Santamaría: “Es necesario potenciar una cultura crítica”
El cántabro Alberto Santamaría, doctor en Filosofía y profesor de Teoría del Arte en la Universidad de Salamanca, se ha pasado los últimos meses expuesto a una sustancia a la que no ha conseguido hacerse adicto.
Es esa agenda de temas que hablan del espíritu positivo llevado a la empresa en un confusa mezcolanza con un tono de autoayuda y new age que incluye las apelaciones a la creatividad o a la gestión de las emociones.
Son esos “camellos de ideas” que retrata en ‘En los límites de lo posible. Política, cultura y capitalismo afectivo’.
Este libro que acaba de públicar es su última aportación en el mundo de la batalla de las ideas en el que lleva zambullido varios años, abordando cuestiones como la relación entre política y cultura, incluyendo la variable de elitismo o clase, o la modernización en los mensajes sobre el capitalismo.
En esta ocasión, se trata de una reflexión global en torno a algo que nos resulta fácil de identificar en los últimos años, y, en especial, a raíz de la crisis.
Es esa “eclosión de un mundo afectivo” por parte de bancos, grandes empresas, gurús…. que “nos meten por los ojos la bondad de los afectos, las emociones, las creaciones y de ser felices y emprendedores” que recuerda mucho a esas fases de exaltación de la amistad y las emociones con la que arrancan las borracheras.
Bajo esa capa, reflexiona Alberto Santamaría, se esconde un proceso que tiene que ver con un neoliberalismo que quiere “captar y marcar límites”, tal y como explicaba entrevistado en EL FARADIO DE LA MAÑANA de ARCO FM (103.2 FM).
De fondo se encuentra la constatación de que “el mundo competitivo nos arrastra a unas tasas brutales de infelicidad”.
Y la reacción, como Santamaría señala en la propia Web de la Fundación Botín, son cálculos de cuánto dinero pierden las empresas por la “infelicidad”, es decir, de algún modo se trata de compensar esa infelicidad porque perjudica a la productividad.
Desde esta perspectiva, valores como la creatividad se conciben como “un elemento que te da armas para competir”, pero siendo creativo “dentro de unos límites, como una forma de estar en el sistema”.
EL CENTRO BOTÍN
Muy relacionado, si la mayoría de las críticas al Centro Botín se han centrado en los aspectos estéticos, en el emplazamiento o en que lo promoviera un banco, Alberto Santamaría hace una crítica que va más al fondo y que echa en falta en el debate público al respecto.
De alguna forma se encarna allí una “forma de delimitar conceptos” desde este tipo de organismos que intenta “hacernos entender que sólo hay una forma de ser creativos o emocionalmente viables”.
Es decir, la creatividad está desde estas órbitas “vinculada a su valor competitivo” en lugar de a una “visión crítica del sistema”-
CULTURA Y POLÍTICA
Santamaría rechaza las críticas a la politización de la cultura –que se lo pregunten al actor cántabro Agus Ruiz tras la representación de ‘Maruxa’ en Madrid’ , algo que no ve problemático, apuntando, paradójicamente, a cómo “muchas veces la derecha muestra más compromiso con el uso de la cultura”, aunque sea algo que luego “esté menos patente en el discurso”.
De hecho, para él, “el arte tendría que estar más politizado”, y no se refiere a un contenido “explícito” en el que se aborden críticas o propuestas, sino “que se debería cuestionar la institución en la que se realiza o las formas”.
En este sentido, asegura que le “sorprende” que en Santander no haya más voces críticas en el panorama cultural a través de sus propias obras.
Él considera que “es necesario potenciar una cultura crítica que permita ver los límites que establece el poder”.
Y hacerlo teniendo en cuenta que cultura “no es sólo quien hace libros” u otros objetos”, en realidad, es toda “una forma de sentir que el poder trata de enterrar”.
Porque “al poder lo que le gusta es etiquetar” y encuadrar en una determinada área de actividad, de modo que cuando alguien hace algo distinto, “se desetiqueta” de una actividad para la que no estaba “delimitado”.
PERDER ESTE MOMENTO SERÍA UN ERROR PARA CANTABRIA
Para Santamaría –profesor en la Universidad de Salamanca—Cantabria, con una “necesidad” de “cambio”, se encuentra en este momento en una situación “compleja”.
“En la izquierda ya se va bastante tarde en los procesos de confluencia, de generar espacios, porque hay posibilidades de cambio real, y perder este momento sería un error para Cantabria”, asevera.
En este sentido, ve “bastante anestesiado” a Podemos, que cree que “debería dar el primer paso” en este proceso pero “va tarde”: “debería haber hecho ya sus primarias y tener un proyecto político real”.
Alberto Santamaría pone un matiz: ve a Podemos como un “eje” en este proceso, en el que le da el mayor peso a “movimientos sociales importantes en Cantabria”.
SANTANDER, UN LUGAR “CLAVE”
En este panorama, Alberto Santamaría ve Santander como un lugar “clave” en el que se están acumulando unas políticas de ciudad “erráticas”.
Por eso cree que hay “hueco” para “crear un espacio que genere expectativa”, un “espacio de encuentro que permita que los ciudadanos puedan entender que hay un proyecto diferente” para la capital.
Y es un proceso el en que nombres como Antonio Mantecón (Santander Sí Puede) y Miguel Saro (Izquierda Unida) están haciendo “un trabajazo” ante el cual hay que “quitarse el sombrero” que les convierte en “dos actores políticos a tener en cuenta en el futuro de la ciudad”.
Un futuro en el que se pueden dar “capítulos interesantes” que pasan porque “los interlocutores sean capaces de llegar a acuerdos” entre ellos y con otros agentes.
EL ATENEO DEBE REFLEXIONAR SOBRE SU PAPEL EN LA SOCIEDAD
Para Alberto Santamaría, lo sucedido en el debate público sobre la charla contra la “dictadura de la ideología de género” (sic) es un ejemplo de esta tendencia, con una “rápida respuesta” a la hora de “armar un discurso y una respuesta” ante la polémica conferencia.
En cuanto al papel del propio Ateneo de Santander, Alberto Santamaría considera que “es un lugar que ha perdido por completo el norte de lo que quiere ser y de lo que fue en el pasado”.
“Carece de un proyecto real, es una especie de cubo en el que se van metiendo cosas”, remachaba.
A su juicio, es “muy triste” que una institución centenaria que entre sus misiones –apoyadas con dinero público—tiene el de hacerse eco de “saberes populares” y de una “reflexión sobre la sociedad” se haya convertido en un “tótum revolútum de posturas reaccionarias”.
‘EN LOS LÍMITES DE LO POSIBLE. POLÍTICA, CULTURA Y CAPITALISMO AFECTIVO’ (Ediciones AKAL)
Fernando Díaz
-Por tener una voz única y tan rápida “algo está pasando” en Cantabria.
Efectivamente, algo está pasando, pero discrepamos en su valoración. Destacar como algo positivo unirse para presionar y conseguir la censura de una ponente crítica con tus ideas no me parece algo plausible precisamente. Me parece algo lamentable, reaccionario y peligroso socialmente.
-Conferencia —> ¿Delito de odio? ¿En qué se basa esta afirmación? Señala el profesor Santamaría que en todo caso “que lo cuenten en su casa”… ¿Y quién decide esto? ¿de verdad eres partidario de enviar a su casa a hablar a quienes no coinciden con tu discurso? Curiosa y siniestra concepción del progresismo.
-”Al pueblo nadie le escucha y ellos ya tienen muchos espacios?”
¿a quien te refieres con eso de “pueblo”? ¿qué tiene que ver con este tema? El discurso crítico contra la omnipresente ideología de “género” tiene según tú muchos espacios? Si para uno que tenía lo han fulminado.
-”No deben caer en el insulto”.
¿Pero cómo van a caer en el insulto si no les has dejado hablar? ¿O es que contradecir las posiciones de uno es ya un insulto?
-”Protestar contra ellos no es censurar”. Eso sería correcto si fuera cierto. Porque ha habido protesta y censura, las dos cosas.
-”El Ateneo programa fascistas”.
Tardaba en salir. Todos sabemos que decir fascista en lo político significa hoy intentar denigrar al oponente cuando no tienes argumentos. Lo mismo en la variante sexista con machista/misógino.
Para entender realmente el problema de fondo de este lamentable asunto es que la ideología de “género” no se mueve en un plano racional, como podríamos entender todos en principio.
Esta ideología constituye hoy una corriente moral, o para que se entienda mejor: de tipo religioso. Esto significa que no funciona con argumentos racionales o con un desarrollo lógico o convencional, sino con Verdades Absolutas que se consideran sagradas e indiscutibles. Es algo parecido a los dogmas católicos para los creyentes acérrimos o intentar que los islamistas radicales razonen la existencia de Alá o la veracidad del Corán, no es que no lo vayas a conseguir, es que sencillamente te la juegas.
Cuando intentas situar las creencias dogmáticas de este tipo en un plano racional (para ser discutidas y debatidas), lo más probable que vas a encontrar es irracionalidad, odio, reacciones viscerales o incluso violencia.
Eso explica también su extrema debilidad teórica, argumental y su rechazo total a ser contrastada con la realidad. Su fuerza no está ahí, está en la rigidez dogmática, en estar blindado y en ser impuesto sin discusión.