«Llevamos cubierto el cabello, pero no tenemos los ojos vendados»

Fatma Galia Mohamed Salem, periodista saharaui con nacionalidad española que vive el País Vasco, nos habla del papel de la mujer en el Sáhara Occidental en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres
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Es mal momento. El 25 de noviembre es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Vale para todos los rincones del mundo, aunque seguro que hay varios donde no lo saben. Nadie se lo habrá dicho. Seguramente, en esos rincones también haya mujeres que sufren algún tipo de violencia. Porque aparece de muchas maneras. Pero es mal momento para hablar de esto en el Sáhara Occidental. Ahora andan en otra historia, es posible que esas mentes estén pensando en que hay un alto el fuego roto por sus vecinos marroquíes. No por el pueblo marroquí, sino por sus mandamases.

Pero es 25-N y queremos saber cómo se ve un asunto como el de la violencia y la discriminación allí. Para eso hablamos con Fatma Galia Mohamed Salem, que es saharaui, pero lleva 28 años viviendo en España. Tiene muy observadas dos perspectivas del feminismo. Cómo de cerca está la igualdad real en un lugar invadido después de ser colonia y cuyos habitantes aguantan pacientemente en campamentos de refugiados, y en otro con más posibilidades para disfrutar de prosperidad, pero donde queda muchísimo por hacer.

Hemos tenido una larga charla para EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, aunque sólo en el podcast se puede escuchar la versión íntegra. Porque Fatma Galia tiene muchas cosas que contar. Del país que su pueblo quiere recuperar, de su experiencia vital en España, o también de cuando estuvo en Cuba estudiando. De su faceta como mujer, o la laboral, o la social.

«Lo que está pasando en el Sáhara Occidental lo hemos augurado todos», dice. Es mal momento. En realidad, los malos momentos son muchos. Sobre todo porque cansa escuchar durante tantos años que hay algo justo y legal, pero no llega nunca. La comunidad internacional sigue sin intervenir de ninguna manera. La razón está del lado saharaui, y deberían tener un referéndum de autodeterminación, pero son ya muchos años de espera. La paciencia no es infinita, y se termina agotando.

El pueblo saharaui acabará haciendo «una gran guerra para conseguir la paz». Están solos y lo que persiguen van a tener que lograrlo por sí mismos, sin la ayuda de la ONU, ni de España o Francia, tampoco de la UE. Aunque todos los actores sepan que es injusto lo que sucede en ese lugar del mundo, nadie parece dispuesto a actuar de una manera útil para desencallar una situación que lleva encallada desde 1975.

No se quiere perder las manifestaciones como las que se producen en un 25 de noviembre. Lleva viviendo en Euskadi desde 1992 y sale a la calle porque sigue creyendo que es necesario. Pensaba que encontraría un país y un continente donde la igualdad sería ya un hecho, pero ha visto que no es así.

Y por eso presume, como mujer y como saharaui, de lo que sucede en los campamentos de refugiados. No es que pueda decir que no existe la violencia de género entre su pueblo, pero asegura que no se produce ni una sola víctima mortal por esa causa.

Explica que el maltrato a las mujeres está muy mal visto, por eso las mujeres tienen la capacidad de divorciarse. Primero se intenta comprobar, a cargo de personas cercanas a una pareja, si la situación se puede arreglar. Si se ve que no, entonces pueden ir cada uno por su lado. Y los maltratadores, muchas veces, tienen que irse lejos para volver a poder tener una relación sentimental, porque en cuanto corre la voz de lo que ha hecho, automáticamente se les repudia, también por parte de su familia.

Pero sí hay cosas que Fatma Galia ve mal. La poligamia, por ejemplo, por ser una práctica que mina la moral de las mujeres, que ven que tienen que compartir a su pareja. O también hay violencia económica, porque hay maridos que no otorgan a sus parejas medios económicos suficientes para que puedan desarrollar actividades por su cuenta.

Sin embargo, esta periodista que no puede llevar a cabo esa profesión, cree que la sociedad saharaui, en el aspecto de la igualdad de género, están más avanzados que los países árabes, también que los de América Latina e incluso que varios países occidentales. Son musulmanes, son islámicos, pero son más liberales. «Llevamos cubierto el cabello, pero no tenemos los ojos vendados ni el cerebro tapado», afirma.

El problema para ella son «las tergiversaciones» que se hacen del Corán, y que acaban causando que se hagan interpretaciones que lastran las libertades de un pueblo. Pero es algo que no se del mismo modo en el Sáhara Occidental, y alude también a Palestina, otro lugar donde se vive una situación difícil e injusta, aunque con una potencia invasora que no tiene nada que ver.

En el Sáhara Occidental, las mujeres se dedican a cualquier cosa, excepto a empuñar los fusiles del ejército. Algunas colaboran con la estructura militar, trabajando como enfermeras o cocineras, pero se las puede ver trabajando en muchos otros oficios, incluidos los que necesitan de una titulación universitaria.

A la hora de establecer diferencias en lo que es la violencia de género en el Sáhara y en España, recuerda que en los campamentos se vive en jaimas, mientras que aquí todas las viviendas tienen puertas, y detrás de ellas puede haber «un lobo con piel de cordero».

Fatma Galia publicó un libro hace seis años, llamado ‘La dignidad, una corona de oro». Se trata de un libro de poemas. Se dedica «al periodismo literario y al periodismo poético», a falta del periodismo que le gustaría practicar. ¿Su forma de ganar dinero? Sobre todo, como empleada del hogar. «Lo digo con orgullo», asegura.

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