No es lo que parece
Una mesa, dos sillas y una alfombra, en el escenario. Una carpeta con muchos papeles, bajo el brazo de una de las actrices, Colgado del hombro, después del cuello, de la otra actriz, un bolso, con algunas cosillas dentro, que ya sabemos cuáles son quienes hemos visto la función, y que ya sabrán quienes vayan a verla. Unos minutos de música, en dos tiempos, y una ruidosa iluminación perturbadora. Esos son los recursos escénicos con los que Línker Suárez, asistido por Pablo Escobedo, ha adaptado y dirigido “Locas”, obra del dramaturgo José Pascual Abellán, con la que Contigo Tres Teatro está celebrando su 5º aniversario. Con tan poco han montado una función, que viene llenando la sala en cada una de sus citas.
Yo no falté a la cita del día 25 de enero, que en una hora me hizo pasar por distintos estados de ánimo, por los que la sonrisa en los labios, se compadecía con un nudo en la garganta y con una reflexión cordial. Tales efectos, con tan es casos recursos, lo consiguen un texto, adecuadamente adaptado a las circunstancias, sobre todo espaciales, y que indaga en las relaciones entre locura y cordura, y dos actrices, convincentes, representando unos personajes, que se mantienen con dificultades en la cuerda floja, que se balancea entre cordura y locura, y que a veces se tensa tanto, que apenas cabe distinguir ambos estados, pudiendo pasar fácilmente el uno por el otro, y del uno al otro.
Tengo para mí que uno de los méritos del texto es prescindir de términos psiquiátricos mixtificadores: al loco se le llama loco, y, al manicomio, manicomio, que el adepto a los eufemismos considerará denominaciones políticamente incorrectas. En la obra se da un repaso al quehacer, tan poco lucido en cuanto a resultados, de la psiquiatría, que hace como que no sabe que su saber no alcanza para reparar desarreglos psíquicos, si llegan a un grado, en el que el componente de cordura sea mínimo.
Mariu Ruiz y Belén Cañas representan a dos personajes, que se encuentran en la sala de espera de la consulta de un psiquiatra. Aparentemente incompatibles, sus personalidades y sus quehaceres, entretienen el tiempo intercambiando sus avatares existenciales, en apariencia de éxito, los de una, Gregoria; los de la otra, Martirio, de fracaso, al parecer. Unos y otros son el caldo de cultivo de las alteraciones, que bullen en sus espíritus. En apariencia, dos mujeres, que no tienen nada que ver entre sí. Una es cuerda, eso parece, sometida a un estrés extremo, por culpa del aparente éxito. La otra está, según toda apariencia, loca, y tan en posesión de su declarada locura, que la disecciona concienzudamente, como si estuviera cuerda, lo que trae a su terreno a la que aparenta cordura, aunque el espectador atento sabrá ver cómo en algún momento que otro asoma la patita de la locura por debajo de su apariencia, lo que contribuye a dramatizar su aparente cordura, en tanto que la de la apariencia loca desdramatiza su locura tirando de una ironía, tan lúcida como distanciadora, y de un humor absurdo, acorde con lo absurdo de su aparente estado mental. Ironía y humor, de los que el texto está transido, y con los que las actrices, en una actuación memorable, trenzan un duelo dialéctico, por el que se pone de manifiesto lo de farsa, que se esconde en lo grave; lo de fragilidad, que late en lo sólido; lo de falsedad que trasluce lo verdadero; lo de fugacidad que arruina lo permanente; lo de muerte que acompaña a la vida; lo de locura que anida en la cordura..En fin, lo de enredo que anima existencia.
No es lo que parece, no. Pero lo que parece es real y verdadero.