Del himno de Santander al del Metrotus: «es bueno que haya canciones que nos unan»
Este sábado en el Restaurante Deluz de los hermanos Zamora hay comida-homenaje al rabelista, compositor y “ciudadano comprometido” Chema Puente (entradas disponibles durante el jueves en Días de Sur, C/ Hernán Cortés), organizado por la Plataforma Salvar la Magdalena y el Grupo Alceda.
Posiblemente es el cantador más popular de Cantabria, gran recitador de trovas, jotas y romances, y compositor del himno sin discusión, en este siglo XXI, de la capital de Cantabria: una preciosa habanera, Santander la Marinera, que se canta en el Racing, en el chupinazo de la Semana Grande, en bodas, bautizos, comuniones y “hasta en los entierros”, como añade el propio Chema Puente en una entrevista (homenaje también) en EL FARADIO DE LA MAÑANA.
La hegemonía de este título, que parece santanderino de toda la vida pero es de 2000, del disco ‘De la machina a la Braña’, quedaba patente recientemente al cantarse, en el mismo fin de semana, en la convocatoria de la Plataforma Salvar la Magdalena para celebrar la paralización de las escolleras decretada por el nuevo Gobierno de España, pero también en el homenaje a Iñigo de la Serna, el exalcalde de la ciudad que impulsó esas mismas obras so pretexto de la estabilización de las playas de la Magdalena y Los Peligros.
“Es bueno que lo cante la gente, toda, al que le guste y no parcializar la sociedad. Me parece bien y sería bueno tener ocho o diez canciones más que nos unan un poco y poder disfrutarlas”, reivindica Chema Puente en una entrevista que se emitirá este viernes 19 de octubre y que los lectores de EL FARADIO pueden escuchar ya en avance.
Y agradece «el gusto por esta canción” en la que está acompañado por Luis Mari Sánchez, “un gran artista que me ayuda mucho musicalmente”. Aunque tampoco nunca pensó que fuera a crear un himno popular: “eso lo decide la gente, yo no tengo la llave para hacer otra cosa porque si tengo la pretensión no me va a salir.
DE CUETO, DE TODA LA VIDA
Nació en 1951 en Cueto, al lado de La Nuncia, en un barrio de Santander con identidad de pueblo donde siempre ha vivido, salvo “un par de años” en los que vivió en el centro de la ciudad. Por eso es un buen cronista de este “lugar» que “ha evolucionado mucho”.
“Tenemos esa conciencia porque hemos visto a los bueyes arar y todos los huertos sembrados, que eran la despensa de la ciudad, y la gente iba a la plaza de la Esperanza a vender las hortalizas o la leche: era parte del sustento de la ciudad; ahora han cambiado mucho las cosas”, describe.
Puente explica que Cueto es una zona de expansión de la ciudad, en la que las construcciones no han ido escalonadas. “En 10 años entran 10.000 personas, otro tipo de gente, socialmente otro ambiente. Pero estamos conviviendo, somos un pueblo hospitalario. Hay buena gente y no hay conflictos raros”.
Encuadrado en la costa norte de la ciudad, de Cabo Mayor a cerca de la Maruca (Monte), el cantautor define Cueto como “una zona muy abrupta” y recuerda una tradición que “se ha perdido”, porque “hemos cambiado mucho”: la reunión de los vecinos los domingos para un picnic en La Cantera: “Nos bañábamos y teníamos que ir con zapatillas para no pincharnos los pies, antes no teníamos más que eso, pero ahora los críos tienen otro planteamiento y la vida se ha diversificado mucho”.
Son los paisajes que más ha frecuentado, de Cabo Menor y el Puente del Diablo a La Cantera; o el antiguo hipódromo, que “fue de los más importantes de Europa” y “en la primera guerra mundial vinieron los grandes jockeys y cuadras a competir aquí”. Allí, junto al actual colegio Vital Alsar, había una capilla “muy coqueta” que fue derribada para construir una más moderna. “Es una pena que tiraran aquello”.
Con esa conciencia del patrimonio destruido, puso música de romance de ciego a una letra sobre el incendio de 1941 en Santander. La letra se la dio a Benito Díaz un anciano del asilo de Cabezón y según Angelines Vejo la cantaba “el último ciego que fue a Caloca (en Liébana) vendiendo coplas”.
“El que hizo esta canción recogió todos los detalles importantes del incendio”, explica. Pero los detalles de la destrucción física; no de sus consecuencias, como el gran proceso de segregación social que vino en plena posguerra y al inicio de la dictadura de Franco. “Aquí no ha habido ninguna obra musical que haya tratado el incendio. Es algo que se ha tenido callado. Mucha gente se quedó con lo puesto y alguien en aquella época podía haber dado salida artística a toda aquella emoción; es algo que se tapó”, concluye.
LA CANCIÓN PROTESTA: SENDA COSTERA Y METROTUS
La playa de Mataleñas es su preferida porque es la que queda cerca de casa y donde coincide con la gente, “cómoda mientras tengas fuelle” –por las largas escaleras de acceso-, pero no «tan saturada” como El Sardinero.
Ese amor por la costa norte de Santander activó el compromiso de Chema Puente, activista musical de la Asamblea en Defensa de la Senda Costera, con una canción protesta contra la empalizada que de una mañana para otra destrozó la vista al Cantábrico por ese paseo. “No sé a quién se le pudo ocurrir”, comenta aún con cierta perplejidad, años después del episodio de movilización social.
Más recientemente compuso una chirigota contra el MetroTUS, la modificación del transporte público de Santander que ha obligado durante meses, hasta la reciente rectificación del Ayuntamiento, a los vecinos de la periferia a realizar incómodos transbordos en Valdecilla o El Sardinero.
Puente, que tiene un apellido coherente con la unión de causas, barrios y hasta de momentos históricos, recuerda, sobre el fuerte movimiento social que ha canalizado la indignación vecinal, que “tantos miles de firmas no se recogen en media hora”. En resumen, el MetroTUS fue “una locura”, un mensaje a los “vecinos del extrarradio” que fue como decirles: “no pertenecéis a esta ciudad”.
LA “ONDA” DE LA MÚSICA POPULAR CÁNTABRA ‘MAMADA’ EN CASA Y SU RESURGIR
Chema Puente mamó la cultura musical en casa. “Es cantar a tu padre, a tu familia y a tus abuelos. Siempre que había alguna celebración se cantaba. Mi padre lo hacía muy bien y siempre te queda “esa onda de la música popular”.
En su adolescencia, a finales de los 60 y principios de los 70, cuando llegan los vinilos, aunque compraba discos de soul no perdió el contacto con la música popular española. «Me gustaba mucho Joaquín Díaz, que trabajaba mucho el romancero, que es lo que más me llamó la atención”.
En una época de resurgir de la música popular cántabra, coincidiendo con la reivindicación de la autonomía para Cantabria, apareció en Cueto “un hombre de Polaciones que vino a trabajar en la construcción y hacía rabeles”, y la novia de Chema Puente de entonces, su actual mujer (“cosas que ya ahora no pasan mucho”, ironiza), Cristina, le compró un rabel y empezó a “tontear”. El rabel era de Polaciones y la música que escuchaba era campurriana, “los dos estilos de rabel que hay en Cantabria”.
En ese ambiente, también se popularizó un programa de radio, Por las Tierras de Cantabria, de Chuchi Preciados – uno de los artífices de la recuperación de la fiesta de La Vijanera de Silió, hoy de interés turístico nacional-, que le facilitó contacto con los rabelistas de Polaciones.
“Aunque no eran estudiosos del folclore lo valoraban y sabían el material con el que están trabajando. Que la gente se entere que tenemos una auténtica joya en el archivo sonoro de Radio Nacional”, sobre todo en la cuestión del «patrimonio inmaterial».
“A MÍ NO ME MOLESTA LA FERIA DE ABRIL”
Exprofesor de la Escuela de Folcklore de Santander, tiene un disco en el que fusiona la cultura cántabra y la española, De Santander a Sevilla. “Tuve la fortuna de entrar en contacto con Ramón Fernández, un gran artista y guitarrista que me echó una mano. Falleció hace un año y le echo mucho de menos”, lamenta.
“Hay cierto mal rollo entre la música de Andalucía y los sectores cantabristas, pero es que la relación entre Cádiz o Sevilla y Cantabria…sólo hace falta ir allí para verlo. No somos conscientes de la presencia de montañeses en nuestro país. Hay una manzanilla en Jerez que es Güemes y el fino la ina era de gente de por aquí en el comercio con Inglaterra, porque los que trabajaban ese vino eran montañeses, que porque eran listos o lo que sea entraron en el negocio de las bodegas, hicieron dinero y luego vinieron aquí e hicieron escuelas. En Cóbreces hay una escuela de capacitación agraria que lo pagó un Jándalo; en Cabezón de la Sal el asilo también lo pagó un Jándalo, como las escuelas de aquí de Los Salesianos”, reflexiona.
“A mí no me molesta que se celebre en Cantabria la Feria de Abril, de hecho tengo dos sevillanas, que no es que hayan tenido mucho éxito», bromea. «Pero a mí me gusta: es el banderín con el que sale a todo el mundo la música hispana», por lo que «algo tendrá», en su opinión.