Más que turismo: “Lo que alguien te cuenta sobre un lugar te habla mucho de esa persona”
Una ciudad puede cambiar tanto como los ojos del que la miran. Mientras unos turistas ven una fachada original, los vecinos de toda la vida pueden fijarse solo en las humedades que cubre la pintura y que se meten en sus casas.
Por ello el objetivo de ‘You are welcome’, un proyecto de la artista Amanda Pola premiado este año en las ayudas ‘Cultura Emprende’ de la Fundación Santander Creativa (FSC), busca combinar ambas miradas para ampliar el mundo en el que vivimos y encontrar un punto de encuentro donde no parece haber nada en común. El resultado puede verse esta semana, desde el martes 14 hasta el viernes 17 en los Jardines de Pereda.
¿Cómo pueden coincidir un turista extranjero que pasea por primera vez por el Sardinero con un habitante de Peñacastillo que quizá nunca haya podido permitirse nunca unas vacaciones? ¿Cómo surgiría ese encuentro, de qué hablarían? Esa idea se plantea la artista cántabra que ha decidido poner a prueba en su tierra natal lo que ya ha trabajado con anterioridad en ciudades como Marsella o Lyon. En Santander el proceso es diferente, ya que en las grandes ciudades ha trabajado por barrios. “Es la primera vez que he pensado que puedo con toda una ciudad”, reconoce en una entrevista a EL FARADIO.
Y lo hace en Santander por un motivo “circunstancial” además de sentimental. “Para el tipo de propuestas que suelo hacer no hay muchas convocatorias artísticas en España a las que pueda entrar, porque yo hago un proyecto más transversal, que tiene mucho que ver con mi experiencia profesional, sobre todo en Francia”, revela. “No hay tantas convocatorias como la que plantea Cultura Emprende, donde hay una apertura total, donde las bases son mínimas en cuanto a estructura para está muy abierto a todo tipo de propuestas”.
Para la primera fase del proyecto, Amanda ha contactado con un total de 43 personas, totalmente diferentes en edades y procedencias pero que comparten un mismo perfil. “He buscado que sean personas sin acceso directo a la cultura, que no tengan tanta facilidad para viajar, ir al teatro o incluso al cine”. De este modo, mostrarán un Santander más alejado del que aparece normalmente reflejado en las postales.
Para contactar con estas personas ha contado con la colaboración de las distintas Unidades de Trabajo Social (U.T.S), que le han facilitado el acceso a estas personas con las que posteriormente ha paseado por calles y rincones de la ciudad como Cazoña, Monte, Cueto o General Dávila, zonas alejadas de la ruta turística de cada verano.
“LAS POSTALES SON UN PHOTOSHOP DE LA CIUDAD”
A partir de ahí, su objetivo es crear una colección de 18 imágenes que buscan ir más allá de una colección de postales. “La idea es coger las cosas más frívolas y banales y darles la vuelta porque una postal te cuenta un montón de cosas pero son un Photoshop de la ciudad”, cuenta. “Es como la realidad de una persona y lo que sale en las revistas. Si tú te limitas a ver lo que sale en las postales de las ciudades lo primero que tienes que tener claro es que no existen tal y como salen. No pueden aparecer los coches, ni los basureros…”.
“Están como metiendo la barriga”, asegura a su vez Caterina Pérez, la otra pata del proyecto, quien aporta la visión fotográfica. Esta fotógrafa catalana no había trabajado nunca en este tipo de proyectos sino que su amplia trayectoria se ha centrado más en la publicidad de las diferentes agencias y marcas.
Ella se ha encargado de “reinterpretar” y “reconstruir” esa colección de imágenes que los vecinos han compartido durante los paseos. Con su enfoque profesional, estas postales adquirirán una calidad única en una colección que será limitada y que no se podrá comercializar.
Ambas se conocieron hace años, en el Conservatorio de Teatro de Barcelona y, aunque ninguna hace ya teatro, Amanda reconoce que de aquellos años conservan “esa necesidad de ponerse en la piel y la vida del otro”. “Las fotos de Caterina siempre tienen una historia detrás y ella siempre trata de transmitírtela”, valora la artista cántabra.
Pola también destaca que lo que ambas pretenden es crear “una relación que no es cotidiana”. “Es un modo de forzar algo que no ocurre, que es pasear con un desconocido, lo que se acaba descubriendo que es bastante agradable”. “Lo que alguien te cuenta sobre un lugar que tú conoces te habla mucho de esa persona y tú también puedes aportarle, aunque al ser dirigido a turistas, eso se acepta más fácilmente”, considera.
“Cada manera de mirar la ciudad es a través de la mirada de una persona concreta y creo que es algo que representa mucho a Caterina”, continúa Amanda, precisamente en el escenario de uno de sus paseos, el parque de Jado en General Dávila.
LAS POSTALES SERÁN UN “PUNTO DE ENCUENTRO” ENTRE TURISTAS Y AUTÓCTONOS
Con ellas han colaborado personas tan diversas como una mujer muy mayor de esta larga calle de Santander, o como Karina, una brasileña de 45 años que lleva 14 viviendo en Santander y que creía que no tenía nada que decir porque no conoce los nombres de las calles. “Sin embargo, nos ha paseado, nos ha enseñado la vida de los barrios y hemos comprobado que es alguien a quien todo el mundo saluda y conoce”.
Además de individualmente, también han trabajado con grupos de niños de 6 a 12 años a los que han pedido que cada uno haga su foto individual que más represente el barrio para él o ella. “Lo que fotografía un chaval de 6 años en el barrio es muy diferente a lo que pueda hacer yo”, han descubierto ambas. Y es que un niño muchas veces no sabe lo que está “autorizado” a fotografiar y esto ha permitido ver que su visión también está “limitada” por su edad y protección.
Amanda también ha dejado muy claro el concepto de las postales, para que el proyecto no se complique demasiado. “Ten en cuenta que estamos en una sociedad en la que hablar con un desconocido, o eres un loco o quieres algo, pero parece que por desinterés no lo puedes hacer”.
LA SEGUNDA FASE IMPLICA QUE LOS TURISTAS DEVUELVAN LA EXPERIENCIA A LOS VECINOS
Pero su único interés es que sus postales sean “el punto de encuentro” entre turistas y autóctonos. De ahí surge la segunda fase del proyecto, que se desarrollará del 14 al 19 de agosto y que consistirá en una instalación artística itinerante, diseñada por el colectivo madrileño Serrín TV, a la que los viajeros podrán acercarse.
“He pedido que me dejen libertad para ir colocándome cada día en libertad desde la salida del Ferry hasta la segunda playa del Sardinero”, cuenta Amanda. En esta fase contará con la ayuda de varios colectivos y creadores internacionales como los franceses BlÖffique théâtre, tres amigos suyos que no hablan en español ni conocen Santander para que sean quienes interactúen con los turistas en igualdad de condiciones.
“La idea es que sientan que hablan con otros turistas en su lengua, tranquilos. Sin la sensación de que hablan con una empleada de turismo”, asegura. La propuesta consiste en que los turistas se sienten a ver esta colección y, si les gustan las postales y quieren llevarse una, el intercambio no es monetario sino que deberán escribir otras postales a uno de los participantes de la primera fase, hablando de Santander como punto común. “Esas cartas yo luego se las entregaré a aquellos que me han paseado”, cuenta Amanda, cerrando finalmente el círculo.
“EL NUEVO TURISMO ESTÁ CREANDO MÁS DESIGUALDADES”
En la exposición itinerante habrá también un mapa grande de Santander, con “la idea de que sea un ‘atrapa habitantes’ para que la gente se pueda acercar para recomendar lugares especiales. Para mí esto puede permitir que haya turistas y ciudadanos que coincidan y se hablen cuando no lo habrían hecho nunca”, explica a su vez.
También quiere aprovechar esta oportunidad para poner un punto intermedio entre el turismo masivo y la turismofobia, provocada por un nuevo modelo que en su opinión “está creando más desigualdades”.
“Por ejemplo, con el Airbnb nadie se te va a Cazoña, sino que se queda en el centro”, explica, lo que genera que los alquileres en el centro se vuelvan imposibles de asumir por la población y se genere un rechazo al turismo. “La pasta se queda en la gente que tiene pasta y todo lo malo del turismo se lo come la gente que no lo tiene nada”.
Amanda apunta que “es muy fuerte que haya niños que consideren que irse de vacaciones es tan natural como las flores en el campo y otros de 14 años de aquí que no han salido en su vida ni pueden hacerlo”.
Esta desigualdad genera una diferencias que podrían calificarse de “irreconciliables” si no se intentan atajar de algún modo. “Por eso hay que hablar, porque si yo te odio y tú me odias, se acabó. Pero para que la gente se pueda poner en el lugar del otro hay que darles las herramientas”.
Y un pequeño empujón, que quizá en esta ocasión tenga forma de postal atípica.
Alejandro
Se dice en el artículo “Por ejemplo, con el Airbnb nadie se te va a Cazoña, sino que se queda en el centro”.
Pero esto también pasaba antes, o pasaría en una realidad en la que no existiera Airbnb. Ningún turista se va a quedar en Cazoña. La gente que va a unos días a una ciudad, intenta quedarse cerca de las zonas turísticas o más visitadas. En el caso de Santander, sería la zona centro y el sardinero. Pero esto pasa con o sin airbnb, homelidays o cualquier otro portal de similares características.
Por otro lado, y desde que el gobierno perpetrara el impuesto revolucionario a los propietarios de más de una vivienda, imposibilitando que esta quede vacía, ya que en caso contrario te roba directamente unos miles de euros (dependiendo del tamaño de la misma), es una manera de que estos propietarios puedan obtener un rendimiento económico de una situación que ni ellos han buscado. De toda la vida, y en una ciudad como Santander, pequeña y con un turismo muy estacional, ha habido gente que ha alquilado una propiedad adicional que tenían para quincenas o meses completos en verano. Esto ha sido sabido por todos y desde siempre, y nunca ha sido problema.
Y luego está el tema de las «desigualdades» en cuanto al turismo. Jamás ha habido como a día de hoy, tantas facilidades para viajar a multitud de destinos y para todos los bolsillos. Cuando yo estudiaba y no podía disponer más que de unos cuantos miles de pesetas, los viajes en verano los hacíamos en interrail y nos quedábamos en albergues. Esto no ha desaparecido y se sigue haciendo, pero afortunadamente ahora existen compañías aéreas con precios muy contenidos que permiten a la gente desplazarse a otros destinos que les puede interesar conocer. Al final va a resultar que para los inmigrantes no es problema que las fronteras estén abiertas, pero un turista es algo similar a un terrorista, aunque se deje sus cuartos viajando y en los negocios de hostelería y servicios de los destinos a los que acuda. Es la típica demagogia progre de siempre.