Carta de la madre de “semejante cosa”
Quién me iba a decir que iba a escribir yo algo sobre “semejante cosa”. Algo casi impensable para mí, pero aquí estoy, porque cuando me lo propusieron pensé que si se habla de estas cosas es porque existen, y si hablo sobre otras cosas, cómo no lo voy a hacer sobre esto.
Ser homosexual o trans no se elige: se es, se siente. Debería ser tan fácil como que cada uno dejara ser al otro como es, y así se acabaría con el problema. Vaya, ya salió una palabra que no quería utilizar, “problema”, pero obviar que esto crea problemas sería engañarme.
Cuando un niño nace, llega a una familia que él no elige. Y es ahí donde primero incidiré. Porque todos somos súper liberales y tolerantes, todos pensamos que si mi hijo hija fuera homosexual no pasaría nada. Esa es la primera mentira: no sabemos lo que pasaría, y a veces directamente ni lo pensamos porque pensamos en un hijo o hija “normal” con los roles “normales” entre comillas de cada sexo.
Si es un niño o niña homosexual, o trans, que existen, ya lo creo que existen, lo importante es que se sienta amado, aceptado y tolerado en su familia.
De ahí pasan directamente a la escuela, y ahí estos niños, que, insisto, existen, ya lo creo que existen, se encuentran de frente con otros niños y niñas que, por supuesto, juzgan, miran y critican, porque vienen de otras familias donde quizás no haya lugar para la homosexualidad o para los trans o bien porque no les ha tocado de cerca nadie que se sienta así o bien porque, como en la mayoría de casos, se obvia o directamente es un tabú.
Y del colegio estos chicos, que existen, ya lo creo que existen, pasan a la sociedad, el último escalón, donde todavía no se habla de este tema.
Claro que falta una ley para protegerlos, no vayamos de modernos y liberales, porque el día que dejemos de hablar y de diferenciar entre niños gays, lesbianas y trans y hablemos solamente de niños, porque no sufran nada especial por ser como son, solamente ese día mi querido país podrá decir que es moderno y liberal.
Quién me lo iba a decir…que a una madre común le iban a proponer escribir una humilde opinión sobre la “semejante cosa” de la inexistencia de los niños homosexuales y trans.
Para mí hubiera sido fácil haber escrito una historia ñoña, planfetera, de mi propia experiencia como madre. Pero sólo diré que soy madre común, de 46 años de edad, trabajadora como tantas, que tengo un hijo de 20 años maravilloso, feliz, afanado con la vida, disfrutón de la vida, amigo de sus amigos y tremendamente cariñoso con todos, con una sensibilidad que hace que brillar sea su forma de existi.
Para mí sería fácil o morboso hablar de su orientación: como madre, sólo diré que tengo un hijo libre, que respeta a las personas, que se enamora de las personas y todo lo demás sobra. Porque nos estamos olvidando de que detrás de las etiquetas sólo hay personas.
Gracias, hijo, porque me enseñas cada día a ser más persona y más tolerante.