Iglesias rescata su mejor versión pero el gobierno a la portuguesa dependerá del PSOE
Es una pena que Podemos haya dado tanta “vergüenza” con sus navajazos internos, como admitió Pablo Iglesias el día que volvió a la Plaza del Reina Sofía cortejado por las y los responsables de tamañas purgas estalinistas, el día que volvió EL hombre para liderar la remontada.
Es una pena, de verdad de la buena, para los votantes de izquierda. Porque el Iglesias de los dos debates de televisión es el que más puede convencer de todos los candidatos, en propuestas, en tono y en diagnóstico de lo que nos pasa en España, enferma de banderas, de patrioterismo mal entendido, del inconstitucionalismo de los constitucionalistas en reparto de la riqueza, pensiones, trabajo o vivienda; y ahora de amenazas de involución en derechos sociales, igualdad o diversidad.
Iglesias lo clavó para toda esa España progresista, constreñida entre las banderas de los separatistas y la de los separadores: “Villar Mir o Florentino Pérez se parecen más a lo que es un enemigo de España», espetó, en una vuelta al calcetín del debate territorial mágica, que devolvió a los espectadores al Pablo Iglesias de La Sexta Noche que sedujo en 2012 porque había inteligencia al otro lado de la pantalla.
Ganador indudable en el debate de Atresmedia, donde estuvo a punto de soltarle un borbónico “por qué no te callas» a Rivera, pero fue contenido y ‘sólo’ le llamó “maleducado”. Iglesias, sin embargo, le barrió del plató en el debate de vivienda, uno de los puntos donde más se ha radicalizado la derecha de PP y Ciudadanos, hasta la caricatura de afirmar que el fenómeno de la ocupación de la vivienda es una alarma para cualquier español que salga una noche a tomar unas copas.
Rivera tendría que hablar más con la PAH o viceversa, porque vaya tela. La derecha, fuerte contra el débil, describe un fenómeno de okupas con ‘k’ de kilo y cresta punkarra, donde lo que está pasando es que hay familias normales y corrientes desahuciadas por fondos buitre sin alma que les importa menos que a Casado y Rivera (los constitucionalistas) lo que pone en el artículo 47 de la Constitución.
Es llamativo, con todo, que Iglesias no figure en ninguno de los principales titulares de la prensa española, que por hidalguía castellana o por seny catalán podían haber hecho esa concesión obvia: Iglesias estuvo, de largo, mejor que Sánchez, que Rivera y que Casado.
Que la prensa no se lo conceda refuerza también su discurso de la máquina del fango, que ha derivado en su tabla de salvación en esta campaña: las cloacas del Estado y la policía patriótica – sic.
Pero a la vez, todo lo que se juega Podemos, precisamente por la escandalosa autodestrucción del partido, es contener pérdidas en algunas provincias y cruzar los dedos para que el PSOE crezca todo lo necesario como para poder formar un Gobierno de izquierda.
Un Gobierno en el que Podemos se ha ganado entrar, no sólo por el último gran debate de Iglesias, sino porque ha triunfado la línea de la mirada larga con el PSOE. De marcar horizontes progresistas para que los aplique la izquierda posibilista. Lástima, de nuevo, que la izquierda idealista, mientras Iglesias firma con Sánchez la mayor recuperación de políticas sociales, haya matado el rato a puñaladas por un puesto en las listas o por crear el último nuevo partido, la última marca que confunda a su electorado.
Una política tan errejonista, la de la mirada larga y los horizontes para que ejecute el PSOE, que también da pena que ahora, marcada la senda para un Gobierno a la portuguesa, tenga que ser sin Errejón. Y sin Bustinduy. Y sin tanto talento expulsado a base de control autoritario del partido, delegado por Iglesias y Montero en lo que será su próximo grupo parlamentario.
Hay tanto dolor en Podemos que ni siquiera los pablistas lo disfrutaron en su plenitud, porque estaban actualizando el Twitter de Errejón a la espera de que reconociera el soberano baño que estaba dando Iglesias a los adversarios. Y que pidiera perdón y escribiera doscientas veces “no volveré a discutir al gran líder ni a Monedero”.
“El debate es como si estuviesen hablando en un bar con la música muy alta ¿A quién beneficia que las ideas se disuelvan en el ruido? Hay que recuperar una conversación española que ponga las necesidades sociales en el centro”. Y añadió en una respuesta con mucha menor difusión: “Salvo Pablo, en mi opinión”.
Por todo esto, lo de Pablo Iglesias anoche tiene un efecto muy relativo. Podemos ha hecho un campañón para que su núcleo duro resista en el Congreso y para que dé una suma de izquierdas. Incluso para entrar en un próximo gobierno de coalición. Pero el próximo domingo funcionará el voto útil y la izquierda tendrá que cruzar los dedos para que el PSOE crezca al máximo, porque si no… si no, como bien sabe Iglesias, no habrá un gobierno que haga políticas de izquierda.
duque de hernani
el problema de la vivienda es porque los alquileres estan muy caros, fijate que he tenido que comprarme un casoplon en galapagar, teniendo que traicionar mis principios estoy desoladoo jajaja.. !votame¡.