En estos días extraños en que nos encontramos donde la incertidumbre nos domina y las alegrías son escasas, encontrarse con una mujer versátil, vitalista, decidida y singular es un regalo. Hoy se asomará a nuestro balcón del Cantábrico Ana de Pombo, inclasificable y especial en cada una de las etapas de su vida.

Ana nació en La Cavada en 1895 en una familia aristócrata, contrayendo matrimonio muy joven con Cayo de Pombo – de quien tomaría su apellido- con el que tuvo dos hijos. Eran personas con temperamentos muy diferentes lo que les condujo a la disolución del enlace. Solo habían permanecido casados 12 años. Esto supone la primera de las rupturas de Ana con el orden establecido, lo cual va a formar parte de su biografía .

Su andadura profesional comienza con el apoyo de su hermana Elvira y algunos importantes amigos de la burguesía y la aristocracia española y francesa, instaurando en París su propia casa de modas.

Fue tal su éxito que mademoiselle Chanel la llamó para integrarse como secretaria y directora de las primeras filiales en Biarritz y Deauville.

Ana consiguió atraer a sus amistades santanderinas a estas dos ciudades costeras haciendo que fuesen todo un éxito durante los años 30 del siglo XX.

Compartía con Coco Chanel la idea de que la moda tenía que ser sencilla y funcional, siendo una herramienta de liberación femenina con el diseño de prendas que diesen a la mujer autonomía en sus movimientos. Ana participa de una de las etapas más creativas de la historia de la moda y del arte.

Tras algunas desavenencias con el entorno cercano a Coco Chanel recibe la llamada de la Casa Paquin para convertirse en directora estilística, abriendo filiales en Londres y Buenos Aires con gran éxito. Su libertad creativa le lleva a invadir de boleros, volantes y faldas de vuelo la Alta Costura y a diseñar escaparates basados en la iconografía de Velázquez que son alabados en toda Europa.

Pero su singularidad le conduce en paralelo a otros caminos de la creación: por un lado, se introduce en la creación de vestuario para el cine y, por otro, lleva a su máxima expresión su gusto por la música y la danza que desde pequeña compartía con su madre. Fue la precursora de conciertos de castañuelas en espectáculos de baile español con música de Albéniz, Falla o Granados, donde los trajes regionales tradicionales se combinaban con danza libre.

Uno de los más bellos vestidos que llevó sobre el escenario fue pintado por Zuloaga en color negro y con unas enormes rosas blancas.

Tras algunas idas y venidas en el mundo de las costura se instala en Madrid con su tercer marido y fundan ‘Tebas’, el primer ‘concept store’ español donde en un mismo espacio se aúna decoración, moda y estilo de vida. Su fracaso económico no le impide seguir teniendo nuevos proyectos.

Sus últimos años transcurren en Marbella en ‘La Maroma’ su oasis particular donde su amigo Jean Cocteau pintó seis magníficos paneles que dominaban el espacio. Se trataba de un salón de té al que acudía con su estrafalaria vestimenta acompañada de gente variada y rara para una España en blanco y negro.

Su última reinvención fue la escritura; su afición poética se despertó tarde en Ana y quizá puede deberse a varios trágicos acontecimientos en esos años.

En ‘Mi última condena’, su autobiografía prologada por la duquesa de Alba, cuenta su cosmopolita vida en cuatro apartados: Ana de Pombo, Ana de París , Ana de España y Ana del Mundo. En su relato introduce poemas de recopilaciones anteriores junto con artículos de prensa y la aparición de un buen número de personajes del mundo artístico, político, económico y cultural de la primera mitad del siglo XX.

Ana de Pombo,una existencia llena de contradicciones, una pionera de la conservación del Patrimonio Histórico y una mujer libre de ataduras.

La belleza, la belleza …