Virginia, la delineante que quiere que su hija la vea luchar
Ninguna de ellas me confiesa que sea el trabajo de sus sueños pero todas coinciden en que se les da bien. De lo contrario, en un mercado tan precarizado, con contratos temporales y constantes entradas y salidas de personal, no hubieran durado mucho.
Y todas ellas llevaban en Aon Mobile entre tres y ocho años, soportando una rutina estresante, una tensión constante y unas condiciones de trabajo cuestionables –y la prueba de ello es que no es la primera vez que los sindicatos llevan al Orecla y los juzgados los incumplimientos en materia laboral al Grupo PITMA-.
Las nueve mujeres fueron despedidas el pasado 5 de abril, con idénticas cartas de despido, por formar parte de una lista sindical de Comisiones Obreras que ni siquiera llegó a formalizarse. Ellas no fueron las primeras, antes de ellas despidieron a varios trabajadores en 2012, pero sí quieren ser las últimas, por lo que su lucha por la readmisión se une a la visibilización que quieren dar a su caso.
La valentía es el común denominador que comparten, en un grupo que decidió arriesgarse a perderlo todo para que entre todos ganaran algo. Y, detrás de cada una de ellas, hay una historia que cuenta los detalles que las hacen únicas.
Como el caso de Virginia del Moral, una delineante de la construcción que, tras la crisis económica, acabó de teleoperadora. “No es lo que has estudiado ni en lo que habías trabajado antes pero empiezas con ganas de aprender cosas nuevas y aprender un nuevo sistema de trabajo”, cuenta mientras tomamos un café en una cafetería del polígono donde se encontraba su antiguo trabajo.
Hace menos de una hora ha sido la primera protesta que se ha realizado en solidaridad con ellas, en Cartes, frente a la empresa donde iban a trabajar cada día hasta hace apenas dos meses. Virginia es la primera que se sienta conmigo ante lo que, por sus caras, parece un potro de tortura, y también quien ha ejercido en esta ocasión de portavoz para los medios.
Ella llegó a Aon Mobile hace 3 años y 3 meses, de los cuales los dos primeros fueron a través de la empresa temporal Nexia, perteneciente al mismo grupo. Durante ese tiempo fue empalmando con contratos trimestrales y, posteriormente, el último año en la propia empresa siguió la misma tendencia, con contratos temporales que se iban prorrogando. “Después de tres años le coges el puntillo”, asegura.
Sin embargo, no puede evitar comparar el empleo de teleoperadora con su anterior trabajo. “Era todo lo contrario. Allí estaba encantada, pero la construcción quedó como quedó con la crisis y por algún lado tenía que buscarme la vida”.
“ESTOY MUY ORGULLOSA Y NO ME ARREPIENTO EN NINGÚN MOMENTO”
Virginia está casada y tiene dos hijos, un niño pequeño y una hija de trece años. El despido ha supuesto que entre un sueldo menos en casa, lo que obviamente repercute en la hipoteca y los gastos. Aun así, tiene todo el apoyo de los suyos, aunque no puede evitar la sensación de impotencia ante verse en esa situación por un motivo injustificado y de repente. “No estábamos haciendo nada malo”, insiste.
Virginia quiere transmitirle unos valores muy firmes a su hija, que ya tiene edad suficiente como para que le hayan explicado las cosas tal y como han sucedido. “Se lo he contado todo, que aunque estemos en 2018 y parecía que estas cosas habían quedado atrás, en tiempos de mi abuelo, pues no… Que por luchar por nuestros derechos y reclamar lo que es nuestro y nada más –porque nunca hemos pedido nada más-, me he quedado en la calle”, se lamenta.
Aun así, Virginia mantiene la cabeza muy alta porque asegura que “estoy muy orgullosa y no me arrepiento en ningún momento aunque me haya quedado sin trabajo”. Forma parte de la lección que le enseña a su hija. “Quiero que aprenda que hay que luchar por lo que te corresponde y hay que tener las ideas muy claras. Quiero que mi hija vea que su madre lucha por lo que le corresponde frente a quien sea”.
LA PRIMERA VEZ QUE PARTICIPABA EN UNA LISTA SINDICAL
De hecho, todo lo que estaban haciendo es de lo más normal. Y constitucional, ahora que de esa palabra se habla tanto. Porque recordemos que la representación sindical en las grandes empresas es un derecho recogido en la Carta Magna.
Ninguna de ellas había participado en ninguna lista sindical y la mayoría ni siquiera había formado parte de ningún sindicato hasta llegar a este empleo. Pero es que las condiciones de trabajo en Aon les han hecho ver que la única opción, si querían cambiar el convenio interno que rige la empresa, es entrar en el Comité de Empresa que actualmente ocupan mandos intermedios afines a la dirección.
“Es la primera vez que lo he necesitado porque donde he trabajado antes no he tenido nunca ningún problema. Me han dado los derechos que me correspondían y yo he hecho mi trabajo como se esperaba de mí”, relata. “Y creo que aquí he hecho lo mismo. He hecho el trabajo que me pedían y, si no estaban contentos, intentaba mejorarlo siempre y darlo todo”.
Pero lo que se encontró en Aon no lo había vivido antes. “Cuando reclamas el IPC que te corresponde y te dicen que a ti no, que es diferente del resto de los españoles… pues se te queda cara de tonta. Cuando pides dos días porque operan a tu marido, tu hijo o tu madre y te dicen que no, que en tu convenio no se acepta… se te queda cara de tonta porque vale que es un convenio pobre pero eso sí viene recogido y quieren recortártelo todo”.
Ella siente que esto es algo que va en los dos sentidos y que, si ella cumple con su trabajo, sus jefes deberían hacerlo con sus derechos. “Si yo estoy trabajando y cumpliendo con mi deber y tú cumples con lo que me corresponde, todos vamos a estar contentos. Pero si no me acabaré quemando”.
“SI UN EMPRESARIO TIENE MIEDO A QUE PROTESTES ES PORQUE NO ESTÁ HACIENDO LAS COSAS BIEN”
El 5 de abril, el día en el que las despidieron, estaba previsto que se lanzara un pre-aviso para las elecciones sindicales para el Comité de Empresa.
Antes de ello, a media mañana, en torno a las 12.30 del mediodía, les llamaron para que atendieran una rápida reunión que supuestamente iba a ser cosa de un minuto. En apenas media hora estaban las nueve despedidas.
Las reunieron en varias salas y en su caso estaban cinco compañeras. “Nos dijeron que estábamos despedidas. Sin más explicación”, recuerda. Desde entonces, su ánimo varía. “Hay días que te dices que crees que vas a poder con ello y otros que son más complicados porque te das cuenta de que te has quedado sin trabajo y en la calle por luchar por un convenio para todos los trabajadores, lo cual me parece súper injusto”.
Las nueve han recibido mucho apoyo, tanto familiar, como sindical e incluso por parte de la mayoría de sus compañeros, aunque en este caso de manera privada y personal. “Y prefiero que sea así. He estado trabajando ahí y sé que es complicado”.
Por supuesto, se le ha pasado por la mente el miedo a que su lucha pueda afectarle respecto a futuros trabajos, pero asegura que se lo quita rápidamente de la cabeza. “No soy una persona conflictiva; yo hago mi trabajo, intento hacerlo siempre lo mejor. Y si alguien tiene miedo a que yo el día mañana vaya a protestar es porque no se están haciendo las cosas bien. Si un empresario tiene miedo a que protestes es porque no está cumpliendo con lo que debe porque yo nunca antes he vivido ningún miedo en otra empresa”.