y angustia, y más miedo, y lágrimas y enfados, y todo a la vez y todo por separado para gritar silencio una y otra vez. Y llorar a solas, y llorar acompañados y aprender a sacar fuerza de donde no las hay, o de donde las hay, pero no sabías que estaban ahí. Y aprender  a llenar cada hueco con un beso, con la belleza de una cicatriz compartida, con forma de lazo rosa, o con la forma que tú quieras darle. Y repensar la vida, y transitar el miedo hasta hacer de él un compañero más del viaje. Hacerlo cada vez más pequeñito a golpe de rutina, de quimio, de algún vómito y malestar, de sonrisas, de cariño, de “siempre voy a estar ahí”, de tirar “pa” lante, porque la vida, a veces, es una “hija de puta”-y hay que desahogarse joder-, pero otras te da la oportunidad de encontrar la eternidad en los pequeños detalles, esos que demasiadas veces se nos pasan tan desapercibidos. Y no tener prisa para dar un beso, para un abrazo, o para un hasta luego que se alarga hasta perder la noción del tiempo. Porque el tiempo pasa, pero los pasos solo eres tú quien los da. A veces corriendo, otras caminando, incluso sentada dejando al tiempo pasar.

Y cada una a su manera, porque no hay una manera, ni una guía, ni una fórmula perfecta. Porque hay mil formas de esperar en una sala de espera, de caminar por el pasillo del hospital, de aguardar hasta la próxima sesión, la siguiente revisión. Tantas como sean necesarias para que ese lazo rosa deje de apretar, deje de doler, deje de ocupar un espacio vacío. Porque no hay nada que ocupar, porque no haya nada que esconder. Porque cada cicatriz en carretera de vida, de aliento, de lucha, de corazón. Porque nadie más que tú tiene el derecho anudar ese lazo rosa como quiera. Nadie más que tú. Y es que a veces hay demasiados espejos cuando lo que importa solo es tu mirada.

Y el lazo rosa ya no dolió, era solo un lazo más.  Y el lazo rosa se convierte en estela, a golpe de remo, de esperanza, de pundonor, de hacer equipo, para compartir el peso y así hacerlo todo un poco más llevadero. De remar todas a una, cada una a su ritmo. De mostrarse tal cual sin intermediarios, sin querer ser ejemplo de nada, pero poniendo ejemplos de todo, en cada marca, en cada mamografía, en cada tratamiento. En las buenas noticias, en las mejores, en las que se luchan, en las que se siguen luchando, en las que no se olvidan. Porque agolpe de remo cada onda expansiva es maremoto, es tsunami de tantos detalles, de tantos momentos, de tantos horizontes al alcance de una estela rosa. De un mar que te da la vida, porque cada gota cuenta, porque cada estela Es. Porque, remo a remo, transitamos las cartografías de ese miedo hasta reescribir sus coordenadas con una brújula de esperanza y corazón, de cicatriz convertida en bandera. De estela rosa que no se rinde.

 

Poema “Estelas Rosas”:

Quizás sea como la mar; a veces tranquila, en calma, otras con resaca. A veces revuelta, picada, que hace marejada, como enfadada.  Y buscas la costa, el faro, ponerte a salvo. A veces es naufragio, con restos de vida en vientre de sal; a veces es desgarro, pero siempre es Libertad. Siempre son estelas rosas, y siempre es la mar;  no el mar, LA MAR., LA MAR.  Y golpe a golpe, y verso a verso, y estela a estela,  y remo a remo, hacer presente, instante irrepetible, hacerlo eterno, estela a estela, y remo a remo, hacer presente, hacerlo eterno. Y el lazo rosa ya duele menos, y estela a estela y remo a remo,

Te llevo atada siempre a mi pecho.

 

Nota: La Asociación Estelas Rosas, cumplió hace una semana su primer año de andadura. (Y los que quedan). Felicidades Estelas, y GRACIAS, siempre GRACIAS.cer

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