Gente como Cayetana
De una bajeza moral sin límites, son unos bárbaros y constituyen el doble fondo de esta sociedad dolo-democrática (que a algunos por lo visto parece perfecta), la higa en el bolsillo, payasos de una caja de sorpresas, muecas horribles, un mundo paralelo, un submundo más bien.
La gente como Cayetana y, sobre todo la misma Cayetana, no piensa, barrita y luego lo llama “teoría política”, una teoría que pisa la mierda de los perros y de los hombres por la mañana temprano y por la noche más tarde, cuando de vuelta de sus aquelarres, se cruzan con las ratas.
En el territorio FAES, el viento hace revolotear la basura: bolsas de plástico, insultos, mascarillas, infundios, bolsas de patatas fritas, mentiras, envoltorios de chicles, corrupciones varias, escupitajos de aznares, felipes y abascales al alimón cuyos acólitos son una vergüenza con patas en sede parlamentaria.
La diputada del PP Álvarez de Toledo, por nombre Cayetana, con su sonada intervención en el Congreso el pasado 27 de mayo, fecha en la que informó al diputado Pablo Iglesias de que su padre era un terrorista, ha marcado un hito en la agenda ideológica de la derecha española y en particular en los faetones, es decir, el personal mas franquista de los post-franquistas. Sin embargo, para asombro de unos cuantos aquí no ha pasado nada o quizá, tan solo (y lo digo porque puedo verlo todos los días) apenas las gaviotas que, por la mañana temprano apuran con glotonería las migajas de porquería que esta gentuza va dejando a su paso o, también, las urracas que con sus vigorosos picos agujerean las cajas de pizza que se amontonan frente a las puertas de su sede.
Entre tanto, los barrenderos, duermen.
Y las personas de nuestra tribu, ciudadanas de a pie, siguen llevando en la frente el estigma invisible de lo rojo. El regreso al país del que los expulsaron se ha convertido, a los ojos de esa gente, en una suerte de pecado. Hoy son ellos, «travestis» políticos y fascistas de toda la vida, los que se empeñan en definir lo que es democracia y lo que no.
Sí, los barrenderos duermen.
Y los demás nos sentamos en un banco, bajo la copa de un árbol que se esfuerza por crecer. Sobre nosotros, la luna llena de neón, el aire, húmedo y caliente y el cielo nocturno azul oscuro. Esa misma noche terminarán las votaciones – OTRAS- aún así, los indecisos seguirán preguntándose a quien votar. Ya te digo. Con seguridad, a la mañana siguiente, será de nuevo el llanto y el crujir de dientes cuando comprueben, comprobemos que gentuza como Cayetana se ha metido en el Parlamento.