Café recién hecho
Hace ya 7 años que El Faradio llegó a casa, como los amigos de confianza, sin avisar. No nos conocíamos, era un recién llegado, pero un pálpito me llevó a buscarle silla y prepararle café. No importó que me pillara sin tiempo para recoger los platos sucios o hacer las camas, se sentó en la cocina y empezó a hablar y aquí sigue, contándome, contándonos, la vida.
Tal y como sucedió en mi casa, ocurrió en otras tantas. Con el tiempo y su buen hacer ha ido encontrando cada vez más espacios en los que quedarse y arraigar. Somos muchas las personas que, quizá sin saberlo, le esperábamos.
Llegó en un momento social agitado que respondía con temblores más o menos profundos, al roce de capas tectónicas inmóviles desde hacía mucho tiempo. Quizá no fue casualidad que naciera en ese momento, quizá sólo entonces se dieron las condiciones y precisamente por eso se alumbró.
Varias son las señas de identidad que dan un valor único a este proyecto, pero la más relevante para mí es la de haber hecho real lo que antes de su llegada pudiera sonar a chifladura: otra manera de hacer periodismo, salirse de los márgenes de lo convenido, poner en la agenda mediática lo que no estaba ni se esperaba que fuera a aparecer.
¿Credenciales? posiblemente no muchas, pero bien sólidas: la convicción de que era posible, de que había que hacerlo y toda la determinación para lograrlo. Una incontable capacidad de trabajo en equipo, la apuesta por generar una comunidad amplia y plural (incluyendo a quienes leemos y escuchamos ni más ni menos), la sabiduría de cuidar y de cuidarse. Artesanía, con toda su naturaleza de humildad y constancia.
Muchas mañanas más tarde de aquella primera taza de café compartida, comprobamos como ha ido consolidándose un medio que a fuerza de coherencia, de no acomodarse, de repensarse constantemente, ha conseguido ser, permanecer y tener perspectiva de futuro.
Hoy es un día importante para El Faradio, estrena web, y más allá de decirle lo guapo que se ve con el nuevo diseño y la sonrisa que nos produce saber de otro más de sus continuos avances, sentimos un orgullo especial, profundo, desde el cariño a lo propio, a lo que reconocemos cercano, de lo que nos sentimos parte. El Faradio crece, crecemos; sigue, seguimos.
-Qué bien se te ve… Venga, siéntate, está recién hecho, ahora saco unas galletas. Cuéntame…-