Cañadío: Una ópera al aire libre

La céntrica plaza santanderina se ha convertido en un improvisado escenario de canto lírico cada tarde, después del aplauso las ocho. Animada por sus vecinos, Felisa Palacio suma su voz al agradecimiento colectivo “a quienes están dándolo todo para luchar contra el Covid-19”
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Cuando -con el estado de alarma y la orden de confinamiento- se popularizó el aplauso de las ocho de la tarde a los sanitarios, Felisa Palacio recibió un mensaje de Whatsapp de una vecina: ‘Uno de estos días nos tienes que regalar tu maravillosa voz’. Su familia también se lo había propuesto, pero a ella le daba entre pudor y vergüenza.

Ante la insistencia de los suyos, finalmente decidió lanzarse. Su hija adolescente, cuando quedaban pocos minutos para las ocho, la “calentó la cabeza” para que se atreviera con un aria de Haendel, Lascia Chi’o Pianga.

“Rápidamente buscamos en YouTube un acompañamiento musical y, sin pensarlo mucho, al terminar los aplausos, conecté un altavoz bluetooth y comencé a cantar. Reconozco que fue un momento muy bonito. La gente se quedó en las ventanas y en los balcones escuchando y, al terminar, la ovación fue muy emocionante”, explica Felisa.

A Felisa Palacio siempre le ha gustado cantar, pero primero su carrera profesional como periodista y después la crianza de cuatro hijos hicieron que pospusiera uno de sus sueños: formarse en el conservatorio y obtener el título oficial de canto. Lo hizo por fin hace tres años y desde entonces ya se ha enfrentado varias veces a cantar en público. Lo que nunca imaginó es que su balcón en la Plaza de Cañadío de Santander fuera a convertirse en escenario.

Lo que podía haber quedado en anécdota se ha convertido programación diaria de “la ópera de Cañadío” por aclamación popular. Al día siguiente, sonó el timbre de su casa. “Abrimos la puerta y encontramos un dibujo de los niños del tercero. Me animaban a seguir cantando cada día”, comenta. “El dibujo me encantó, porque aunque yo el día anterior había cantado con una sudadera y en zapatillas, ellos me dibujaron con un vestido rosa largo, tacones, melena de peluquería….. ¿quién puede decir que no a eso?”

El segundo día se atrevió con Debussy. El altavoz de desconectó y cantó media canción a capella, pero también cosechó muchos aplausos y una compañera del conservatorio que vive cerca la envió un mensaje para ofrecerse a acompañarla. “Nos vinimos arriba y decidimos hacer la Barcarolla de Offenbach: un dúo en toda regla”. La cosa no resultó como pensaban. No se escuchaban bien, pero también recibieron muchos aplausos.

El agradecimiento de los vecinos no sólo llega en forma de aplausos. Aparte del dibujo, también ha recibido una botella de vino. Aunque Felisa asegura que lo que más le ha sorprendido es que sus hijos, de entre 8 y 18 años, no solo no se avergüencen de que su madre cante por la ventana, “algo que en un adolescente entraría dentro de lo normal”, sino que la animan mucho a seguir y hasta proponen canciones”.

UN REPERTORIO PARA TODOS LOS PÚBLICOS

Felisa ha ido incorporando al repertorio temas más conocidos, como la banda sonora de la película La Misión o el Over the Rainbow de El Mago de Oz. “He pensado prepararme la de Frozen, porque los niños del cuarto piso son mis fans más efusivos”, añade divertida. Ya ha cantado Mozart (ver vídeo del Laudate Domino), Bach, Pergolessi, Faure, Puccini, Schubert…

Asegura que no es fácil cantar en un espacio tan abierto, “aunque la acústica de Cañadío sin coches ni gente me ha sorprendido, porque la voz parece que se arrastra por los edificios y, por alguna grabación que me ha llegado, se transmite bastante bien”, explica. Sabe que nadie espera un recital profesional, pero ella busca la fórmula para que cada día pueda escucharse mejor. No deja de ser una gran oportunidad para hacer llegar el canto a muchas personas que quizá no tengan ninguna costumbre de escucharlo.

UN PRIVILEGIO DE IDA Y VUELTA

Vecinos de Cañadío, Santa Lucía o Daoiz y Velarde son el afortunado público de Felisa Palacio cada tarde. Si salir a aplaudir nos está conectando con el vecindario de una forma especial, asistir juntos a un recital diario es también una manera de sentirse unidos. Para Felisa, son muchas las razones para sentirse afortunado en estos momentos: “Tengo un hogar, tengo una familia, tengo la música dentro de mí…”, nos cuenta. «Canto para hacer más llevaderos los días a quien quiera escuchar y para aportar mi granito de arena en el agradecimiento colectivo a todos aquellos que están dando todo lo que tienen para intentar solucionar esto cuanto antes. Y eso, para mí, es un enorme privilegio”.

 

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