Unos Cuantos nos escenifican “imágenes del otro lado”
|| CRISTINA ALONSO GUTIÉRREZ – TRABAJADORA SOCIAL
El pasado 6 de abril en el Teatro Concha Espina fuimos testigos de esta obra dura y tierna a la vez y de colaborar con Interpueblos en un programa de salud sexual y reproductiva y el empoderamiento de mujeres palestinas que sobreviven en los territorios ocupados.
De la mano de Otto Gómez, 11 años, el más pequeño de la Agrupación teatral, que nos introdujo a bucear en las doce escenas de la obra, a través de las cuales sentimos en nuestra piel la impotencia, la necesidad de migrar buscándose la vida, la solidaridad entre mujeres, la impotencia ante las mafias sin escrúpulos, la agonía de una madre que no tiene cómo curar a un hijo en un país en guerra, la herida abierta y sangrante de un atrevido joven que se aventura a escalar una valla de pinchos como navajas, el aburrimiento de quién vigila, descubrir hermosos mensajes en botellas de innumerables náufragos del sistema, la pobreza y sequía del cambio climático, la angustiosa existencia de familias que desconocen el paradero de sus amados hijos, navegar sin rumbo ni destino hacia tierra de nadie, sufrir el robo de la infancia para ser soldado a la fuerza, y tantas otras injusticias propias de un sistema en el que preocupa más tener que ser, la riqueza a la humanidad y en el que todo vale y sálvese quien pueda.
Historias dramáticas que rozan el esperpento, el sarcasmo, la ironía de la vida y la cercanía de la muerte, la desesperación, el sufrimiento, la agonía, la frustración y la lucha con el valor inestimable de la esperanza que flota en tanto mar de injusticia. Esperanza que se traduce en sororidad, solidaridad, amabilidad, apoyo mutuo, confianza, cariño y ternura.
El conflicto palestino, como el saharaui, lleva enquistado años y años y es hora de analizar y solucionar. Toda población necesita un territorio sobre el que vivir. Poner el cascabel al gato significa que hay que firmar un acuerdo de paz de una vez por todas.
No es humano vivir en pleno desierto en una jaima, ni en un asentamiento ilegal. Millones de refugiados huyen por la geografía del planeta sin entender ni saber ya ni qué hacer por su pueblo, por sus derechos, por su vida. Únicamente la libertad dignifica.
El camino es claro aunque el humo sigue estando presente. La arena te envuelve y te llega a enterrar, camiones abarrotados de seres humanos que además de ser un rompecabezas es una realidad que no deja indiferente. Sentimientos que abren la mente y el corazón en un mundo lleno de noticias desgarradoras de luchas interminables y de valientes que se atreven a cambiar, porque la indiferencia es la peor de las compañeras.
En un mundo de locos donde tiene cabida tanto drama no vale mirar para otro lado, solo cabe unirse, para no solo sobrevivir, sino para vivir dignamente, derechos humanos básicos que se dan por supuestos en las leyes quedan al desnudo y pisoteados en tantos países donde ni siquiera la denuncia sirve, donde no llega el estado llegan las ONGs con el gran reto de sensibilizar a una sociedad que va poco a poco deshumanizándose y sobrecargándose de demasiada información que relentiza las neuronas y la capacidad de reacción.
Mi más sincera enhorabuena al teatro social y comprometido que tanta falta hace, mi deseo de que se propague como la hierbabuena y que se apoye desde la educación, las concejalías de cultura de los ayuntamientos y en general desde toda área política.