Los productores ecológicos apelan a una alianza con los consumidores, porque, como advierte Diego González (Eco Tierra Mojada),”vienen tiempos duros”.

Debido a la crisis actual se han suspendido los mercados de proximidad, y las ventas al conjunto de la hostelería se han visto seriamente afectadas, lo cual repercute directa y negativamente en la economía de los diversos productores, mientras que el incremento de los precios que el consumidor soporta no se traslada al sector primario.

Así se puso de manifiesto el pasado viernes en un debate organizado por Cantabria No Se Vende sobre experiencias cántabras en la producción de alimentos.

María Montesino, en un momento de la charla

En la cita, telemática, intervinieron María Montesinos, ganadera integrante de la cooperativa Siete Valles (primera cooperativa de ganadería ecológica de Cantabria) y responsable de La Ortiga Colectiva; y Diego González, agricultor responsable de Eco-Tierra Mojada, dedicado a la producción agroecológica familiar de hortalizas y frutas en Maoño, todo ello bajo la moderación de Patricia Manrique, filósofa, periodista y miembro de CNSV (Cantabria No Se Vende) y del grupo de consumo Atrope.

Manrique hizo hincapié en la necesidad de generar una producción de alimentos que se integre con la biodiversidad natural, es decir, plantear un modelo de producción y consumo que impulse el equilibrio territorial, fije la población en nuestros valles y evite el éxodo constante de población a que nos vemos sometidos.

Según explicaron, hay un cierto consenso dentro de la comunidad científica de que el origen del coronavirus podría estar relacionado con la ausencia de biodiversidad y con un modelo industrial de agricultura y ganadería.

María Montesino, de La Lejuca y la cooperativa Siete Valles de Montaña, incide que comer es un derecho y no se puede convertir en una forma de comerciar: “este coronavirus nos ha enseñado que esencial es alimentarnos y nos podemos alimentar bien”

CANTABRIA FAVORECE UN MODELO COOPERATIVO

La Lejuca

Siete Valles de Montaña, con el apoyo del grupo hostelero Deluz, es un proyecto que apuesta por un modelo agroecológico de producción frente a las ganaderías intensivas, que, como señala María, “en Cantabria no tiene ningún sentido porque estamos en un territorio donde la ganadería extensiva se tiene que poner en valor”.

La orografía de Cantabria favorece las fincas de tamaño pequeño o mediano, y, por tanto, una estrecha colaboración entre agricultores, además de la explotación directa sin el recurso a temporeros.

Además, llaman la atención sobre que hay poca cultura en lo relativo al consumo de carne de pasto, aquella en la que los animales que utilizan esta alimentación al 100%, sin necesidad de cereales. Esto conlleva la reducción de la huella de carbono y de la huella hídrica con el añadido de que la carne es mucho más saludable.

Estas explotaciones benefician, por sus características, a todo el ecosistema. Favorecen el desbroce, el mantenimiento de pastos y la biodeversidad.

LA IMPORTANCIA DE LA VENTA DIRECTA

Para ambos, es fundamental la venta directa al cliente. La base del negocio es el consumidor final con el apoyo de las tiendas de proximidad, respetando los alimentos de temporada.

Diego, de Eco-Tierra Mojada

El proyecto de Diego consiste en una explotación hortícola en ecológico y certificada desde hace 5 años con una extensión de 1,5 Ha. que permite vivir a su unidad familiar. Su proyecto es familiar y está al mando junto con su pareja Rocío.

Él viene de la agricultura convencional desde siempre. Sus padres fueron de esas generaciones de los 80 a poner invernaderos. El potencial de esta pequeña empresa es”el cliente final”.. Dentro de su invernadero, cuenta con una pequeña tienda lo que le permite efectuar una venta directa al cliente.

La Cooperativa Siete Valles a la que pertenece María desde hace tres años, es la primera Cooperativa de ganadería ecológica de Cantabria y el fundamento por el cual nace es “permitir que durante todo el año los ganaderos ecológicos podamos vender el producto al consumidor final sin pasar por intermediarios”, es decir, sin intermediarios especulativos que lo encarezcan.

Tal y como sostiene María, ”necesitamos que muchas familias pequeñas de productores puedan tener una vida digna y sostenible en el campo”.

En la cooperativa de María sí que trabajan con grupos de consumo como familias grandes o grupos de amigos. Los estándares de calidad del mercado descartan mucho producto que sería totalmente apto para el consumo. Se calcula que un 40% de la producción no sale de la propia explotación por no llegar al estándar exigido.

Además, apuntan que a través de las diversas entidades y Ayuntamientos se pueden tejer asociaciones de consumidores y productores que permitan dar a conocer esta actividad así como trabajar en con el comercio local.

ECOLÓGICO Y BARATO

El producto sostenible implica también que el precio final que paga el consumidor sea económicamente viable ya que, como resalta Diego, ”lo ecológico tiene que huir un poco de lo gourmet, de lo exclusivo”.

De esta manera, se intentan ajustar los precios para que así sea más asequibles a cualquiera. El problema viene cuando se quieren consumir productos fuera de temporada, sin embargo, y como se ha señalado, si adquirimos productos típicos de temporada el precio será más asequible y mucho tiene que ver la unión entre el consumidor y el productor.

Para ello enfatiza que ”la unión entre el consumidor y el productor hace todo mucho más ecológico y más sostenible”.

Además, explican que los trámites burocráticos para adherirse a la producción ecológica ni son tan complicados ni tan caros como a primera vista parece. Se pueden buscar ayudas en determinadas asociaciones que te permitirán salir adelante sin excesivos problemas y para eso podemos acudir a distintas asociaciones, sindicatos colectivos o cooperativas