Disección poético-humoral
Lo mismo que una parte, no escasa, de las canciones modernas, tanto en músicas como en letras, podrían intercambiarse, sin que apenas se notara, así no son pocos los poemarios que admitirían ser sustituidos por otros, sin que sus versos se resintieran por el cambio, por más que todos sean personales, como no podría ser de otra manera. Pero las personas compartimos una condición, la humana, y no siempre nos distinguimos n su expresión. Por eso, cuando aparece un libro de poesía que, no admite permuta alguna, porque marca con nitidez sus límites, se produce un acontecimiento literario.
Es el caso de “Humores”, de la poeta cántabra Alicia Villares Frías. Ya antes había formado parte de un trío de poetas, que firmaron “Bukkake”, con sendos poemarios –“Pornografía etérea”, el de Alicia. En el delicado libro “A través del espejo”, los versos de Alicia poetizaron las fotografías de Beatriz Bello Doblang, que ilustraron a aquellos, en un ejercicio de complicidad personal y fértil entendimiento entre imagen y palabra. En cualquier caso, la producción literaria de Alicia, en prosa y en verso, no publicada en libro, es abundante. Cabe vaticinar que, a partir de “Humores”, su escritura será pública y publicadamente apreciada.
“Humores”, editado por Septentrión Ediciones, es un poemario que, si los tiene, yo no le conozco antecedentes. Su fuente de inspiración lo distingue: el “Tratado sobre los humores”, de Hipócrates de Cos, médico de la Antigua Grecia, cuya obra, teórica y práctica, se desarrolló en el siglo de Pericles, cuando se acabaron por sentar las bases de la Cultura Occidental, más tarde también Cristiana. La poeta transustancia un tratado de ciencia antigua, con observaciones empíricas, en un libro de poesía, con consideraciones en verso, que añaden una “6ª acepción”, a las cinco distinguidas por los diccionarios para la entrada “humores”, y que figura como subtítulo en el libro que me ocupa.
En “Humores. 6ª acepción” los poemas están distribuidos en ocho apartados, que la autora ha numerado con otras tantas letras del sistema jónico del alfabeto griego. En el apartado que abre el libro, Alicia redefine en verso los cuatro humores –sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema, localizados en órganos del cuerpo humno-, con los que Hipócrates y sus seguidores explicaron, no solo la razón de ser de las dolencias físicas y fisiológicas de los seres humanos, sino también sus temperamentos, caracteres y alteraciones anímicas, sin perjuicio de establecer relaciones entre todo ello y las estaciones de año, con sus constantes climáticas y atmosféricas.
El filósofo y científico Empédocles, por el mismo tiempo, había distinguido los cuatro elementos –tierra, agua, aire, fuego-, como constitutivos de la Naturaleza. Hipócrates los puso en relación interactiva con los humores. Alicia los reinterpreta poéticamente. Y el lector halle las relaciones: Sangre: “estación templada húmeda del miocardio”; “…capullos”; “…viento propicio”; “…reventar juntos”. Bilis amarilla: “…ave de verano”; “…enterrar la vesícula” “…a la luz del fuego”; “…que brote de la tierra”; “…sembrar la cólera”. Bilis negra: “La melancolía es un cepellón en el bazo”; “…casi un otoño desmembrado”; “…faltan relente y equilibrio”. Flema: “…collar de perlas blancas como el invierno…”; “…donde las circunvoluciones son más cerradas”; “…bronquiolos colgando de los techos…”; “…el orden extraído con pulcritud del cráneo y recogido en la balanza. Los entrecomillados, tan textuales, como descontextualizados, quizá puedan producir cierta extrañeza, que se disipa, una vez integrados en los poemas correspondientes, que requieren una lectura atenta, y previamente documentada, por cuanto, la de Alicia, es una escritura de riesgo, que asume en todo –o casi- lo que escribe. Es el riesgo de imágenes insospechadas, elaboradas mediante casamientos de palabras, que difícilmente podrían haber podido pensar que se iban a ver tan ligadas unas a otras. El lector tampoco, hasta que la poeta le hace sentir la dimensión surrealista, que la realidad puede presentar, sobre todo accesible a quienes llegan a ver más allá de lo que miran.
A su identidad de poeta, Alicia añade su condición de psicóloga, y sabe que el ser y el hacer del existente humano se compadecen dos grupos de componentes, que, a su vez, se compadecen entre sí: unos, genuinos, internos, propios; ambientales, ajenos, externos, otros, y que su interacción puede comportar efectos sorprendentes, pero que no dejan de ser normales.
Los “Humores”, en su 6ª acepción, los poetiza, no con pretensiones de verdad, pero sí de verosimilitud, que es una de las prerrogativas de la obra de arte, la de parecer mentira, pero ser verdad. Y, por ello, la poeta, en cada una de las partes del poemario, que siguen a la primera de las redefiniciones, aplica un bioanálisis a la realidad humana con sus circunstancias, y desarrolla las consecuencias de distinta índole, con predominio de las emocionales, que se derivan del entramado humoral, que están al alcance de sus versos, que son libres -como es toda la escritura de Alicia-, sin atención a métricas ni rimas, pero siempre dotados de un ritmo, pausado, a veces; a veces, presuroso, según los fluidos internos, que los inspiran. Palabras dichas con una voz reconocible, la de Alicia Villares Frías, voz propia desde hace tiempo. Tanto en prosa, como en verso.
Asistí a la presentación del libro en la librería DLibros, de Torrelavega, el sábado, 6 de abril. En ella, el editor, Carlos Alcorta, que acompañaba a la autora, expuso una lectura de “Humores”. La suya. Yo aquí dejo la mía, sin perjuicio de que, si vuelvo a leerlo, no sea la misma. Otra prerrogativa de la obra de arte. Y “Humores” lo es.