«En Potes, a los 18 años, tienes que elegir entre proseguir tu formación fuera o quedarte como ganadero o en la hostelería»
La despoblación es algo de lo que ya se viene hablando desde hace tiempo. El concepto de ‘España vaciada’ alude precisamente a poblaciones que tienen dificultades para seguir existiendo, porque sus habitantes ven que la falta de oportunidades les obliga a continuar con su proyecto vital en otra parte.
Esta vez hemos querido dedicar un espacio especial en EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, a hablar de esta cuestión. Abrimos de nuevo nuestro espacio Cantabria 2030, de la mano de la Coordinadora Cántabra de ONGD, para tratar un poco más a fondo una cuestión que preocupa a muchos habitantes del medio rural de la comunidad. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son lo que están en el centro de esta sección, con la colaboración de la Coordinadora Cántabra de ONGD.
En este caso, si hablamos del campo, tanto el Objetivo 11 como el 12 pueden aludir al medio rural. El 11 habla de ciudades y comunidades sostenibles. Es decir, que nuestro lugar de residencia sea un lugar habitable donde desarrollar nuestra vida. El 12 es el de producción y consumo responsable. Si hablamos de alimentos, en Cantabria tenemos una gran cantidad de iniciativas, pero hay varias que tienen dificultades para darse a conocer y mejorar sus perspectivas.
Carlos Moreno es lebaniego, pero se tuvo que marchar a Madrid a trabajar. Aún es joven, y tiene claro que el lugar donde le apetece vivir es Liébana. Incluso se ha comprado una casa allí con la idea de regresar. Es uno de los participantes en la tertulia especial que hemos organizado para hablar sobre las problemáticas del mundo rural.
Los otros dos participantes han sido María Montesino, de la Cooperativa Siete Valles de Montaña y del proyecto cultural ‘La Ortiga Colectiva’, y Mateo Monasterio, periodista que forma parte de la Asociación para la Promoción y Desarrollo de los Valles Pasiegos.
El trabajo que se realiza en el campo es algo que podemos ver en muchos puntos de Cantabria, aunque esta vez nos hemos centrado en la parte de la comunidad más alejada de las ciudades y el litoral. El sur de Cantabria, los Valles Pasiegos, la comarca de Campoo y la de Liébana son zonas que no quedan tan cerca y que esperan ser escuchadas para que sus comarcas, municipios y pedanías tengan un futuro sostenible.
Monasterio decía que hay cosas que sí tienen a mano, hay estructuras que sí funcionan, como pueda ser tener un centro médico en lugares donde el problema «es que no hay gente». Pero comentaba también que tiene 8 megas de Internet en casa y que nadie le ofrece más. La banda ancha todavía queda lejos de algunas partes del territorio, y es algo que puede ser vital para un proyecto empresarial, o para desarrollar algo de lo que se habla mucho en los últimos tiempos como es el teletrabajo. Y más en tiempos de pandemia y restricciones a la movilidad.
Moreno se refería a esto mismo, contando su caso particular de que ni siquiera le ponen una línea de teléfono fijo en la casa que ha comprado en Liébana. Le dicen que espere «a heredar otra línea» telefónica. Por eso, se refería a que es primordial que este tipo de servicios básicos funcione en los municipios tan alejados de todo, porque si no poder vivir en ellos resulta ciertamente inviable. «¿Quién se va a ir a vivir a un sitio donde el hospital más cercano está a una hora y media?», se preguntaba.
«Cuando vives en Potes y cumples 18 años, tienes que elegir entre marcharte para continuar con tu formación o quedarte para trabajar en la ganadería o en la hostelería», decía. No hay muchas más posibilidades.
Montesino opinaba que los cambios necesarios en el mundo rural deben producirse desde abajo. Aunque pueda haber ayudas institucionales, son los propios artífices de los proyectos los que deben preocuparse de ver cómo puede ser factible sostener su negocio, y la colaboración con otros puede ser la clave para generar un mejor desarrollo de las actividades.
Pero también incidía en que una cosa que lo dificulta todo es el actual sistema económico. El capitalismo, junto a las nuevas tecnologías, está posibilitando que haya compañías de gran tamaño que se hacen con una enorme cuota de mercado y no dejan mucho espacio a otro tipo de iniciativas. Es algo que afecta «de manera transversal, en lo urbano y en lo rural». Ponía como ejemplo grandes cadenas de supermercados o empresas de reparto de productos.
La consecuencia de esto es que los productores locales venden a un precio muy bajo, pero después el precio final que paga el consumidor es alto, por lo que no se consigue un equilibrio, porque el inicio y el final de la cadena no reciben lo que buscan.
Por eso, iniciativas como la Red Cántabra de Apoyo Mutuo que funcionó en la primera ola de la pandemia, o La Renovera, que ha arrancado después y que sigue funcionando como cooperativa que reparte cestas de productores locales, resultan útiles, pero pueden no ser suficientes.
Podemos pensar también en El Súper de los Pastores, una iniciativa que ha surgido para que haya en Cantabria varias superficies en las que poder encontrar los alimentos que preparan empresas y cooperativas de Cantabria, en ese objetivo de comprar lo que se produce cerca de donde vivimos. O también el acuerdo al que llegó el Gobierno de Cantabria con las grandes superficies para que esos mismos productos tengan un lugar propio entre sus estantes.
Compartir el conocimiento y también poder dar a conocer la manera de trabajar y los productos que se realizan a cargo de todos esas personas que viven en el campo es una forma de que puedan tener viabilidad de cara al futuro. Además, desde el punto de vista medioambiental, el consumo de proximidad se hace cada vez más necesario.
Precisamente en una Comunidad Autónoma como Cantabria, donde el sector agroalimentario tiene tanta importancia y tanta variedad de productos que ofrecer, se hace aún más lógico que apostemos por llevar a nuestra mesa todo lo que el mundo rural produce. La «materia prima y el saber hacer» es una de las cosas que destacaba Monasterio, algo que nos hace ser «la envidia de medio mundo».
Como punto negativo, incidía en que la administración es muy lenta y por eso tarda en detectar las necesidades de este sector. Pero hay gente «que se está animando» a crear sus propias empresas porque ven que pueden ser viables. Sobre todo después del estallido de la burbuja inmobiliaria. Mucha gente se marchó a la construcción, porque ofrecía sueldos altos, pero después eso derivó en frustración por todo el empleo que se destruyó en la anterior crisis económica.
Ahora, la colaboración entre varios puede llevar a pequeñas empresas familiares a convertirse en pymes, como destacaba Moreno. Esa es la manera de fijar población en el medio rural, para que los pueblos se mantengan y sus habitantes puedan mantener allí esa actividad tan importante.