La media luna ante el discurso del odio
Ha vuelto a ocurrir. Esta vez en otro continente y país que podría parecer ajeno al terrorismo (Oceanía y Nueva Zelanda). Pero los ataques a la población civil, se cobraron este viernes día 15 de Marzo medio centenar de víctimas mortales y otro tanto de heridos de distinta consideración.
Aunque en esta ocasión las víctimas fueron en ambos ataques (Mezquita de Al Noor y Centro Islámico de Linwood), ciudadanos de credo musulmán que oraban en su día de credo.
El asaltante no sólo había dejado varios mensajes acerca del subsiguiente ataque previamente en las redes sociales, también se grabó mientras sembraba ambos centros de oración de caos y destrucción. La jefa del ejecutivo neozelandés, Jacinda Ardern, calificó el ataque de atentado terrorista y calificó la fecha como “uno de los días más sombríos de la historia de Nueva Zelanda”.
Las primeras informaciones fueron confusas. Se pensó que los asaltantes eran islamistas radicalizados, que veían en el histórico secularismo del Islam presente en el país una desviación impía que debía ser cercenada -tal cual hacen los fundamentalistas del autoproclamado “Estado Islámico”, sobre otras formas de pensamiento islámico que rechazan su ideología militante y violenta-.
Poco después, la jefatura de policía del país desmintió los reportes acerca de militantes islámicos, como asaltantes de ambas zonas de rezo. Se identificó al autor material e intelectual del mortífero ataque como Brenton Harrison Tarrant, ciudadano australiano de 28 años, residente en el país y que había firmado un manifiesto supremacista de 73 páginas acerca del “genocidio invisible de las autoridades contra el hombre blanco”.
Descrito como un “etno-supremacista”, Harrison tenía grabados en sus fusiles de asalto los nombres de dos tristes figuras de la extrema derecha: Josué Estébanez, asesino del militante antifascista Carlos Palomino, en un ataque con cuchillo en el Metro de Madrid en 2007 y Luca Traini neofascista italiano que en febrero de 2018 tiroteó a varios migrantes subsaharianos, dejando heridos de gravedad a dos de ellos.
Por desgracia, esto demuestra un hecho que no pocos gobiernos y cuerpos de seguridad han dejado de lado. Lo cual es que la Islamofobia ha aumentado de modo alarmante desde noviembre de 2015 tras la masacre de la sala Bataclan y la crisis de refugiados que huían de los conflictos de Oriente Medio in masse desde septiembre de ese mismo año. Igualmente, el discurso del odio ha crecido también con ataques antisemitas contra cementerios judíos en Francia y Bélgica, así como el asalto a negocios kosher (ligados al cumplimiento de normas de consumo judías).
La mal llamada “Derecha Alternativa” (o Alt-Right según sus siglas en inglés) ha crecido geométricamente con un discurso solapado que fue heredado de grupos racistas como el Ku Klux Klan -cuyo antiguo “Gran Dragón” o líder del partido, como era David Duke aplaudió los buenos resultados de partidos políticos antieuropeístas como son el Frente Nacional de Marine Le Pen o VOX, a raíz de sus 12 diputados en las elecciones al Parlamento Autonómico de Andalucía- y se ha institucionalizado para dar a entender que son la “Salvaguardia de Occidente”, frente a un “extranjero virulento y que busca acabar con el orden establecido”.
Todos sabemos lo bien que funcionó ese discurso/anatema para la victoriosa campaña presidencial de Donald J. Trump, el cual no dudo en negar los factores xenófobos en casos como el atropello masivo de Charlottesville en 2017 durante el mitin de extremistas bautizado como “Unite the Right”, o con base a los hechos del pasado viernes; obvió citar los motivos del atacante. Más duro fue oír a un senador del país vecino (Australia), culpar directamente del ataque a “las políticas que abren los brazos al desembarco de musulmanes fanáticos”. Tras pronunciar estas palabras, el senador Fraser Anning, conocido por sus posiciones extremistas; fue golpeado con un huevo por el joven Will Connolly -que grabó todo el acto con su teléfono móvil-.
Inmediatamente, Anning respondió atacando a Connolly de forma violenta y permitiendo que varios de sus seguidores, redujesen -casi estrangulándole- al joven. Las respuestas no se hicieron esperar: El primer ministro australiano, Scott Morrison y el jefe de la oposición laborista, Bill Shorten; presentarán la próxima semana una moción conjunta para revocar de su cargo a Anning (senador independiente por el Estado de Queensland). Algo deberíamos pues, sacar en claro de los terribles hechos del viernes: ante el odio, la respuesta es la unidad social, buscando educar y no excluir, así como arrinconar a todos aquellos que con discursos cargados de populismo rancio; emplazan a crear un territorio de “nosotros frente a ellos, los invasores”.