120 estereotipos por minuto
Es inevitable entristecerse cuando un tema tan relevante como la epidemia de VIH a principios de los 90 es retratado con un gusto tan mediocre (nada que ver con la grandiosa Dallas Buyers Club). De hecho, sólo 30 minutos ( de los tediosos 140 que dura el film dirigido por Robin Campillo) merecen realmente la pena. El resto de lo que muestra 120 pulsaciones por minuto es una sucesión de diálogos vacíos; personajes estereotipados y escenas de sexo exageradamente largas, que pierden su fuerza por lo monótono y excesivo.
En el film, al menos en su concepción, hay buenas intenciones, eso es evidente. La historia, de carácter coral, relata las acciones llevadas a cabo por un grupo de activistas seropositivos.
A la par, trata de profundizar en la relación entre Sean un joven contagiado del Sida–interpretado fantásticamente por Nahuel Pérez- y Nathan que aunque se suma a los activistas, no padece el virus.
El planteamiento parece correcto, pero tarda escasos minutos en desmoronarse.
hoLa primera hora y diez es muy pesada, con largas reuniones del grupo activista, aún más largas escenas de sexo y por si fuera poco, la homosexualidad es retratada desde el estereotipo común. Falta intimismo, conocer el trasfondo de los personajes, a los que se muestra insensibles y promiscuos, sin penetrar en su psicología.
La ejecución en lo técnico tampoco es buena, y eso que el tema se presta a ello, si no que se lo digan a Xavier Dolan y sus maravillosos films, Los amores imaginarios, Laurence anyways o Solo el fin del mundo; muestra de cómo se puede abordar temas complicados con maestría visual. En su lugar Campillo opta por una verbalización excesiva de la acción y ni siquiera cuenta con un buen guión al que agarrarse en su apuesta.
En consecuencia, el espectador permanece alejado de la historia hasta que se llega a los últimos tres cuartos de hora de película. Es entonces cuando la crudeza se apodera de la escena, y el corazón del empieza a latir más rápido. Solo cuando el drama domina el relato el mensaje llega. Incluso hay una brillante escena sexual, cargada de sentimiento verdadero, de compasión, es la única mirada amorosa hacia los personajes en todo el film. Entonces piensas, “que lastima no poder regrabar el resto de la película y condensarla en 50 minutos mucho más visuales. Sería una gran película, y no solo 120 estereotipos por minuto”.