RASD, un triste aniversario
En la madrugada del 27 de febrero de 1976, el Frente Polisario, revestido, con Uali Mustapha Sayed, a la cabeza, como único y legítimo representante del pueblo saharaui, tras la Unidad Nacional Saharaui, por la que el 12 de octubre de 1975 los chiuj, jefes de tribu renunciaron a sus prerrogativas, proclamó la fundación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), en Bir-Lehlu, entonces en estado de guerra, hoy territorio liberado, y emplazamiento de la 5ª Región Militar.
Unas horas después, en El Aaiún, en el Cuartel General del Gobierno del Sahara, se arriaba por última vez la bandera española, simbolizando el abandono de la nación española de una tierra, con sus gentes y sus recursos, después de una presencia colonial de casi 100 años.
Al tiempo se izaba por primera vez la bandera marroquí, consumándose así la invasión y ocupación de los mismos tierra, gentes y recursos.
En el aire de aquella mañana del 28 de febrero de 1976, aire emponzoñado por la traición de España y la violencia de Marruecos, se cruzaron las dos banderas.
Para entonces, desde el 30 de octubre de 1975, ya estaba en marcha un éxodo trágico, bajo los bombardeos marroquíes, que llevó a los supervivientes de una parte del pueblo saharaui a Tinduf (Argelia), en donde levantaron y organizaron los campamentos de refugiados, bajo las directrices de las autoridades de la RASD. Al tiempo, los combatientes del Frente Polisario libraban una guerra contra los ejércitos marroquíes por la liberación de una tierra que la Historia y los tribunales internacionales les atribuyen como propia, y que la Carta de la ONU tiene por Territorio No Autónomo Pendiente de Descolonización, por lo que España sigue siendo, de jure, la potencia administradora, 42 años después de su cobarde retirada.
Sin los entonces jóvenes dirigentes del Frente Polisario ni éxodo ni guerra ni refugio habrían sido posibles y quizá el pueblo saharaui, como tal, habría desaparecido del tiempo y del espacio históricos. Pero ahí está, una parte padeciendo persecución, encarcelamiento, tortura, muerte, desaparición en sus ciudades ocupadas; otra parte, en su tierra liberada, al este de un muro de 2700 kms. que les separa, a expensas de los favores de la lluvia; otros, en el refugio, sobreviviendo de la cada vez más escasa ayuda humanitaria internacional; otros, en la diáspora, procurando a duras penas unas mínimas mejores condiciones de vida para ellos y sus familias, en los otros tres ámbitos de existencia. Todos, resistiendo los intentos de Marruecos y la comunidad política internacional para expulsarles a los márgenes de la Historia.
Como los anteriores, este 42º aniversario es conmemoración que no da para celebraciones. Es un aniversario triste, uno más. Voy a señalar solo tres momentos desde aquella proclamación, que impiden caer en la tentación de una alegría injustificada.
- Septiembre de 1991. Tras 15 años de guerra, durante los que el reino de Marruecos sufrió un considerable desgaste económico y militar, mientras el Frente Polisario, perfecto conocedor del terreno, ganaba posiciones y se abastecía de armas y vehículos enemigos, se firmó un alto el fuego, con el pretexto de la celebración del referéndum de autodeterminación, por el que los saharauis se pronunciaran libremente sobre su futuro, tal como está en la letra del Derecho Internacional en materia de descolonización. Todo ello bajo los auspicios -¡tan deteriorados!- de la ONU, que desplazó a todas la zonas en conflicto una misión especial para el caso, la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental), y que ahí permanece en la más absoluta inoperancia. La tregua dio inicio a una actividad diplomática en la que el rey de Marruecos viene desplegando desde entonces una escalada de marrullerías, con la inhibición, cuando no aliento, de la comunidad política internacional. Mientras, aquellos jóvenes dirigentes del Frente Polisario se han hecho mayores, siendo subsidiarios en una labor diplomática inútil, cuando no entorpecedora para el mantenimiento del ánimo de su pueblo, en especial el de los jóvenes, pero no solo, entre los que el lamento en ocasiones llega a clamor por aquel alto el fuego, con el que se perdió la oportunidad de una victoria del Frente Polisario, y con ella el restablecimiento de la legalidad, la justicia y la libertad del pueblo saharaui.
- Octubre de 2010. En El Aaiún, capital del Sahara Occidental, bajo el terror de las fuerzas de ocupación marroquíes, tras 22 años de torturas sin que la MINURSO tenga atribuciones para atajarlas, la población saharaui levantó un campamento de protesta pacífica en sus inmediaciones, en Gdeim Izik. Apenas un mes después, el 8 de noviembre, fue desmantelado brutalmente e incendiado por tierra y desde el aire, en lo que a todas luces –bueno, no, ocurrió en la oscuridad de la noche- fue una agresión unilateral, que transgredió la más elemental de las condiciones de todo alto el fuego. Fueron muchos los muertos y los desaparecidos, así como muchísimos los detenidos y torturados en las cárceles negras, tanto del Sahara como de Marruecos. Por el mero hecho de ser saharauis, y proclamarlo día a día. El Frente Polisario no lo consideró un ataque que rompía el alto el fuego –lo oí de varios de sus dirigentes, tanto en los territorios liberados como en los campos de refugiados, 10 días después del desmantelamiento. Al día siguiente se sentaron a la mesa de conversaciones –no de negociaciones-, que con antelación había convocado el enviado personal del Secretario General de NNUU. Los saharauis no saben para qué –también lo he oído muchas veces.
- Febrero de 2013. 24 de aquellos detenidos en Gdeim Izik han sido juzgados por un tribunal militar marroquí en Rabat. Las sentencias que se dictaron fueron desde los 20 años de prisión (3) hasta la cadena perpetua (9), pasando por 25 y 30 años (7 y 4, respectivamente), y dos absoluciones, veredictos tras un juicio carente de garantías procesal y jurídica, alardes de la (in)justicia marroquí, como con frecuencia constatan observadores internacionales, más si los procesados lo son sin cargos legalmente demostrables, como es el caso de los detenidos saharauis. Los dirigentes del Frente Polisario lo condenaron y solicitaron de la comunidad política internacional una reparación. Pero ni se conmovió ni se movió. En 2017 fueron de nuevo juzgados y de nuevo condenados sin causa a penas de similar dureza. El pueblo saharaui, que es, todo él, Frente Polisario también, lo sufre. Día a día…
No, no hay demasiados, si alguno, motivos para la alegría en este 42º aniversario de la proclamación de la RASD. Cabe, sin embargo, alegrarse porque permanece inasequible a toda agresión el espíritu de resistencia del pueblo saharaui.
-Este martes 27 a las 19.30 horas, concentración en recuerdo a la República Árabe Saharaui Democrática, ante la Delegación de Gobierno.