«El sida no tiene una imagen. Cualquier persona que pase a tu lado puede ser seropositivo»
Nati se enteró de que era seropositiva hace ya más de 20 años, en un ingreso en prisión. Allí le pidieron autorización para hacer un análisis y ella dio su consentimiento. Hacía solo unos meses que se había hecho la prueba debido a un estudio de esterilidad al que se había sometido. Entonces había dado negativo, así que cuando le comunicaron que el resultado era positivo, la sorpresa no fue pequeña. Repitieron la prueba y el resultado fue igualmente positivo. Tenía VIH.
“Estuve dos meses de bajón, como ausente. Me pasaba los días sola, no quería ver a nadie, hablar con nadie hasta que un día se me encendió una bombilla y me dije: ‘Nati, que se muera el mundo, pero tu no te puedes morir’. Y ahí comencé a salir adelante verdaderamente», relata a EL FARADIO.
Nati habla despacio; no maquilla la realidad; no busca un relato dulcificado de su situación. Su discurso es sincero. No tiene problema en reconocer que por aquella época tonteaba con las drogas, pero aclara que nunca compartía jeringuillas. Por eso, aún a día de hoy, no sabe exactamente qué pasó, “tal vez un compañero de piso usó mis cosas, no sé”. Lo que está claro es que en algún momento se contagió y con ella también su pareja con la que hoy sigue conviviendo.
Cuando Nati dio positivo, le pusieron una medicación que su cuerpo no toleró, pero unos meses después de salir de prisión, ya fue a un especialista en el hospital y, cuando las defensas comenzaron a bajar, inició un nuevo tratamiento al que su organismo comenzó a responder tras algunos ajustes. Desde entonces se somete a controles periódicos para confirmar que todo va bien.
EL DIA A DIA
Cada mañana Nati se levanta entre las siete y las siete y media. Desayuna, se ducha y va a su trabajo en Muriedas. “A la salida, me recoge mi marido. El está pensionado, ha tenido más complicaciones, pero, gracias a Dios, ahora está bien. Vamos para casa, comemos, algunas tardes cocino para el día siguiente y, si hace bueno, salimos a dar un paseo. Hacemos una vida normal. Por desgracia, no hemos tenido hijos, pero aquí estamos los dos juntos desde hace un montón de años”, cuenta para EL FARADIO.
Su primer contacto con ACCAS, la plataforma ciudadana cántabra antisida, fue en el año 2000, el mismo en el que abandonó las drogas.
Allí llegó como usuaria y pasó por los talleres de inserción sociolaboral, aunque ella presume de no haber perdido nunca el contacto con su familia y amigos.
“Yo siempre he ido de frente. Nunca he ocultado nada a los míos. De hecho, en la época en que entré en prisión y tonteaba con las drogas, vivía en Soria, lejos de aquí. Nunca he querido dañar a mi familia y cuando las cosas no fueron bien, me marché lejos, pero siempre mantuve el contacto con mis hermanos. De hecho, en los permisos penitenciarios, yo iba a casa de un hermano”, nos cuenta.
De los talleres de ACCAS se fue antes de agotar el paro, porque quería trabajar y ganarse su sueldo. Un tiempo después, desde la asociación volvieron a contactar con ella para ofrecerle un empleo y desde entonces, Nati trabaja en los talleres.
“Para mi, ACCAS ha sido muy importante. Me ha permitido conocer a mucha gente muy interesante. He podido compartir muchas cosas con gente de distintos puntos del país y eso ha sido muy enriquecedor. Gente seropositiva, como lo soy yo. Unos están mejor, otros peor, pero todas esas vidas me han hecho crecer mucho como persona. Yo, gracias a Dios, no he tenido ningún problema de salud importante. En eso ayudó mucho el diagnóstico precoz y el hecho de que yo he llevado siempre el seguimiento medico y mi adherencia a la medicación es total. Llevo un estilo de vida sano y eso me ha ayudado mucho a vivir con normalidad”, relata para EL FARADIO.
Nati reconoce que ella nunca ha tenido problemas en su vida por ser seropositiva. “A mí no me gusta esconderme. Soy una mujer que va de frente y he hablado de mi enfermedad siempre que me lo han pedido. Una vez salí en el periódico y mi vecina, la que vivía debajo de mi casa, me felicitó al día siguiente. Me dijo: Nati, olé tus cojones, así se hace. Tu no tienes que esconderte de nada. La gente sabe que soy seropositiva y me trata bien. Yo he tenido esa suerte, que sé que no todo el mundo tiene. Incluso viviendo en Soria, trabajé cuidando a una señora mayor y desde el principio expliqué mi situación y conté que estaba medicada, pero ellos no tuvieron ningún problema con eso. De hecho, cuando me salió una nueva condena, intentaron, a través de los servicios sociales, que me permitiesen cumplir mi pena allí, pero, en aquel momento no fue posible. Era gente muy buena”, recuerda.
EL SIDA NO TIENE UNA IMAGEN
Afortunadamente las cosas han cambiado mucho en los últimos años y nada es parecido a cómo era cuando surgieron los primeros casos. Nati insiste en que es necesario hablar de ello, contar experiencias como la suya y recordar que no es una enfermedad de drogadictos y viciosos, como algunos pensaron en los inicios. “Es una enfermedad social, que nos puede tocar a todos. Hay que insistir en la necesidad de tomar medidas, porque cuántos jóvenes se han infectado por una noche loca. No es tan difícil. Puedes conocer a una persona, mantener sexo sin protección y contagiarse. Es posible que ninguno sepa que es portador. La enfermedad no se nota en el físico, como todavía piensan algunos. Hay que saber protegerse. El sida no tiene una imagen, cualquier persona que pase a tu lado puede ser seropositivo o no”, nos explica.
Me olvido de preguntarle a Nati si es creyente, pero la frase “Gracias a Dios” es como una muletilla en su discurso.
Como cada uno de diciembre, Día Mundial contra el SIDA, hoy Nati saldrá a las calles para entregar información a los ciudadanos. No sabemos si gracias a Dios o no, pero no ha dejado de celebrar este uno de diciembre cada año desde hace ya 23.