Suspendidos los desahucios previstos para las próximas semanas

El virus, que se ha puesto la camiseta verde, ha forzado un Estado de Alarma, y una suspensión de medidas, procedimientos y trámites administrativos y judiciales. Y los desahucios eran eso, un trámite. Es decir: no ha sido una decisión, sino una consecuencia. Pero hay que contarlo: la crisis del coronavirus (esto sería el titular clásico) fuerza la suspensión de los próximos desahucios en Cantabria.
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En la vieja normalidad, por mucho que la añoremos, no se estaba tan cómodo: una de las rutinas de la vieja normalidad era marcarnos (activistas y periodistas) fechas en el Calendar en las que estaban previstos desahucios.

La rutina ahí era que tras una situación personal, laboral o familiar, empezaban los problemas para hacer frente a los pagos varios que implica una vida, una casa, y que inevitablemente llegaban al de la hipoteca o el alquiler, hasta desembocar a las terribles palabras: ejecución y lanzamiento.

Entonces, dentro de esa normalidad que se vivía a costa de mucho desgaste, ansiedad y sufrimiento, colectivos como la PAH o STOP Desahucios convocaban acción antidesahucios para tratar de frenarlo, interponiéndose físicamente ante una comitiva judicial que lo más habitual era que desistiera. Así vimos casos como el de Gema, en Dávila Park. Aunque había sus variables: a veces la propia convocatoria de la acción forzaba la suspensión del desahucio, otras era una medida judicial.

Era, con todo, una normalidad cambiante, porque llegamos a un punto de la larga, inacabada y envolvente crisis en que ser desahuciado de tu piso en propiedad se volvió algo casi retro, casi de lujo. Si me perdonáis la frivolidad, lo que se puso de moda fue el desahucio por alquiler, la fórmula a la que recurren los que menos seguridad laboral o vital pueden tener, y en la que más han crecido los desahucios en los últimos años, la segunda fase de la crisis o lo que algunos dieron en llamar la salida del túnel.

Aquí también pasaba de todo, porque ser inquilino significa tener casero, pero los caseros han cambiado y el rentista que tiene muchos pisos ya no es sólo un señor con muchos guiones entre los apellidos, sino un ente abstracto que suma muchos nombres, preferiblemente en inglés, aunque de todo hay.

Desde Astillero a Cayón, muchas familias fueron quedando atrapadas en una maraña demasiado global para entenderla: sin moverse de su casa, fueron rebotando de casero en casero. De sus pisos en propiedad pasaron a Liberbank, la antigua Caja cercana, en la primera oleada de desahucios. Y ahí empezó la ronda de nombres que no conocemos, Beyos y Ponga, Las Peñicas, nombres que iban cambiando en el remite de los sobres pese a tener ellos mismos la misma dirección. De Entrehuertas a Renedo, el nuevo casero ya no era el rentista de los paseos y las amistades del club: ahora se relacionan con fondos en Australia, en Reino Unido, con los apellidos que precipitaron la crisis en Estados Unidos.

Pues bien, hasta eso se volvió normal. Y hasta eso iba evolucionando: teníamos los desahucios que pasaban de una generación a otra, de Paco y Luci a Carol, porque las familias pueden ser como un castillo de naipes, a casos como el de llamémosla María, cuyo hijo nació durante su primer desahucio y ha cumplido siete años pendiente del segundo, cruel representante de la Generación Peñicas, que no vio acabar la crisis y que encadenó oleadas de desahucios.

Todo esto viene (porque estoy violando todas las normas periodísticas de empezar con la novedad y no usar nunca la primera persona) a que llamémosla María, al igual que el vecino de Guarnizo al que iban a desahuciar este miércoles (nueva vuelta de tuerca: fue su casero al que le ejecutaron la hipoteca a manos de un fondo financiero) han esquivado el lanzamiento previsto de forma inminente.

El virus, que se ha puesto la camiseta verde, ha forzado un Estado de Alarma, y una suspensión de medidas, procedimientos y trámites administrativos y judiciales. Y los desahucios eran eso, un trámite. Es decir: no ha sido una decisión, sino una consecuencia. Pero hay que contarlo: la crisis del coronavirus (esto sería el titular clásico) fuerza la suspensión de los próximos desahucios en Cantabria.

Como tantas cosas, cuando pase todoesto (porque se dice así, de carrerilla y todojunto), María, la familia de Guarnizo y tantos otros tienen la suerte y el riesgo de volver a la vieja normalidad. Fuera lo que fuera eso.

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