La madriguera. Epílogo: «La paradoja de Teseo»

Tiempo de lectura: 6 min

Los tiempos difíciles han ayudado a hacerme comprender mejor lo infinitamente rica y maravillosa que es la vida y que muchas cosas que nos preocupan no tienen la más mínima importancia”.

Karen Blixen

La entrada a la madriguera se veía extraña, no sabía Alicia lo que se iba a encontrar al otro lado. En cada entrada se ha ido reconociendo, reconociéndose en lo que ve, pero consciente de que hay más, mucho más, a ambos lados del espejo. Consciente de que ha aprendido a mirarse desde diferentes ángulos,  y de lo poliédrica que es esa realidad que la interroga a modo de sonrisa suspendida bajo los ojos de un gato escurridizo y hasta cierto punto burlón. Y es que ni siquiera el gato tiene las respuestas que buscaba Alicia. Quizás no vaya de eso.

Alicia se hace mayor y la cabeza sigue es su sitio. La reina de corazones la cortó el cuello, pero solo era un sueño. El coronavirus ha rebanado cuellos, lo sigue haciendo. Nos ha puesto frente al espejo de quienes somos, de lo que somos capaces, de nuestras propias contradicciones. Nos ha ofrecido la oportunidad de elegir por donde queremos salir, como queremos hacerlo y lo que haremos cuando estemos fuera. Incluso si preferimos quedarnos “refugiados” dentro. Si somos los mismos que entramos o no. Lo que aprendimos, si es que aprendimos algo, y lo que queremos ser. O si todo fue un sueño y lo único que queremos es volver al lugar del que veníamos. La paradoja de Teseo hecha realidad con forma de confinamiento, en barcos hecho de cuatro paredes[1]

Alicia no tiene las respuestas, esta Alicia no, nunca pretendió tenerlas, esta Alicia no. Su madriguera surgió más por supervivencia que otra cosa. Y cuando estaba dentro fue viéndose en el espejo de quienes entraban en ella, pero sobre todo con la curiosidad de cuál sería el rostro, el reflejo de quienes se quedaban fuera. Quizás en ellos esté alguna de las respuestas cotidianas con las que el día a día nos interroga cuando nos tropezamos con el vecino en el ascensor y su mascarilla choca con la tuya, convertidas en banderas de trincheras irreconciliables. O quizás, si probamos antes de juzgar, como decía Humpty Dumpty podamos ser algo más:

“Eres tan exactamente igual a todos los demás…

—Por lo general, se distingue una por la cara —señaló Alicia pensativa.

—De eso es precisamente de lo que me quejo —rezongó Humpty Dumpty

—. Tu cara es idéntica a la de los demás…, ahí, un par de ojos… ( señalando su

lugar en el aire con el pulgar), la nariz, en el medio, la boca debajo. Siempre

igual. En cambio, si tuvieras los dos ojos del mismo lado de la cara, por

ejemplo…, o la boca en la frente…, eso sí que sería diferente.

—Eso no quedaría bien —objetó Alicia.

Pero Humpty Dumpty sólo cerró los ojos y respondió:

—Pruébalo antes de juzgar.”

En cada uno de los textos que han entrado en esta confinada madriguera una Alicia diagnosticada de COVID 19 ha sentido que existía ese algo más…y que, aunque solo se representaban a ellos mismos, también eran una parte insustituible de ese “todo” que les rodeaba que se mostraban como un universo lleno de matices  creado desde la parte más humana de cada una de ellas. Y Alicia veía en ellos algo de ella misma. Desconcertante y esperanzador a la vez.

Y es que estamos hechos de tantos espejos; rotos, cóncavos, y conbesos, y sin besos también, que a veces no sabemos dónde mirar, ni qué reflejo es el nuestro, o descifrar el alcance y significado de tanta opacidad. Hemos cruzado tantas veces el espejo que quizás la frontera ya no existe. Porque,  no todas las madrigueras son iguales, ni todos los encierros (propios y ajemos). Alicia lo sabe, tanto como huye de quienes reparten carnets, juzgan y parecen saberlo todo, quizás porque Ella es un poco así y el confinamiento la ha puesto frente al espejo de lo que es y de lo que quiere o le gustaría ser. Pero sobre todo de lo que no le gustaría ser.

Pandemias, guerras, hambre, injusticia, solidaridad, humanidad y lucha en unos tiempos   que nunca serán ni  los mejores, ni los peores de los tiempos, como diría Dckens en su historia de dos ciudades:

“En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.” O, como decía mi abuela,  “depende donde mires o donde te haya tocado vivirlo” (yo me quedo con la frase de mi abuela, la entiendo mejor, será porque era mi abuela)…

Desde el rincón de la madriguera donde Alicia intenta encontrar su lugar en el mundo y saber qué significado tiene, la cita de Karen Blixen que encabeza el artículo es una cura de humildad tan buena como cualquier otra. Y yo que sé, sabéis que os digo,  no sabremos como son los unicornios si no les damos, y nos damos a nosotros mismos,  la oportunidad de creer en ellos o incluso de “verlos”:

“El unicornio contempló a Alicia con una mirada soñadora y le dijo: —Habla, niña. Alicia no pudo impedir que los labios se le curvaran en una sonrisa mientras rompía a hablar, diciendo: — ¿Sabe una cosa?, yo también creí siempre que los unicornios eran unos monstruos fabulosos. ¡Nunca había visto uno de verdad! —Bueno, pues ahora que los dos nos hemos visto el uno al otro —repuso el unicornio— si tú crees en mí, yo creeré en ti, ¿trato hecho? —Sí, como guste —contestó Alicia”. Quizás vaya de eso.

En La madriguera. GRACIAS.

 

Notas: [1] Según una leyenda griega recogida por Plutarco:

«El barco en el cual volvieron (desde Creta) Teseo y los jóvenes de Atenas tenía treinta remos, y los atenienses lo conservaban desde la época de Demetrio de Falero, ya que retiraban las tablas estropeadas y las reemplazaban por unas nuevas y más resistentes, de modo que este barco se había convertido en un ejemplo entre los filósofos sobre la identidad de las cosas que crecen; un grupo defendía que el barco continuaba siendo el mismo, mientras el otro aseguraba que no lo era.»​

Y en cuanto a nosotros:  ¿Somos los mismos? ¿Lo son nuestras vidas en esta denominada «Nueva Normalidad»?

Imagen cedida por Almudena Campuzano.

 

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