Montserrat Soto presenta “Dato Primitivo 5. Pinacoteca”, una reflexión sobre la censura a través de los libros en el arte
Las fotografías de Montserrat Soto (Barcelona, 1961) protagonizan una nueva cita expositiva en la Sala Robayera de Cudón, bajo el título “Dato Primitivo 5. Pinacoteca”. Se trata de una iniciativa organizada por el Ayuntamiento de Miengo con la colaboración de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, que estará expuesta desde el 29 de agosto hasta el 29 de octubre, de martes a sábados de 19 a 21 horas y los domingos de 12 a 14 horas.
La muestra reúne una selección de fotografías de obras emblemáticas de la Historia del Arte con un denominador común: todas ellas contienen iconografía relacionada con el libro y su representación. El objetivo es mostrar cómo la creación y el pensamiento han estado permanentemente controlados por el poder religioso, político y económico, quizá porque los libros y las imágenes constituyen el legado cultural con el que se construye la memoria.
Cada composición contiene un repertorio de imágenes, en su mayoría de temática religiosa, realizadas entre los siglos XII y XX por maestros anónimos o autores como Alberto Durero, Jaume Huguet, Juan de Juanes, Pedro Berruguete, Diego de Siloé, El Greco, Francisco de Zurbarán, Jan Massys o Pieter van Aelst, dispuestas siguiendo el formato de una pinacoteca clásica. La artista incorpora asimismo fragmentos de sus propias obras, algunas de las cuales pertenecen a esta misma serie.
En algunas piezas incluye fragmentos de prensa con noticias como la quema de libros de Hitler en 1933 o el primer número de la revista Charlie Hebdo después del atentado de 2015, así como imágenes que muestran desde un quipu de tipo silábico, como los que destruyeron los conquistadores españoles tras su llegada al continente americano, a una estatua de Bamiyán (Afganistán), antes y después de la acción de los talibanes, junto a artículos de la Constitución Española o de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sobre la libertad de expresión. Completan la exposición una serie de textos con fragmentos del “Índice de Libros Prohibidos” de Sotomayor (1640), una carta del Inquisidor General a la Secretaría de Gracia y Justicia (1777), “Camino de la Perfección” de Teresa de Jesús, “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes o “Imagen y Culto” de Hans Belting.
Durante más de diez años, la fotógrafa ha recorrido diferentes museos, archivos y colecciones –del Museu Nacional d’Art de Catalunya, el Museo Nacional del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza o el Museo del Greco al Museo de Bellas Artes de Boston y el Museo Idlib de Aleppo (Siria), entre otros–, para rastrear la historia del libro desde la perspectiva del arte, proporcionándonos una reflexión sobre la censura y la autocensura donde la parte no visible es tan importante como aquello que las imágenes muestran; una memoria sustraída, borrada o prohibida durante siglos y, particularmente, desde la aparición de la imprenta.
La exposición constituye la primera muestra monográfica de la artista en Cantabria, si bien su obra ha formado parte de proyectos colectivos como “Cultura, pobreza y megalópolis: el arte contemporáneo y la lucha” en Villa Iris, “Itinerarios 2001-2002” en la Fundación Marcelino Botín o “Bruma, luz, concepto y sentimiento” en el Palacete del Embarcadero de Santander.
La artista cántabra se suma así a la nómina de artistas reconocidos con el Premio Nacional de Fotografía que han pasado por la Sala Robayera, como Alberto García Alix o Chema Madoz, o a la extensa relación de creadores reconocidos con el Premio Nacional de Artes Plásticas, en el caso de Albert Ràfols-Casamada, Martín Chirino, Joan Hernández Pijuán, Luis Gordillo, Eduardo Arroyo, Josep Guinovart, Rafael Canogar, Darío Villalba, Juan Genovés, Juan Barjola, Miquel Navarro, Susana Solano, Juan Navarro Baldeweg, Adolfo Shlosser, Eva Lootz, Miguel Ángel Campano, Juan Muñoz, Juan Uslé, Alfredo Alcaín, Jaume Plensa, Carmen Calvo, Jordi Teixidor o Ángel Bados.
ARTISTA COMPROMETIDA CONTRA LA CENSURA
Montserrat Soto ha investigado las leyes o los códigos que impedían que las obras de arte mostrasen abiertamente determinados contenidos, de ahí el predominio de los llamados libros simulados o figurados, sobre todo entre la Edad Media y la Ilustración. Más allá de sus valores plásticos y estéticos, estas obras de arte son el efecto de unos mecanismos de control que vetaban el acceso al conocimiento para adoctrinar a la población. La Inquisición, por ejemplo, llegó a publicar listados de libros prohibidos con castigos que iban desde la excomunión a la condena por herejía, vigilando en todo momento qué textos e imágenes se podían difundir con tal de evitar la propagación de doctrinas que no comulgaran con sus dogmas y, supuestamente, velar por la “salud espiritual” del pueblo.
La artista pone de manifiesto cómo el férreo control que el poder ha ejercido sobre la producción intelectual a lo largo del tiempo ha llegado hasta hoy, dado que los mecanismos de censura del pasado perviven en la actualidad en las redes sociales; de ahí que incorpore en las obras alguna alusión a las formas de archivar propias de las nuevas tecnologías.
Tanto el archivo como la construcción de la memoria siempre han estado muy presentes en el trabajo de la fotógrafa. En este proyecto confluyen sus dos grandes líneas de investigación: los espacios del arte y el paisaje a través del viaje, interrogándose –e interrogándonos–, tal como apunta Alicia Murría en el texto que acompaña el catálogo de la exposición, sobre cómo hemos almacenado el conocimiento del pasado y cómo las nuevas tecnologías influyen sobre lo que se decide conservar o silenciar. Se trata de reflexionar, en última instancia, sobre los mecanismos de control que rigen nuestra sociedad y en los que apenas reparamos.