Amar la marea morada
Amar la marea morada es sembrar vida y darla color.
Sostener el milagro de la vida en un clima de paz, respeto y ternura.
Amor revolucionario que trastoca a su paso.
La marea morada siembra las calles de fiesta reivindicativa: pancartas, consignas, manifestaciones, panderetas, banderas, bailes y danzas que conmueven el alma por las ciudades de todo el mundo.
El movimiento feminista está unificando todos los movimientos sociales en uno. Todas las reivindicaciones se integran en él: ecologismo y cuidado del planeta, pacifismo, sindicalismo y dignidad de las trabajadoras, diversidad cultural, movimientos vecinales, estudiantiles, obreros, de solidaridad entre los pueblos…
Unión de la humanidad en pos de la igualdad, entendida ésta como sinceridad en las relaciones, cuidado doméstico y crianza compartida, libertad de movimiento, de expresión, libertad ideológica, política, sindical, religiosa, espiritual, libertad para ser, sin que el género suponga una limitación, libertad sexual, salud reproductiva en entornos de atención cálidos, libertad de elección en cuanto a la salud, a la planificación familiar, a la elección de compañero o la forma de parir, igualdad en salarios y pensiones, reducir el precariado en todo el trabajo negro realizado a lo largo de los siglos en sectores como el agrario, ganadero o doméstico, condiciones laborales saludables y adecuadas, jornadas de trabajo dignas, inclusión de las historias femeninas en el currículo educativo, conciliación familiar que posibilite a las madres elegir alternativas para el cuidado de su prole, que se promueva la educación igualitaria que vaya terminando con los virus machistas y actitudes de superioridad por género, que se paralice la fabricación de armas y guerras que promueven la dominación y la explotación así como el colonialismo salvaje, que se respeten los derechos de las personas homosexuales o transexuales, las personas con discapacidad o en situación de dependencia, las minorías étnicas o los inmigrantes en proceso de inserción social, refugiadas, exiladas, apátridas, prostitutas.
Que no nos olvidemos que la vulnerabilidad social está ahí para todas y que las que están en el lado de las privilegiadas mañana pueden verse en el otro bando: sin trabajo, con crisis familiares, duelos, traumas, enfermedad, necesidad de emigrar, soledad o con cualquier crisis que desborda.
Que para redactar las leyes se cuenten con los sectores de población más vulnerables: personas sin hogar, reclusas, refugiadas, gitanas, mujeres con discapacidad, víctimas de violencia y que se elaboren ordenanzas y planes a través de la participación social real y efectiva para el cumplimiento de las leyes.
Que los medios de comunicación den voz y visibilicen la realidad de las mujeres no solo por noticias fatídicas de muertes, violaciones y abusos, sino todas esas noticias de mujeres valientes que cada día se entregan a causas nobles y favorecen la cultura, el desarrollo, el arte, la salud, la educación, el progreso y el bienestar de la sociedad en las que están inmersas. Mujeres artistas, humildes, valerosas, sencillas y entregadas.
Que no decidan por ninguna mujer en las instituciones, ni en los colegios, ni en las empresas, ni en los hospitales, respetando las elecciones personales, teniendo en cuenta su criterio y sus necesidades, posibilitando herramientas, recursos y medidas políticas que contribuyan a una igualdad real en todos los ámbitos de la vida.
La realidad social es que las mujeres encuentran apoyo en la sororidad mutua y esto lleva a una mayor conciencia social que posibilita la transformación y una progresiva conquista de la justicia social, aunque el camino es lento, aumenta el empoderamiento, la valentía y el coraje lo que promueve derechos a golpe de dignidad.
Por una mejora de la política social que sea transversal posibilitando el acceso a la ciudadanía a unos derechos sociales básicos: vivienda, educación, protección familiar, sanidad, empleo digno.
Por una progresiva redistribución justa de la economía fiscal.
Por unos servicios sociales dignos que garanticen la cobertura de las necesidades básicas de las mujeres y sus familias.
Por esto y por mucho más todas a la calle otro 8 de marzo.
Previamente a la concentración con motivo del 8 de marzo en Torrelavega en el Centro Social Itaca organizó una mesa redonda «Trabajadora elige lo necesario», la cual visibilizó la labor de varias mujeres trabajadoras y sindicalistas en diferentes empresas como Sniace o Clece, contaron sus experiencias en sus respectivos centros de trabajo, así como sus reivindicaciones en torno a la igualdad laboral.
María Velázquez, titulada con personal a su cargo en una empresa masculinizada como es SNIACE, vio su labor influida por dicho ambiente y se sintió cuestionada o puesta en el punto de mira de muchos compañeros de la fábrica.
Ana María López reivindica que los edificios se construyan pensando en quien los limpia, así como que se faciliten los contratos indefinidos a quien lleva años y años en el mismo puesto.
Algunas de ellas procedían de familias que ya estaban afiliadas a sindicatos y esto las facilitó una toma de conciencia que les llevaría más tarde a implicarse para luchar por sus derechos y su salud en el trabajo ya que como reconocían en ocasiones la única solución es empastillarse para poder adaptarte a los estresantes ritmos de trabajo y las penosas situaciones de infraestructura y logística. Proponen que se trate por igual a hombres y mujeres por el mismo trabajo, se posibiliten la labor sindical sin represalias personales, se favorezcan ambientes de trabajo adecuados como las condiciones de iluminación y ventilación así como material ergonómico que prevenga enfermedades típicas de la profesión de teleoperadora como tensiones cervicales y mareos.
Todas ellas coincidían en la necesidad de unirse para lograr sus objetivos y mejorar sus condiciones laborales y reconocen tristemente que en pleno siglo XXI todavía se estigmatiza a quien decide afiliarse a un sindicato.
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