Amnistía Internacional entrega 74.000 firmas en la Consejería de Sanidad en apoyo al personal sanitario

La organización ha recopilado testimonios de personal sanitario que narran cómo los guantes, las mascarillas y las batas, así como otros elementos de protección, no estaban llegando a los centros sanitarios
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Una vez finalizada de la campaña de Amnistía Internacional exigiendo al Gobierno la protección del personal sanitario de nuestro país, que comenzó el pasado mes de marzo, tres representantes del grupo de A.I. de Santander, entregaron en la Consejería de Sanidad del Gobierno de Cantabria, las más de 74.000 firmas recogidas en toda España en defensa de la Sanidad Pública.

Desde Amnistía explican que quienes nos han cuidado y siguen haciéndolo necesitan más medios, más recursos. “Tenemos personal insuficiente, muy por debajo de lo que se espera de un país como España, medios insuficientes y un presupuesto menguante. Este es el contexto en el que aparece la pandemia”.

“Hemos actuado de dique de contención, pero necesitamos más recursos para afrontar esta fase de desescalada” señalan los sanitarios con los que ha podido hablar la ONG. “Para poder controlar esta fase y los posibles nuevos brotes, es importante que la atención primaria tenga más herramientas”.

Y animan a la ciudadanía a sumarse a su reivindicación por la sanidad pública, “tú puedes estar en primera línea exigiendo sus derechos. Exige más recursos para la atención primaria, más materiales de protección, que se desglosen los datos de personal sanitario contagiado y fallecido y acceso a pruebas de detección”.

#PROTEGEALPERSONALSANITARIO

Amnistía Internacional ha recopilado durante esta crisis testimonios de personal sanitario que narran cómo los guantes, las mascarillas y las batas, así como otros elementos de protección, no estaban llegando a los centros sanitarios que tratan a los pacientes del coronavirus. Ante esta situación insostenible, la organización ha lanzado el pasado mes de marzo una campaña para exigir a las autoridades que garanticen esta protección.

“Sabemos que la situación es complicada, pero con más de 9.444 sanitarios infectados, el mayor número existente entre los países que están enfrentando las peores consecuencias del coronavirus, las autoridades no pueden poner más excusas: es su obligación proteger a quienes nos protegen y hacerlo antes de que sea demasiado tarde”, señalaba Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional.

“Hemos hablado con personal sanitario que se encuentra exhausto y desesperado, exponiéndose al contagio y, al mismo tiempo, corriendo el riesgo de contribuir a la propagación del virus entre los pacientes. No frenaremos la curva si nuestros sanitarios van cayendo enfermos”, aseveraba Beltrán.

La organización quiso recopilar testimonios que indican que los y las profesionales sanitarios tienen que reutilizar los equipos de protección individual, con el alto riesgo de contagio que eso conlleva, y cómo escasean las batas impermeables y las gafas, por lo que deben usarlas más de una vez. Además, ni siquiera disponían de mascarillas adecuadas para todas las personas que realizan el intubado a pacientes, una maniobra altamente contaminante y que en algunos hospitales se realiza cada media hora. Algunos relatan cómo se han visto obligados a usar la misma mascarilla durante semanas.

“Nos faltan mascarillas de alta eficacia, que recomendaban los protocolos, para intubar o aspirar secreciones. Y hemos tenido que usar mascarillas de nivel inferior, que también han faltado, además de que las estamos usando de paciente a paciente, poniendo una mascarilla por encima”, señalaba Eduardo Fernández, enfermero del hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes, Madrid.

Todo esto se suma a la difícil situación psicológica que enfrentan los y las profesionales. “La carga emocional que soportamos es muy dura porque debido a las medidas de aislamiento, correctas y necesarias para evitar la expansión del virus, los pacientes están solos y sufren. Nosotros suplimos a sus familias y esto es una carga emocional que asumimos como parte de nuestro trabajo, ya que siempre hemos cuidado esa parte humana, pero tiene sus consecuencias cuando nos vamos a casa y nos preguntan cómo estamos”, señalaba el enfermero.

“Exponiéndonos como estamos haciendo, ya he empezado a tener síntomas y mi pareja se ha tenido que ir a vivir al salón. Como yo, también mis compañeros en el hospital sienten este mismo miedo”, relataba.

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