Juegos de supervivencia
||De la serie CONFLICTOS OLVIDADOS: LOS OTROS REFUGIADOS||
Según los medios de comunicación, el terrible atentado del 14 de Octubre en Mogadiscio, Somalia; ya es clasificado como el más grave de la historia tras el 11-S. El último balance fiable de víctimas eleva las mismas a 512, junto a 1.078 heridos de consideración muy grave. Es una tragedia, pero se puede ver como algo macabro, que este tipo de atentados se cuantifiquen o clasifiquen según los indicadores de víctimas.
A decir verdad, se equivoca la prensa, dado que fue el 14 de Agosto de 2007, cuando acaeció el segundo peor atentado de la historia: 4 camiones bomba, acabaron con las vidas de 796 yazidíes en el norte de Irak. Para una etnia que de seguir en este camino puede llega a extinguirse no más allá de veinte años hacia el futuro más inmediato eso fue un genocidio. No hubo ningún atisbo de investigación por parte de la “Fuerza Multinacional en Irak”, ni tampoco, a manos del ejecutivo de Nouri Al Maliki.
Pero parece que esa era otra historia, que nunca será contada. En el caso de Somalia, el atentado ha dejado visible un factor harto conocido, pero poco mencionado: Las milicias ligadas a Al Qaeda, tras perder fuelle y presencia en Irak y Siria, han cobrado fuerza en el Cuerno de África, mediante su filial autóctona; Al Shaba’ab (la juventud).
A pesar de su brutalidad, esta organización ha logrado usar el descontento local, vinculado a la corrupción rampante, guerras fratricidas entre clanes e inseguridad; para mostrarse como “partisanos”. El hecho de la ocupación etíope del país, entre 2006-2008, no ayudó a que la gente confiase en el Gobierno Federal de Transición.
Fue en ese momento, en el cual los antiguos “Tribunales Islámicos”, se fusionaron a la organización de Bin Laden. Y por primera vez, el conflicto somalí, traspasó fronteras: En un club de Nairobi, capital de Kenia, un suicida de Al Shaba’ab detonó un chaleco explosivo, mientras varios aficionados veían la final del mundial de fútbol de 2010, entre Holanda y España. En septiembre de 2013, la misma organización, a través de un comando kamikaze, asaltaría a sangre y fuego el Westgate Shopping Mall de la capital keniata, dejando un balance de 71 muertos y cientos de heridos.
Igualmente, los integristas, comenzaron a hacer razias, en las zonas limítrofes de Eritrea y Etiopía, así como desarrollaron una alianza temporal con el grupo fundamentalista nigeriano Boko Haram (cuya traducción sería “Lo occidental, es pecado”). Cuando estos últimos, juraron fidelidad al autodenominado Estado Islámico, dicho pacto, quedó anulado. Ciertamente, muchos somalíes aceptaron a Al Shaba’ab en sus inicios, en unos acontecimientos, casi idénticos a los de los afganos hacia el movimiento talibán. El hartazgo social hacia la corrupción, unido a una inseguridad incipiente, fueron los causantes.
Pero tras imponer su versión ultraortodoxa y combativa del Islam, unido a la llegada de mercenarios foráneos (como fue el caso del británico Thomas Evans, conocido como “el diablo blanco”, la población, comenzó a alejarse de ellos. La misma, se halla en tres frentes: ante un gobierno corrupto, acusado de ser una kleptocracia -y que no ha conseguido desarrollar una autoridad central-, las milicias integristas y por último; las actuaciones de EEUU -mediante su programa de “asesinatos selectivos”-.
Entre 2009 y el 20 de Enero de 2017, fecha del fin del mandato de Barack Hussein Obama; los drones estadounidenses han eliminado a 782 militantes. Pero han causado 3.016 víctimas inocentes, los llamados a modo obsceno “daños colaterales”. Somalia, antes un país que por desgracia se clasificó por tener una amplia diáspora (mayoritariamente de refugiados) , debido a sus infinitos conflictos; ha pasado a ser un país receptor de gente que huye de los “conflictos asimétricos” del siglo XXI.
Principalmente de Libia y Yemen. Da que pensar. Así como es curioso que un país con una red de telecomunicaciones implementada en base a fibra óptica y la banca on line más avanzada de todo África, siga siendo sin duda alguna, un “estado fallido”. Como bien dijo el autor James Fergusson en su obra “The most dangerous place in the world”, cada día en Somalia; es un juego de supervivencia. “La gente dice adiós, porque no saben si volverán a casa, o morirán en la calle por un atentado”.