Enrique Luzuriaga Martín, in memoriam
||por Alfonso García-Oliva Mascarós||
Se nos ha ido de repente Enrique… Una llamada de Pilar, su compañera, a medianoche, me ha dejado conmocionado.
Conocí a este hombre polifacético, inteligentísimo, tímido, modesto, sensible, creativo, generoso y mejor amigo en 1974, en el Instituto José María de Pereda de Santander.
Hemos sido amigos desde entonces. Y ya cumplimos los 60.
Con Enrique he compartido durante todos estos años militancia antifranquista primero y anticapitalista y republicana hasta hoy, partidos de béisbol, confidencias sobre nuestros respectivos amores y desamores adolescentes, jóvenes y maduros, marchas y acampadas, viajes más largos, música, literatura, charlas filosóficas, esperanzas, bromas (¡ay! su humor surrealista…), frecuente correspondencia y aún más cartas y mensajes desde que hace unos años se fue a Sevilla (por amor, sí, por amor a una mujer, en estos tiempos de egotismo narcisista e interesado).
Enrique Luzuriaga se licenció en Filología Hispánica, pero apenas ejerció esa carrera. Fue poeta, rapsoda, intérprete de guitarra, banjo, trompeta e incluso le pudimos oir a la batería en más de una ocasión. Iba a empezar con la mandolina en cuanto se jubilara, dentro de unos días. Y fue hijo, hermano, cuñado, marido y padre. También fue farero en Luarca, Pasaia y Cabo Mayor, en Santander. Y más tarde responsable de actividades culturales escénicas en la Autoridad Portuaria santanderina. En aquellos años, pasaron por la Estación Marítima de Santander bandas y músicos absolutamente insólitos en la escena cántabra. Y, sin duda, fue posible por su erudito conocimiento de lo que se cocía musicalmente por medio mundo, desde Norteamérica a Centroeuropa o Asia.
Fue capaz de renunciar a ese prestigioso empleo para volver a las balizas de la bahía, y más tarde irse a Sevilla y trabajar como administrativo, y allí siguió tocando música, formando una nueva familia y militando en la izquierda más transformadora.
En sus frecuentes retornos a La Tierruca, planeaba comprar, no muy lejos de donde yo vivo, una cabaña pasiega a la que retirarse en cuanto fuera posible.
Se nos quedan muchas cosas pendientes, amigo mío. No sé ahora cómo hacerlas…
Nacho
Adiós, Quique!.
Absolutamente inolvidable.
Antonio Martin
No conocía algunas de las facetas de nuestro Luzu.
Soy compañero del trabajo y el mi mejor compañero, aunque llevamos algún tiempo en centros de trabajo distintos, pero eso no cambiaba la cosa
Aunque hablábamos de muchas cosas, nuestras conversaciones solían basarse en los baños de ranciedad a que éramos sometidos día a día en nuestro puesto de trabajo reduciéndolos a nivel de anécdota, para sacarnos unas risas. También charlábamos de nuestros perros.
Cuando nos teníamos que quedar a trabajar por la tarde, nos comíamos un bocadillo en el parque cerca del curre, eso si no tenia que subir al pueblo para pasear la perra.
Es la única persona con la que podía hablar sin problemas pero con mucho ojo dada la atmósfera antagónica del lugar donde trabajamos, compartiendo los mismos puntos de vista o hablando de nuestros gustos.
Allá donde esté nuestro eterno Enrique solo me queda decir ya… que no encontraré un compañero como el, de eso estoy seguro.