Mi amigo José María Calleja
Escribir una necrológica es siempre complicado, si además se trata de un amigo entrañable, la tarea se convierte en penosa. José María Calleja era una de las personas más combativas que he conocido, incapaz de dejar pasar una injusticia sin enfrentarse a ella. Y con una personalidad tan arrolladora que era imposible que pasara desapercibido.
Estas son las dos cualidades que todo el mundo ha podido observar por su actividad pública. Los que le conocimos de cerca pudimos disfrutar de una de las personas más tiernas y cariñosas que he conocido.
Vivimos juntos los años de la universidad en los años 70 del pasado siglo, en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid, donde formamos parte de la oposición antifranquista y como no pasaba desapercibido, se convirtió en uno de los líderes del movimiento estudiantil y por ello fue detenido y encarcelado. Ya entonces se vislumbraba su vocación periodística, era muy rápido y lúcido en las asambleas y redactaba con una facilidad pasmosa los panfletos que con paciencia multiplicábamos en una vietnamita para luego buzonear en los barrios obreros de Valladolid.
En los primeros 80 se trasladó a San Sebastián y comenzó a trabajar como periodista, primero en la agencia Efe y después en la ETB. Allí se dio de bruces con la violencia y el dolor que estaba produciendo ETA con su lucha armada. Nos narraba el horror de los asesinatos que él tuvo que cubrir asistiendo a los estragos producidos y el dolor de las familias. Su gran humanidad no soportaba la soledad y el abandono de las viudas y los hijos de tantas víctimas. Ante tal situación, José Mari no podía permanecer callado y luchó sin tapujos contra tal violencia, a decir lo que muchos pensaban, pero pocos se atrevían a decir.
Cuando presentaba el informativo de ETB, comenzó a llamar las cosas por su nombre, asesinatos a los atentados y banda terrorista a ETA. Se convirtió en el azote del terrorismo etarra y esto le puso en el punto de mira de la organización.
Aunque durante esta época nos veíamos poco, cuando nos reencontrábamos era como si no hubiese pasado el tiempo, largas horas de conversación y risas. Aunque no siempre estuviéramos de acuerdo ni defendiéramos las mismas posiciones, el respeto, la amistad y el cariño estaban por encima de cualquier diferencia. Estos encuentros casi siempre tuvieron que ser con escolta ya que se había convertido en un objetivo de ETA.
Sus amigos nos alegramos cuando a finales de los 90 se trasladó a Madrid, aunque nunca dejó de estar vinculado al País Vasco y su lucha por la paz. En estas dos últimas décadas ha trabajado como profesor asociado en la Facultad de Periodismo de la Universidad Carlos III y ha colaborado en diversos medios de comunicación. Los últimos años nos hemos visto muy poco, lo que me produce una gran pena. Los amigos hemos seguido estos últimos días la evolución de su hospitalización y los escuetos partes médicos que nos infundían esperanzas.
Nuestro amigo Ludovico decía que, si con él no había podido ni Franco, ni ETA, tampoco podría el coronavirus.
La valentía y el tesón de Calleja, esta vez, no ha servido para doblegar a este maldito virus. Con Iñigo y Mikel, todos sus amigos nos sentimos huérfanos, pero, al mismo tiempo, José Mari forma parte de nuestras vidas y siempre estará en nuestro recuerdo.
Antonio Fernández Calleja
Muchas gracias por tus palabras en nombre de mi familia y en el mío propio. Un abrazo