||por José Manuel González, miembro de Podemos Cantabria||

Escribo estas líneas con la intención de intentar entender mejor todo lo que pasó el pasado viernes 27 de Octubre y quizás también así ayudar a explicarlo. Un viernes en Santander muy normal, con temperaturas especialmente elevadas para esta época del año, algo que últimamente es desgraciadamente también normal, pero que estuvo marcado por la visita de Pablo Iglesias a la capital cántabra y por los sucesos que la acompañaron. Sucesos que poco tienen de normales en una sociedad democrática europea en pleno Siglo XXI.

Durante dicha visita, los asistentes al acto de Podemos Cantabria sufrimos un intento de intimidación por parte de un grupo de fascistas, que portando la bandera de todos, nos vomitaban su odio preconstitucional ante la permisividad de un dispositivo policial escaso.

Hubo varias personas que no pudieron entrar al acto por culpa de esta situación, lo cual ya es de por si suficientemente grave, pero es que además se insultó a representantes electos del pueblo cántabro y se agredió a periodistas simplemente por hacer su trabajo.

Por desgracia estos hechos no son algo aislado, sino que forman parte de un clima creciente de crispación e intolerancia que al calor del proces catalán venimos experimentando los que de una u otra manera nos hemos significado en una determinada formación política, Podemos.

Una inmobiliaria desplegó esta bandera en unas obras antes de la visita de Pablo Iglesias al Gobierno de Cantabria, justo al lado

Todo este odio no es en mi opinión casual, sino que responde a una campaña política y mediática brutal de odio al discrepante, montada en torno al famoso “a por ellos” y que poco a poco evidencia que no solo incluía a los independentistas, sino que tenía un destinatario mucho más amplio.

Porque lo cierto es, que al calor del patriotismo exacerbado, algunos han visto una oportunidad que anhelan desde hace años, la oportunidad de acabar con su mayor y único enemigo político, Podemos.

Andaba dando vueltas a todo esto, pensando en cómo explicárselo a mis amigos y familiares, que en parte por esta campaña de odio y en parte por los propios errores de Podemos a la hora de dejar más claro nuestro rechazo a la independencia de Cataluña, no entienden nuestra postura, cuando de repente he visto en twitter «LA FOTO». Así con mayúsculas.

Y no, no es una foto de las agresiones, ni tampoco del mitin. La foto se produjo unas horas antes, en la reunión entre Revilla y Pablo y fue retuiteada con júbilo por la actual secretaria del PP de Cantabria. La foto del día de ayer, era una grúa con una enorme bandera de España.

Porque esa foto, que ni siquiera es original (ya se hizo algo parecido en Madrid) es la foto del régimen del 78 que agoniza y que mostró su cara más fea poco después en forma de insultos y agresiones.

Esa foto simboliza mejor que cien mil palabras que es lo que algunos defienden y que es lo que Podemos hace peligrar y es esa foto lo que explica porque algunos usan Cataluña para intentar arrinconarnos políticamente, generando un ambiente de odio hacia el discrepante, que va mucho más allá del independentismo.

Porque lo que está pasando en España y Cataluña desde el 15M es una crisis de régimen, un régimen que era en parte una «constructocracia». Un régimen que funcionaba para proteger a unas élites económicas que tuvieron su momento de esplendor durante la burbuja inmobiliaria y a las que la construcción representa en España mejor que cualquier otro sector económico.

Fueron principalmente empresas constructoras y promotores inmobiliarios quienes pagando un 3% aquí y en Cataluña, independientemente del partido del régimen al que beneficiasen, corrompieron hasta las entrañas a los principales partidos españoles y catalanes.

Fue la corrupción promovida por dichas empresas lo que empujó a las élites españolas y catalanas a tapar sus vergüenzas con sus respectivas banderas. Fueron precisamente las íntimas y excesivas relaciones entre el ladrillo y las cajas las que quebraron nuestro sistema bancario.

Y fueron esos mismos partidos políticos corruptos, a sueldo de dichas constructoras, quienes finalmente tuvieron que tomar decisiones sobre un rescate bancario que nos ha costado más de cien mil millones de euros a todos y a todas o quienes decidieron rescatar las autopistas sin coches, los aeropuertos sin aviones o el muy cántabro puerto sin barcos. Un dinero que de no haberse regalado en dichos rescates, habría hecho innecesarios los recortes y sus terribles consecuencias.

Así que, ahí lo tienen, ya saben lo que verdaderamente pasó el pasado viernes, en un muy normal día de una muy normal capital de provincia. Ese día, el régimen del 78 mostró por fin su verdadera bandera, una rojigualda sí, pero colgada en una grúa.