Muchacho…
Muchacho, en los últimos cincuenta años Torrelabega carece de una biografía que resista diez minutos de lectura.
Maldita sea, cuesta asumir que no habríamos sido absolutamente nadie sin unas generaciones de tipos recios que rompieron con todo, que se abrieron paso corriendo a oscuras, que entre todos iban trayendo el día, le iban logrando con su esfuerzo, con su clamor innumerable. Demonios, amigo mío, tipos que construían el mundo, construían su mundo: su ciudad.
Y aquí estamos, 2020, con esa sensación de irreversible fracaso cronológico que sirve para medir el desolador paso del tiempo. Bajo un cielo abultado de nubes blancas y grises, desplomado y sombrío, como un enorme presagio. Respirando en silencio este despojo. Soñando con un soterramiento, una pasarela sobre un río, un ascensor y pintar todas las calles de rojo… de comer nadie habla. De empresa y empleo, de meterle algo al estómago nadie sabe nada.
Dice Erny que “el sabor de una merienda escasa no mejora si te lavas las manos…”
Me voy al bar.