Los rescatadores en el Mediterráneo, los ojos de Europa

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Santander es una ciudad pequeña. Todo está a mano, y la gente queda en la Plaza del Ayuntamiento, donde quedaron este sábado los cántabros que rescatan vidas en el Mediterráneo con un bombero andaluz que hace lo mismo. En Santander nos conocemos todos: conocemos a Carlos Zabala, a Nico Calzada, tanto que desde el templete, micro en mano, Carlos saluda a su amiga Sara, junto a su hija, que pasa por allí justo cuando ellos comienzan a explicar lo que hacen. Fuera, le espera su inseparable perro.

El centro de la ciudad, que refleja tanto el día a día que los comercios casi cuentan su evolución: donde antes había tiendas de toda la vida ahora están los Seguros de El Corte Inglés (nunca pensamos que veríamos un logo del Corte Inglés en pleno centro) y una franquicia de móviles. Pero una cosa queda del Santander de antes, el portuario, y el de ahora, y queda porque hay negocios que estarán siempre: un recuerdo de las aduanas franquea su charla, organizada por la Alianza Cántabra contra la Pobreza, dentro de los actos de la Semana contra la Pobreza, moderada por Jesús Puente, activista en organizaciones como Pasaje Seguro.

José Antonio Reina, Carlos Zabala, y Nico Calzada, moderados por Jesús Puente, Las fronteras, detrás, siempre presentes.

LA EUROPA DE LOS RESCATES QUE CEDE LOS RESCATES HUMANOS A LOS QUE NO RESCATAN

Son, desde Santander, los ojos de Europa, pero hoy hemos venido aquí, a pocos metros de la Oficina de Emergencia Habitacional a la que acuden afectados por desahucios, sobre todo a escucharlos, a que nos cuenten, como hacen con frecuencia en colegios e institutos, que son rescatadores que trabajan en Cantabria, pero que cuando juntan unos días, unas vacaciones, se van con la ONG Pro Activa Open Arms, a hacer lo que saben: tan sencillo como “salvar vidas”, rescatar gente en alta mar, ser la mano que está al otro lado.

José Antonio Reina, Nico Calzada y Carlos Zabala

Son incómodos, porque “somos los ojos de Europa”, admite Nico Calzada, que explica como sus barcos van con fotógrafo y periodista para que documenteN lo que sucede allí.

Los ojos de Carlos, Nico y José Antonio Reina, el bombero andaluz,  presidente de Proem-Aid, que han mirado a los ojos de las personas a las que rescataban, son ojos necesarios, porque la crisis de los refugiados ya no es tan mediática y nombres como Lesbos empiezan a sonar lejanos.

Pero en medio del silencio siguen pasando cosas: después del acuerdo con Turquía, una especie de subcontratación de las políticas de acogida a las que la propia Europa se había comprometido, hemos pasado de tener campos de acogida a campos de concentración, para refugiados. Sin brazaletes, pero también sin libertad de movimiento, derechos ni agua potable, describía Carlos Zabala.

No es lo peor: la Unión Europea, la de los rescates a países que en realidad eran secuestros de soberanía, la macroinstitución que legisla el mínimo detalle de cualquier etiqueta del supermercado, la misma que fiscaliza los gastos para que no pasen de un tope y devuelve presupuestos estatales, ha renunciado a lo que en el mundo del mar se llama “zona de rescate”.

Y se lo han cedido a Libia, “que no rescata”. “E, incluso, directamente, los ha hundido”, remarca sin necesidad de hacer mucho énfasis, porque la paradoja es evidente, Nico Calzada, que va más allá: recuerda que en las leyes del mar, cuando se rescata a alguien hay que llevar al puerto más cercano que sea seguro. Y puede que los sextantes digan que Libia esté más cerca de donde se encuentra a los refugiados, pero el otro criterio es que sea un puerto seguro. “Y ese no es Libia”.

Sigue contando lo que ha vivido en alta mar, lo que se hace en Libia, lo que le cuentan las víctimas de los guardacostas libios: a los refugiados de color se les trata como esclavos, a las mujeres las violan, y las niñas se rapan el pelo para parecer niños y así poder esquivar una violación. “Y Europa les da el control de los flujos migratorios y les devuelve a ese infierno”, crítica Nico, que tiene claro que ese acuerdo es “una burrada”.

A veces, incluso, son unos ojos que se trata de desviar a otros sitios, con políticas de coordinación con sus ONGs que las acaban centrando en otros países, que tratan de “quitar el foco sobre el Mediterráneo”.

«CUALQUIERA QUE VEA DELANTE UNA PERSONA QUE SE VA AHOGAR, VA A SALVARLA»

A sus amigos, a sus familias, a sus compañeros de clase, les costará reconocer a gente como Carlos y Nico, que en sus vacaciones pasan, sin ver dinero, por jornadas de 12 horas diarias de trabajo en alta mar, salvando vidas, en ese mensaje que dice que las ONGs que rescatan en el Mediterráneo están colaborando con las mafias.

Las embarcaciones llegan cargadas al Mediterráneo (Foto: Nicolás Calzada/Open Arms)

“Que digan eso me parece de chiste. Cualquiera que vea delante una persona que se va a ahogar, va a salvarla”, responde Nico, que incide en que “salvamos vidas, las que no salvan quienes las deberían estar salvando”, expone, mientras su compañero Carlos enfatiza que no son ellos quienes cobran, quienes trafican con vidas. “Vamos a un sitio donde puede haber problemas para tratar de ayudar”, asevera. .

“Somos bomberos, no podemos no salvar una vida”, apostilla José Antonio, que justifica que está haciendo “lo correcto”, en base a la educación que le “dieron en casa”, añade que es cuestión de ponerse “en el lugar del otro”: “si yo necesitara ayuda, me gustaría que otro me tendiese la mano”. Paradójicamente, la misma labor que realizan en el Mediterráneo la hacen en España con las pateras a petición de las autoridades españolas, “y entonces no es tráfico”, ironizan.

Si enfrente de la conversación hay alguien que insiste, al margen de los argumentos humanitarios y racionales está el criterio legal: cuando se les ha denunciado –porque se les ha denunciado–, la Justicia ha acabado dictaminando que su labor no es tráfico de personas.

De todos modos, desde Andalucía, José Antonio matiza que “no es cuestión de ser negro o no, es cuestión de ricos y pobres”, porque “si el que viene con viruta, se le abren las fronteras”.  “Entonces te das cuenta de que es política”, admite, al igual que admite que “no está en nuestra mano decidir lo que hacer”. “No sé qué hacer para solucionarlo, pero sí sé que puedo ayudar a que se visibilice”, pues creen que si consiguen mantener esas historias vivas, en lo que sería un segundo rescate, podrán contribuir a que esas personas “vivan dignamente”. Por eso son sus ojos, porque siguen mirando por ellos.

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2 Comentarios

  • Fernando Díaz.
    23 de octubre de 2018

    “si el que viene con viruta, se le abren las fronteras”. “Entonces te das cuenta de que es política”

  • Fernando Díaz.
    23 de octubre de 2018

    En este tema se mezclan varios planos y lo único que se genera con ello es confusión.

    -“Somos bomberos, no podemos no salvar una vida”.

    Según mi punto de vista sobre qué es la ética, ésta nos obliga a atender a nuestros semejantes para salvar sus vidas cuando éstas peligran. Por tanto, acudir en ayuda de estos migrantes responde a un impulso ético. Cada persona tomada así, individualmente, merece ser tratada como un semejante en el buen sentido de la palabra y hacer todo lo posible para su salvamento y asistencia.

    -”La UE ha renunciado a lo que en el mundo del mar se llama “zona de rescate”.

    El punto de vista moral ya es diferente. Y es que la moral (mos, moris; costumbre) se refiere a lo colectivo, al grupo al que uno pertenece. Desde esta perspectiva el criterio que prima es el bienestar social.
    Es tan diferente que entra en conflicto con el punto de vista ético: si atendiéramos a cada individuo que llega a nuestras costas o fronteras y se le colmase con las atenciones que merece como ser humano, la estructura socio-económica española colapsaría.
    Se puede decir que son enfoques no compatibles. Primar el ético sobre el moral sin más contemplaciones supone un ejercicio de ingenuidad.

    – “Entonces te das cuenta de que es política”

    La forma de conciliar ambos puntos de vista es la aplicación de las leyes y planificar actuaciones que tengan como horizonte la pervivencia y la sostenibilidad de la sociedad. Aquí, a su vez, , lógicamente, caben varias direcciones y posibilidades.
    ¿Visibilizar estas situaciones influye y mediatiza de cara a exigir medidas políticas más racionales y dignas? Es posible. Lo que no lleva a ningún puerto es considerar por separado cada uno de estos ámbitos.

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