El gran bazar de MBS
La noticia saltaba a la palestra a mediodía a través de la Cadena Ser: Las 400 bombas guiadas por láser, adquiridas por Arabia Saudí salieron del Puerto de Santander con destino a Yemen a finales de septiembre, momento en el cual el Presidente Sánchez, defendía la venta de armas a la monarquía ultraconservadora «por responsabilidad y por defender los intereses de España”.
Todo ello, cuando aún sigue candente la abducción, tortura y asesinato del periodista opositor saudí Jamal Khashoggi, en el consulado de su propio país en la ciudad turca de Istanbul.
A la crisis diplomática a tres bandas (EEUU, Arabia Saudí y Turquía, aunque también con la presencia de la Unión Europea), se une desde inicios de esta semana, la paralización de suministros armamentísticos por parte de Alemania y presumiblemente Reino Unido hacia Riyadh.
No tanto por ser los mismos utilizados contra la población civil de Yemen, en lo que algunos analistas han definido como “la peor crisis humanitaria del siglo XXI”, si no por el caso Khashoggi.
Queda preguntarse, ¿quien era Jamal Khashoggi y como pudo causar tanto revuelo diplomático su asesinato?. El periodista disidente era miembro de una poderosa familia saudí de origen turco-palestino (su apellido original era Kaşıkçı). Su abuelo, Muhammad Khashoggi, fue el médico personal de Ibn Saud, fundador del país que lleva el nombre de su dinastía. Uno de sus tíos, Adnan Khashoggi fue miembro de la jet-set marbellí de los años 80’.
Jamal Khashoggi no era pues un opositor a la Casa de Saud. Pero si es cierto que en sus años universitarios y primeros pasos laborales como agente comercial de las Librería Tihama de Riyadh, se vinculó a los Hermanos Musulmanes. Dicho grupo, a pesar de profesar el Islam Conservador como su ideología básica, negaba los principios de la monarquía saudí y optaba por un medio de actuación político que veía a los gobernantes del reino como “usurpadores”.
Esto y el haber contactado con Osama Bin Laden durante la yihad afgana, le costaron no pocas advertencias por parte de los servicios de inteligencia de su país. A pesar de ello, Khashoggi rompió lazos con Bin Laden a raíz de los atentados del 11-S en Estados Unidos y se distanciaría de la Cofradía Musulmana.
¿Que causó pues su enemistad con la clase dirigente actual de su país? El periodista veía al príncipe heredero al trono, Mohamed Bin Salman no tanto como un reformista, sino como un joven ambicioso. Aplaudía el “Objetivo 2030” de reformas económicas y sociales para el país, junto a las campañas anticorrupción o para minimizar el poderío de los clérigos del Reino. Pero criticaba directamente la privatización casi inmediata de sectores como el energético, la detención arbitraria de activistas pro derechos humanos o de miembros de la minoría chiíta, junto al bloqueo total de Catar por su acercamiento a Irán o principalmente el “Vietnam Árabe” (la guerra en Yemen).
Khashoggi, exiliado en Estados Unidos desde inicios de 2017 y a través de su columna en el Washington Post, acusó a las democracias occidentales de permitir el flujo de armamento pesado hacia puertos de Riyadh y que posteriormente serían usadas en Yemen contra los rebeldes houthíes y la población civil.
Sin diferenciar entre combatientes y civiles, como se vio en el bombardeo de un autobús escolar el pasado Agosto. Otro motivo de crítica fue el auge de fuerzas mercenarias con destino a Yemen, tras la sangría de militares saudíes, de los emiratos árabes o de Bahrein, siendo estos sustituidos por los oscuros soldados de fortuna de la compañía “Academy” de Erik Prince (tristemente conocida con anterioridad como “Blackwater”). El obsceno flujo de armamento pesado hacia países de Oriente Medio, no cesó a pesar del fracaso de la “Primavera Árabe”.
Regímenes como el saudí, acompañados por la autocracia de Abdel Fatah el Sisi en Egipto, han recibido por parte de España según el Centro Delàs de Estudios por la Paz 647,97 millones de euros en armamento.
Unido a ello, es que el tipo de bombas embarcadas en Santander en Septiembre, fueron usadas por la armada saudí en el bombardeo y sitio de la ciudad portuaria yemení de Hodeida provocando 17 muertos.
Al ser preguntado por la Cadena Ser por la responsabilidad adquirida ante estos sucesos, el presidente de la Autoridad Portuaria Santaderina, Jaime González se limitó a comentar que “cumplían con la legalidad”. Y hace escasamente unas horas ante el Congreso, Pedro Sánchez admitió que el asesinato de Khashoggi le “causaba rechazo, consternación y repulsa”, pero que asimismo no cancelaba el envió de armamento con base a “intereses estratégicos de España, que están situados en zonas muy afectadas por el drama del desempleo”.
Ni el peligro -demostrado- de mantener un buque cargado de hardware bélico en el Puerto de Santander, el uso de dichos artefactos para aniquilar a una población que sufre los estragos de la guerra desde Marzo de 2015 o en última instancia el brutal asesinato de Jamal Khashoggi de un modo que parecía sacado de un relato de terror; han logrado frenar el tránsito y flujo continuo de armamento pesado a zonas en conflicto.
La Realpolitik ha regresado (si es que se fue alguna vez), trayendo ante si impunidad para un país, el cual ha violado sistemáticamente todos los tratados y convenciones en lo que a derechos humanos o seguridad estatal se refieren. El temor de acabar en la lista negra de Riyadh como ocurrió con Catar, Turquía o más recientemente Canadá, pesan. Para EEUU, el contrato de 110.000 millones de dólares suscrito con la Casa de Saud, importa más que la situación de civiles yemeníes o la vida de un disidente del reino. Parece que España va camino de actuar igual o usar un neolenguaje exculpatorio. Y Mohamed Bin Salman, puede salir dañado de los últimos acontecimientos. Pero su bazar de armas, no se cerrará en un futuro próximo. Todo al contrario.