El macho improbable
En las vísperas, días 23 y 24 de noviembre, del Día Internacional contra la Violencia de Género, en La Teatrería de Ábrego se clausuró la IV Muestra Internacional de Teatro MUJERES QUE CUENTAN, con la puesta en escena de SCUM, a cargo del madrileño Teatro Xtremo, dirigida por Ricardo Campelo, y resultado de residencia de creación, en La Teatrería.
SCUM es un alegato, no tanto contra violencia machista, que también, como contra el macho mismo y su, tan indeseable, como inútil existencia.
La función tiene como fundamento textual el Manifiesto ultrafeminista con el mismo título, de Valerie Solanas, escritora norteamericana, quien víctima de violencia, por parte de sus propios padre y abuelo, padeció graves trastornos mentales, por las que fue internada, diagnosticada de esquizofrenia, en un manicomio (disculpen, o no, denominación tan políticamente incorrecta, alejada de eufemismos mixtificadores).
SCUM significa “escoria”, “desecho”, al tiempo que es acrónimo de Society For Cutting Up Men, literalmente Sociedad para cortar al hombre. Cortar, ¿qué? ¿el pene y sus complementos?, no, la cabeza. Eso es lo que viene a decir el Manifiesto, publicado en 1968, cuando su autora disparó, con premeditación, contra Andy Warhol, en su estudio.
No les voy a contar el Manifiesto. Me limitaré a considerar el resumen y uso escénico, que, de él, hace Teatro Xtremo, y que, a mi entender, recoge lo esencial. Es la segunda vez que, en pocos días, he tenido la oportunidad de asistir a sendos espectáculos del grupo. Y ha habido algo común en ambos, la intención de provocar, si no de escandalizar. Que de la función del 24, de La Teatrería se saliera de la sala una espectadora a poco de comenzar –no sé si escandalizada o por otros motivos-, no tuvo efecto llamada, pues todos los demás permanecimos en nuestros asientos. No nos escandalizaría ni provocaría tanto. A estas alturas, ya no; a la mayoría, no.
Mucho menos, si no se encuentra mucho sentido a que la performance comience con la preparación de una raya, que un intérprete esnifa con un billete de 50 euros. Ya, pone de manifiesto el natural vicioso y prepotente del macho, supongo. Dando por bueno, si lo es, ese sentido, no se ve la necesidad de que sea filmado en primerísimo plano, mediante una cámara, cuyo nombre, si lo tiene, desconozco, en manos del mismo esnifador, para ser proyectado lo que fácilmente se ve directamente.
Recurso inútil, además de molesto, moviéndose de un lado a otro, cámara y su portador, para acercarla a un vómito, a un deglutir comida como un cerdo, a una consolación con el micrófono o a un coño y unos sobacos, que son, no depilados, sino afeitados mediante una maquinilla desechable. Lo escatológico y lo naturalista –el realismo sucio- ya no impresionan, aunque no falten quienes puedan sentir asco (recuerdo ahora un espectáculo, lejano en el tiempo, de Rodrigo García, en el que los personajes se metían espaguetis por el culo. Pues eso…).
Con todo, y si bien tengo para mí que los manifiestos fundacionales son para leerlos, y ser puestos en práctica en la vida real, por quienes se adhieran a ellos, no quiere decir, no soy quién para ello, que no puedan ser llevados a la escena. Teatro Xtremo lo ha hecho con SCUM, y ha procurado actuar de revulsivo frente a la lacra de la violencia de género, exagerando la nota feminista hasta el sadismo, como el propio manifiesto lo exagera, hasta proponer un mundo sin hombres, y así acabar de raíz, con el problema, como quiso acabar, tan simbólica como demencialmente, su autora disparando contra Warhol, en la fecha con la que cierra su diario, en cuya última página utilizada, se repite el nombre del artista, como una obsesión.
Está bien enmendar la plana a Freud, fácilmente enmendable, por otro lado, que consideró a la mujer como un ser incompleto, atrapada en la añoranza de un pene que la naturaleza no le dio.
Pero enmendársela en sentido estrictamente contrario, lleva a poner a la mujer como depositaria de todos los defectos achacables al hombre, violencia incluida. Y, fieles al texto, así lo asumen los personajes femeninos de SCUM, que humillan al personaje masculino (cuando prescinde de la dichosa cámara), hasta la más abyecta degradación, que le lleva a confesar su miserable condición inhumana, que paga con la muerte a manos de la mujer, que no le necesita por su inutilidad, pues “ni para semental vale”.
Recuerdo ahora también que José Luis L. Aranguren, a quien tuve como profesor de Ética y Sociología en la universidad, decía que a veces conviene exagerar para dejarlo claro, lo que sea. Puede ser. Pero SCUM-manifiesto se pasa en el contenido; en la forma, SCUM-performance. Tanto, uno y otro, que casi dejan claro lo contrario de lo que pretenden. O sin casi. Es lo que tiene “lo ultra”