El legado de Carmen Noval en San Cándido
La Fundación San Cándido acaba de inaugurar el nuevo pabellón que ha construido para ampliar su residencia de mayores, ubicada en la calle Cajo de Santander. Un edificio de 12.400 metros cuadrados dividido en cuatro alturas que permitirá a la entidad disponer de 172 nuevas plazas residenciales.
La institución, que además acaba de celebrar el 90 aniversario (el 29 de mayo) del comienzo de su atención a personas dependientes (o asilados, según las crónicas de la época), ha explicado que el principal estímulo de la ampliación es el legado de Carmen Noval, que dejó como heredera de sus bienes a la Fundación San Cándido tras el fallecimiento en octubre de 2013 de su hija, Carmen Portilla Noval, afectada de parálisis cerebral desde su nacimiento. Ambas habían sido residentes desde 1989.
El legado constituía una serie de bienes considerable, lo que llevó a la dirección de San Cándido a analizar diversas posibilidades para que esa inyección de capital revertiese directamente en el bienestar de los residentes.
De esta manera, la herencia de Carmen Noval ha sido un elemento dinamizador para la actividad del centro. Y si bien es cierto que los bienes no han servido para costear al completo todas las iniciativas emprendidas es igualmente verdad que han sido el punto de partida de múltiples propuestas.
La directora de la Residencia San Cándido, Gema de la Concha Madariaga, añade en una entrevista concedida a EL FARADIO que “con la herencia percibida en 2015 ha sido posible sufragar parte del coste del nuevo pabellón, aunque previamente la Fundación recibía unas cantidades por ser tutora de Carmen Portilla”.
Además, con la herencia de Noval se puso en marcha la primera sala específica de estimulación sensorial para personas mayores en una residencia en España, se compró tecnología y se desarrolló un estudio de investigación en colaboración con la Universidad de Cantabria, titulado Estudio para la aplicación de señales neurofisológicas al diagnóstico clínico precoz de patologías neurodegenerativas, en el que interviene la Unidad de Neurología de Valdecilla.
“Se trata de hacer radiodiagnóstico no invasivo a través de células no invasivas que no requieren para nada intervenciones y estimular las zonas dañadas del cerebro”, explica la directora de San Cándido.
LOS PEQUES DE SAN CÁNDIDO
También en enero de 2015, la Fundación San Cándido abrió un centro de educación infantil (Los peques de San Cándido), en principio orientado a la conciliación de la vida laboral y familiar del personal propio (Más de 160 profesionales, mujeres en una gran mayoría).
De ahí surgió el programa de intervención intergeneracional, en el que “los peques van a la residencia o los residentes van al centro educativo”. “Es nuestro proyecto más bonito sin duda”, asevera De la Concha.
“Es apasionante. Tendríais que ver las caras de los niños y la respuesta de personas prácticamente neurovegetativas con los niños. Se establecen relaciones que llenan. Ves a un niño subido en un andador, llevándole un residente que prácticamente no se mueve y tiene fuerzas para llevar a un niño en su silla. Es que se despiden con besos y abrazos sin que nadie se lo diga. Y es mutuo. Tenemos fotos preciosas, que son espontáneas”, relata la directora.
SIN BARRERAS ARQUITECTÓNICAS
Al igual que los dos pabellones anteriores, la nueva infraestructura se ha levantado en torno a un jardín de 20.000 metros cuadrados que constituye el eje principal de la residencia. Amplios pasillos, libres de barreras arquitectónicas, comunican las 172 nuevas habitaciones, de las cuales el 70 % son individuales. Todas ellas disponen de baño privado adaptado a las necesidades de los residentes.
Se trata de un edificio moderno y funcional diseñado por el arquitecto Ignacio Ortiz. Las zonas comunes disponen de una decoración contemporánea, muy alejada del concepto tradicional de residencia geriátrica. Del mismo modo, la señalización escogida, basada en alegres dibujos, facilita la independencia de los residentes.