Sobre fascismo(s)
“Uno necesita conceptos para saber lo que sucedió, para almacenar el pasado en el lenguaje y para integrar las experiencias vividas en sus capacidades lingüísticas y en su comportamiento. Gracias a ello podemos entender lo que ha sucedido y estar en condiciones de adaptarnos a los desafíos del pasado. Y de este modo podemos prepararnos para los sucesos venideros, o incluso anticiparnos y evitar que tengan lugar.”[1]
También nos recordaba Reinhart Kosselleck que todo concepto tiene por fuerza carácter polisémico, es decir, se presta de forma dinámica a ser actualizado dentro de los diferentes contextos en los que se ve inmerso:
“Pues la historia de un concepto sería, además, la historia de las impurezas que a lo largo de su uso ese concepto ha ido recogiendo en su contacto con el barro de la vida cotidiana” [2]
Sin embargo, de la misma manera que puede ser “actualizado” corre el riesgo de ser utilizado de forma errónea. Y ese es un riesgo, mayor si cabe, pues puede llevar a no entender el pasado, haciéndonos no solo incapaces de adaptarnos a sus desafíos y aprender de él, sino a cubrir sus errores con otros nuevos, enfangando, más si cabe, el devenir de la historia. Así lo advierte el profesor Julián Casanova:
“No situar los hechos en su contexto histórico apropiado conduce a perspectivas ahistóricas y a leer el pasado con los ojos del presente”[3]
Un ejemplo lo encontramos en el análisis del fascismo desde la perspectiva del marxismo soviético:
“Para el marxismo soviético, el capitalismo en su fase más avanzada era la última etapa antes de la ruptura revolucionaria final, que traería la libertad y la autodeterminación para toda la humanidad. Pues bien, de repente irrumpieron en escena el fascismo y el nacionalsocialismo -imprevistos antes de la Primera Guerra Mundial-. Entonces, para salvar las expectativas revolucionarias, el fascismo fue redefinido conceptualmente, de manera poco conforme con la realidad, como la fase más avanzada del capitalismo. Después de 1945, la ortodoxia soviética consideraba que los Estados Unidos y, sobre todo, la República Federal de Alemania eran países pertenecientes al capitalismo monopolista, agresivos, militaristas, es decir, países típicamente fascistas. Y todo ello con vistas a conservar los viejos significados de los conceptos de una filosofía de la historia utópica. A la postre, esa representación inexacta de la realidad se llevó tan lejos que un buen día el dogmatismo tradicional se desplomó de la noche a la mañana.”[4]
De esta forma la propia ortodoxia marxista apartaba el foco de su experiencia histórica y se presentaba como referente antifascista, como si de esa manera quedase exonerado por la propia historia o tuviese “patente de corso” a la hora de enfrentar su juicio.
El forzar un concepto, para encajarlo en un imaginario predeterminado que pierde contacto con la realidad a la que dice referirse, provoca que el concepto pierda su capacidad explicativa y que sea también una de las causas de que muchas personas no se identifiquen con esa forma de explicar lo que ocurre. Algo que con el término fascismo/fascista se da habitualmente. Un concepto reducido casi únicamente a un imaginario moral cuasi-religioso: la palabra fascismo/fascista representa todo lo malo, todo lo deplorable (avalado por una experiencia histórica irrefutable: la del fascismo histórico). Está claro que no deja de ser una simplificación maniquea pero, de la misma manera -quizás coincidamos- opera fuertemente en nuestra cotidianidad, tanto a favor como en contra. Sin embargo, al mostrarlo de esta forma, nos vemos incapaces de estudiarlo en profundidad, de analizar cómo se crea su caldo de cultivo en el contexto actual. Hacemos un “totum revolutum” indescifrable y, en última instancia, como sucede con el ejemplo de la lectura que el marxismo soviético hace del mismo, no nos deja ver “ese fascista que –quizás- llevamos dentro”.
Para Paul Gottfried autor de “Fascism: The Career of a Concept”:
“El uso y abuso del concepto de fascismo constituye el centro neurálgico de este estudio, especialmente el modo en que ha sido comprendido y empleado por los autoproclamados antifascistas. En el discurso político contemporáneo y en la referencia histórica popular, la mayor parte del fascismo histórico ha desaparecido de vista, de modo que cuando se menciona el fascismo, el término hace referencia casi siempre al nazismo, que sigue siendo el «otro» más popular en el discurso y el entretenimiento del siglo xx “[5]
Así vemos como más allá de la acotación temporal del término, es decir, del fascismo histórico, la palabra fascismo/fascista actúa más allá. Se convierte en una forma de calificar, de señalar un comportamiento personal, o una posición política. Por decirlo de otra manera, al abusar del término, utilizando forzados paralelismos históricos, se corre el riesgo de banalizarlo, de usarlo en beneficio del discurso de turno, de convertirlo en un fetiche ideológico vacío de contenido, en un arma arrojadiza más que poco o nada tiene que ver con el pensamiento crítico. Así podríamos caer en la paradoja del fascista: llamar fascista a toda aquella persona que no piense como yo, mientras conmemoro el día contra el Fascismo. Y olvidarnos de otro concepto tan importante y complejo como necesario: el de Democracia.
Nota: “La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 hasta 30.000 judíos fueron detenidos y deportados a campos de concentración en lo que ha sido considerado como el comienzo de la llamada Solución Final y el Holocausto nazi. Sinagogas de las ciudades más importantes de Alemania y Austria fueron incendiadas. Las SA (Sturmabteilung) y las SS (Schutzstaffel), organizaciones militares y de seguridad de la Alamania nazi, junto a las Juventudes Hitlerianas y la Gestapo, sembraron el terror entre miles de personas. Esa noche pasó a llamarse la Noche de los Cristales Rotos. Solo fue el comienzo: Empezaron por los judíos, pero siguieron con los comunistas, los socialistas, los socialdemócratas y liberales, con los gitanos, los homosexuales y cualquiera que se alejara del ideario nacionalsocialista. -Con todos aquellos que pensaran diferente a como ellos lo hacían-. Para recordar a los millones de víctimas que se produjeron después de esa noche, hoy es el Día Internacional contra el Fascismo, el antisemitismo, el racismo, el sexismo y la homofobia.” Tal vez conocer la historia sirva para medir el peso de cada palabra en el paladar de la boca. Ojalá.
[1] Ayer 53/2004 (1): 27-45 (pág 28)
[2] (VILLACAÑAS,]. L., YONCINA, F.: Introducción a KOSELLECK, R, y GADAMER, H.-G.: Historia y hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997, p. 19).
[4] Ayer 53/2004 (1): 27-45 (pág 32)
[5] Rererencia hecha por Stanley G.Payne en la revista DLibros 25/01/2017