Grita «¡Devastación!» y suelta a los perros de la guerra
El día 8 de Junio, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reunido de urgencia, acordó la congelación global de activos, junto a la prohibición de viajar a seis cabecillas de redes de tráfico de seres humanos: Ermias Ghermay, Fitiwi Abdelrazak, Ahmad Oumar Al Dabbashi, Musab Abu Qarin, Mohammed Kachlaf y Abd Al Rahman Al Milad.
Si bien este hecho podría clasificarse como puntual y necesario para intentar acabar con la trata de personas desde la caída de Muammar Gaddafi en 2011 la realidad dista de ser favorable. En la madrugada del domingo al lunes, por citar uno de los múltiples ejemplos, que desgraciadamente, cada vez se hacen más comunes, la recién formada Guardia Costera libia interceptó 180 refugiados, incluyendo mujeres y niños, en el Mar Mediterráneo, un día después de detener a otros 150 a bordo de dos embarcaciones.
Unido a estos hechos, nos encontramos ante la terrible orden, dada por el nuevo ejecutivo italiano bicéfalo (Liga Norte y Movimiento 5 Estrellas): el cierre de todos los puertos de la nación transalpina, para evitar el cabotaje del buque Aquarius, a la deriva desde el pasado jueves por el Mediterráneo, con 629 personas en su interior. 123 de estas mismas personas, son menores de 15 años y anteriormente a la deleznable decisión italiana fue el Gobierno de Malta el encargado de cerrar sus puertas a la llegada de dicha embarcación.
La situación en el Mediterráneo, en aras de llegar a un fatídico tercer año, desde el inicio de la crisis global de refugiados (presumiblemente la más dura y terrible del último medio siglo); es absolutamente anárquica. La Unión Europea y los organismos supranacionales no dejan de incidir en que tras la -supuesta- derrota del mal llamado Estado Islámico y el estancamiento de los movimientos de piratas en el Índico, la situación marítima global es más segura.
Parece que los autores de dichas declaraciones no escucharon las palabras de la jefa de misión de Proactiva Open Arms (Anabel Montes): “Nos quieren echar del Mediterráneo porque molestamos. Lo que pasa en el mar no tiene ni idea nadie, y por ello utilizan la difamación y la política del miedo. Las mujeres ya dan por hecho que por el camino las van a violar. Es un peaje, un precio que tienen que pagar para llegar a Europa”.
Todo ello, mientras estadistas como el presidente francés, Emmanuel Macron, intentan apuntarse el pasado 29 de Mayo un as como “nuevo pacificador” tras reunir en París a los políticos y señores de la guerra libios, en aras de unas supuestas elecciones legislativas y presidenciales [planteadas para el próximo 10 de diciembre, en principio].
Se logró sentar en la mesa de negociaciones a enemigos irreconciliables (al primer ministro reconocido internacionalmente, Fajiz Al Sarraj, el mariscal Jalifa Haftar, que controla el este del país, el presidente de la Cámara de representantes, Aquila Salah, y al Consejero de Estado, Khalid al-Mechr). No pocas voces criticaron el proceso, empañando el optimismo mostrado desde el Elíseo.
Entre los más pesimistas se encontraba el alto representante de la ONU, Ghassan Salamé, quien adujo que era imposible de aquí a fines de año elaborar una lista de candidaturas para la cámara de representantes y la jefatura de estado, redactar una Carta Magna pluralista y sobretodo desarmar a las milicias, junto a acabar de raíz con el terrible tráfico de personas.
A fecha actual y sin referirse a la rama local de Estado Islámico, supuestamente eliminada desde Abril pasado de su bastión de Benghazi, hay no menos de 12 milicias activas en el país, siendo las más activas las siguientes: Consejo de la Shura de los Muyahidines de Derna, Ansar Al Sharía y la Brigada de Mártires de Abu Salim.
Ninguna de ellas ha establecido contactos para un posible alto el fuego, negociación trilateral para entregar las armas e integrarse a las futuras fuerzas armadas del país, u optar por combatir a los mercenarios foráneos, llegados desde otros terribles conflictos como son las guerras civiles de Siria y Yemen, o la insurgencia del grupo militante Al Shaba’ab, en Somalia. Unido a todo ello, hay otro suceso, no menos curioso (por decir algo).
Lo cual es, la posibilidad de que el hijo mayor de Muammar Gaddafi, si la Corte Penal Internacional, anula finalmente el caso abierto en su contra, opte por presentarse a los comicios presidenciales del país del Magreb. Junto a presentar pruebas muy embarazosas contra el ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, por la financiación de parte de su exitosa campaña presidencial de 2007, con fondos llegados desde Trípoli.
Pero finalmente toda esta situación será de poca ayuda, mientras almas errantes, continúen transitando -y perdiendo sus vidas- por el Mediterráneo y los mercenarios en Libia, sigan gritando el lema, oído en una obra inmortal de Shakespeare: “Grita «¡Devastación!» y suelta a los perros de la guerra”.