Te doy mis ojos, Putero
Te miro y solo ves mi cuerpo. Te miro y solo ves un objeto. Te miro y solo ves una propiedad, un derecho de pernada heredado, justificado, comprendido, edulcorado, trivializado, banalizado. Te miro, y todo en el nombre del Padre. Te miro y ya casi ni ves. Te miro y oscuridad. Y, sin embargo, todas las miradas se posan sobre mí, mientras tú permaneces escondido tras ese velo de normalidad. Tienes tantos rostros, edades, y colores que se me hace difícil distinguirte entre la multitud. Y la palabra puta flota tanto en el aire que es casi imposible no respirarla.
Como nos recuerda la investigadora feminista Beatriz Ranea Trivino[1]:
“(…) Así, podríamos afirmar que en lo referente a la prostitución el objetivo habitual han sido las prostitutas, sin etiquetar ni centrar demasiada atención en los demandantes.”
Quizás para ti no sea tan difícil, porque en el fondo crees que me estás haciendo un favor. En el peor de los casos los billetes en la mesita o sobre el asiento del coche se convierten para ti en razón suficiente. Es el oficio más viejo del mundo, aparece escrito con tinta invisible sobre mi piel. Es la ley del mercado, “si estás en venta, yo puedo comprarte”. Y al hacerlo crees adquirir el derecho a hacerlo, la excusa para no preguntarte por nada más allá de tu erección. Además, te dices para ti: “mejor yo que cualquier otro”, sin querer darte cuenta que tú eres ese cualquier otro. Porque la pregunta no es quién soy yo, sino quien eres tú:
Así, continúa la autora:
“Por ello, desde hace algunos años ha ido surgiendo una corriente que se centra en el análisis de la masculinidad y en este caso, en el estudio de los demandantes de prostitución femenina. (…) porque el estudio de las masculinidades me parece fundamental en la búsqueda de una mayor implicación de los hombres en la lucha por el cambio hacia una sociedad igualitaria”.
En el video “Hola, Putero” la periodista Teresa Lozano te dice: «Putero, deberías empezar a llamar a las cosas por su nombre. Esto no va de sexo, va de poder”. Pero tú no pareces darte por aludido, quizás porque prefieres cubrir tú eyaculación a la carta de capas y capas de normalidad, de “siempre ha sido así”, de “en el fondo te gusta ¿eh?”, o de “de que te quejas, encima que te pago por follar; me tendrías que estar agradecida”. Tus ojos han crecido viéndolo como algo normal, al igual que esas luces de neón a un lado de la carretera en la recta de Heras. Forman parte de nuestro paisaje cotidiano. Igual que el acoso, o la violencia machista. Una normalidad que mata. Una normalidad que viola. Una normalidad que va en manada.
En otros casos ese poder se corre sobre mí en forma de paternalismo, de condescendencia, de esa caspa que envuelve la palabra “caballero”. Como si incluirlo dentro de un código de “buenas maneras” te diera la coartada para no preguntarte nada más, para creer que lo que haces es algo tan normal como levantarte por la mañana, llevar a los niños al cole, ir a buscar a tu esposa al trabajo. ¿Quién no se ha ido de putas alguna vez? No es más que un ritual de transición en el que pasas de ser niño para convertirte en Hombre con mayúsculas.
Como menciona Trivino:
“En el caso del consumo de prostitución, es una práctica que no comparte toda la población masculina, pero que parece estar socialmente aceptada como algo inherente a la sexualidad de todo hombre heterosexual.”.
Y así cuando me miras ves una puta más, esa parte del tabú que solo eres capaz de destapar si pagas, para luego volver a guardarlo bajo la llave de la doble moral. Aquella que me define desde tú mirada, aquella que camina por el precipicio de una donna angelicata demasiado perfecta para ser real.
Nunca te has tenido que preguntar por qué haces lo que haces; Yo estoy aquí para servirte. No te fijas en mis cardenales y cuando lo haces me dejas un poco más de propina y una palmada en el culo: “Con cada hijo de puta que hay por ahí, por lo menos Yo la he tratado bien” te dices mientras te abrochas la bragueta.
Antes de cerrar la puerta, deja que te de mis ojos, Putero. Póntelos unos minutos; lo que dura un mal polvo, siente como te separan las piernas, como se meten dentro de ti, sin preguntarte si quiera, como te convierten en una muñeca hinchable de carne y hueso. Siente que no puedes elegir, recorre con la memoria los caminos que te han traído hasta aquí: proxenetas, trata de blancas, violaciones, malos tratos, coacciones, chantajes y esa «normalidad» que hace que no me veas, o que veas lo que quieres, o que no me quieras ver. Concéntralos todos en el próximo beso, en la próxima mamada, o en el próximo “me ha gustado”. Ahora límpiate con una toallita húmeda, enjuágate la boca, coge los billetes que hay sobre la mesita o en el asiento del coche, espera a que pase el siguiente y dime ¿Cómo te sientes?
Nota: Video #HolaPutero
[1] LA DEMANDA EN DISPUTA. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA MASCULINIDAD HETEROSEXUAL Y LA PROSTITUCIÓN FEMENINA, Ranea Triviño, Beatriz. Dentro de la obra de ¿Por qué los hombres jóvenes consumen prostitución? Estudio exploratorio sobre la construcción de la masculinidad en relación a la prostitución femenina. Beatriz Ranea Triviño. Primer Premio de investigaciones feministas en materia de igualdad Instituto Aragonés de la Mujer y Universidad de Zaragoza. 23 de noviembre de 2016.
John Punter
Pues me siento como avergonzado… de su ignorancia. Si, es vergüenza, pero ajena. Porque se evidencia NUEVAMENTE que es alguien opinando sobre prostitución en base a sus prejuicios e ideas no contrastadas (lo cual es algo propio de un periodista). Si ese retrato que algunos hacen de la prostitución fuera real, no les quepa duda de que la prostitución sería rechazada por aquellos que acuden a ella. Sin embargo, y como asegura la socióloga que ud menciona (porque hay que leerlo todo amigo, no sólo lo que interesa), ella asegura que los clientes no detectan esas situaciones de malestar que usted menciona. También dice que hay que conocerles, que darles voz, pero todavía no he hallado el primer periódico dispuesto a publicar un artículo escrito por un cliente de prostitución.
Jose Elizondo
Quizás estaría bien que los hombres que consuman prostitución empiecen a preguntarse qué hay detrás…Lo dejo ahí, como idea. Mientras tanto, por si quieres profundizar en el tema, te aconsejo no ya leer más detenidamente el artículo, sin prisa, sino volver a leer a Beatriz Ranea Trivino, sobre todo en el contexto de sus referencias teóricas, de las que yo no veo que exculpe a los “puteros” (Tampoco se plantea como un juicio moral) sino que, entre otras cosas, pone el foco precisamente sobre lo que mencionas; que lo tengan tan normalizado que ni se pregunten por lo que hacen,que no detecten malestar (no sé si olvidan que están pagando para que alguien finja) ni por, como te decía, ver que hay más allá (que ya tiene más tela). De ahí el título del artículo “Te doy mis ojos, putero” y el final del artículo donde se pregunta ¿Qué sientes? No está de más ponerse en la piel del otro en lugar de proyectar y antes de buscar justificaciones. En esta línea te aconsejo el libro “Ninguna mujer nace para puta», escrito por la colombiana Sonia Sánchez, una superviviente de la prostitución de la que también habla el especialista en el tema Richard Poulin “profesor emérito del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Ottawa y autor de numerosos libros y estudios sobre la prostitución y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, está considerado como uno de los mayores estudiosos mundiales en esa materia.” al que también te aconsejo lo leas. Te dejo esta entrevista que no tiene desperdicio, en la que también menciona el libro de Sonia Sánchez:
https://amp.elmundo.es/sociedad/2017/01/02/58692f5f468aebbd108b45e0.html?__twitter_impression=true
Finalmente, en estos casos, (sin prejuicios como dices) si quienes mantienen esa postura se preguntaran por todo lo que hay detrás antes de pagar por echar un polvo, quizás cambiaría la forma de entender y enfocar esta cuestión. Pero claro, si como me dices, “no detectan estas situaciones” mal empezamos. El artículo no habla tanto de ellas como de “los puteros”, y ese es para mí el punto más importante. Espero y confío que cada vez sean más los hombres que se lo pregunten. Disculpa la extensión. Gracias por tu comentario, me ha dado ideas que desarrollaré en próximos artículos. Un saludo.
Jose Elizondo
Por cierto, el título del artículo que enlazo en mi comentario es : «Los hombres no quieren ver lo que hay detrás de la prostitución» . Entre otras cosas, porque cuando una situación de «poder» te viene dada, ni te la cuestionas o reflexionas sobre ella y, si lo haces, muchas veces, es para justificarla. (otras, por suerte, No).