Una anciana de 89
En 1931, cuando la crisis que siguió al crac no había tocado fondo todavía, el 12 de abril fue domingo, como este año. Y en España se celebraron elecciones municipales. Era el inicio de una reconstrucción del sistema democrático después del paréntesis dictatorial de Primo de Rivera. Y de los falseamientos anteriores a 1923. El resultado en la mayoría de los grandes núcleos urbanos precipitó un desenlace bastante inesperado. Dos días más tarde el rey renunció y se proclamó la República. En la madrugada del miércoles 15, en la cubierta del Príncipe Alfonso, donde hacía la mili, mi padre pudo ver al monarca subir por la escala. No hubo ningún desorden a la puerta del Arsenal de Cartagena. Y el crucero de la Armada navegó hasta Marsella con su ex regia carga. La reina, la de nuestro paseo principal, se fue en tren al día siguiente. La pareja no era pareja desde hacía muchos años. Tradiciones familiares…
Creo que escuché más veces a mi padre que había llevado los palos, como caddie de Alfonso XIII, y a sus compañeros de juego, en el Golf de Oyambre, en los primeros años veinte, que esa participación que el azar le había dado en un hecho notablemente histórico. Aquel abril mi padre todavía no había cumplido los veinte. Le tocó vivir una época difícil como a toda su generación y aquí estamos los herederos sin acabar de creernos lo que nos está pasando. La II República cumple este martes 89 años, que es una edad muy respetable, pero lo malo de esa anciana institución es que falleció y no de manera accidental, hace 81. Con esos antecedentes, es posible que nos estemos quejando de puro vicio ahora, cuando el conjunto de nuestros dirigentes políticos pudiera estar por debajo de la estatura media de la ciudadanía.
Yo estoy contento con mis cinco metros de terraza. Me sobran metros para aplaudir a las ocho de la tarde. Esta crisis está trabajando mucho a favor de varias ciencias sociales. Los titulares de Nueva York nos sobresaltan. Hispanos y afroamericanos sufren la pandemia en un grado mucho mayor que los blancos, más o menos anglos. Pero es que la situación en Nou Barris o Vallecas se parece mucho a la de Queens. El problema es ser pobre, no el color de tu piel, aunque es cierto que muchas veces la correlación entre una cosa y otra hace saltar las estadísticas por los aires. Confinarte en donde a muchos nos gustaría pasar unas vacaciones no es lo mismo que cuando solo tienes una ventana a un patio interior, o a la pared de la casa del vecino. Es el mundo que hemos o nos han organizado.
Dicen, supongo que los más optimistas, que de esta no se puede salir para seguir con lo mismo, que el neoliberalismo nos ha llevado hasta la puerta del infierno y que ahora lo va a ver todo el mundo. Pero, sin que me haya ganado el pesimismo, escuchar gritos de apoyo de masas enfervorecidas, sin mascarilla protectora, a su bien amado líder, él sí, enmascarado, no da para subir mucho en la escala del optimismo. Ya sé que eso era en Brasil. Más cerca, otro tonto a las tres, en versión muy chabacana, el Premier británico ha librado. Me alegro por él, de verdad, pero si sigue teniendo en sus manos el gobierno de ese gran país después de lo que dijo cuando la enfermedad ya estaba desembarcando en sus islas…Tampoco es para que nos gane un ataque de optimismo. El trío culmina en EE.UU y a la vez es donde la prueba del nueve puede verificarse más pronto. Si hay elecciones presidenciales a final del año y Trump es reelegido… podría ser la señal de que seguimos sin aprender nada. Me doy ese margen. Poco más de medio año. Quizá algo antes tengamos una vida menos emparedada.
Veritas
Que malos son los gobernantes Brasileños, Británicos y por supuesto los malvados USA, tenían que haber hecho lo mismo que el Gobierno de España. No haber ocultado informes de la OMS ni de la UE y dejar que la gente acudiese a aglomeraciones, todo ello por espurio interés político y claro … miles de muertos y la economía destrozada para años. A ver si a partir de ahora te preocupas de la pobreza de los españoles.