En tiempos de pandemia, ¿dónde queda la emergencia climática? Algunas relaciones necesarias y no tan conocidas
Por Esther Romero
En estas fechas hace un año, todas las miradas de buena parte del mundo estaban puestas en Madrid, en la Cumbre del Clima (COP 25) que consiguió que el cambio climático y sus consecuencias se convirtiesen en el centro de atención y en tema de debate a lo largo y ancho de nuestro planeta. Un año después de dicha cumbre, parece que los tímidos compromisos que se alcanzaron en ella quedan hoy lejanos e incluso olvidados (apenas se habla de ellos) y parece que toda la urgencia climática del momento se ha desvanecido. Ya que un año después, el foco mediático está puesto totalmente en una pandemia que tiene que ver más con el clima de lo que desde un primer momento pudiésemos creer.
En la actual situación de emergencia sanitaria, los diferentes gobiernos mundiales están gestionando esta crisis sin precedentes de una forma paliativa o reactiva; con confinamientos de diversos tipos, uso de mascarillas y una carrera desenfrenada por encontrar la vacuna que acabe con el virus. Sin embargo, según señala un reciente análisis publicado por el Panel Intergubernamental de Biodiversidad de Naciones Unidas (IPBES de ahora en adelante), parece más acertado atacar este tipo de enfermedades en su origen, eliminando las condiciones que permiten su aparición. Además sería una fórmula más efectiva y barata que traería consigo otras beneficiosas consecuencias para nuestro planeta y para los seres vivos que en él habitamos.
¿Cuál es el origen de estas enfermedades? La destrucción de ecosistemas y la desaparición de multitud de variedades animales y vegetales. El deterioro de los ecosistemas propicia que los virus de los animales alcancen a los humanos y se conviertan en pandemias mundiales. El 70% de las nuevas enfermedades, y prácticamente el 100% de las que se han expandido planetariamente (desde la gripe al Sida), son causadas por virus cuyo origen está en los animales y han saltado a los humanos por su contacto con la vida silvestre, el ganado o los animales domésticos. Dicho informe insta a “reevaluar la relación entre los humanos y la naturaleza y a reducir los cambios medioambientales globales causados por un consumo insostenible que llevan al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la emergencia pandémica”.
Esta pandemia es una señal más de que la Tierra está extenuada a consecuencia de la degradación y la sobreexplotación de los recursos naturales que realizan los seres humanos. Y nos muestra la importancia capital de actuar para evitar consecuencias aún más devastadoras en el futuro. Ahora mismo la amenaza es el Corona Virus, pero bajo el permafrost, la capa de suelo permanentemente congelado que cubre un amplio cinturón entre el Círculo Polar Ártico y los bosques boreales, yacen virus desconocidos con más de 15.000 años de antigüedad. Con el calentamiento global, dicha capa se está derritiendo y con ello, virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes se pueden llegar a manifestar.
Es probable que se trate de bacterias curables con antibióticos, bacterias resistentes o virus. Sin embargo, si el patógeno no ha estado en contacto con seres humanos durante mucho tiempo, su sistema inmunológico no estaría preparado y entonces podría resultar una amenaza. Según un informe de septiembre de 2019 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (al que en adelante me referiré por sus siglas en inglés IPCC), una gran parte del permafrost podría derretirse para 2100 si la contaminación del carbono continúa sin cesar. La conservación de esta capa resulta vital para nuestra supervivencia futura. Ver: https://www.bbc.com/mundo/vert-earth-39851987
Por consiguiente, en vez de ir poniendo parches cada vez que aparece un virus que pone en peligro la supervivencia humana y depositar toda la confianza en las vacunas como la solución al problema, más valdría dedicar mayores esfuerzos a la prevención de la aparición de estos virus y a la protección de la Tierra, ya que así estaríamos yendo al origen del problema.
Si no se toman medidas efectivas y se empieza a replantear con seriedad y urgencia cómo revertir la actual situación de emergencia climática que vivimos, incluso nuestra existencia sobre la Tierra estaría en peligro. El anteriormente mencionado IPBES alertó en la primavera de 2019 de que la rápida e inminente aceleración de las extinciones amenaza con hacer desaparecer hasta un millón de especies en el planeta. https://www.eldiario.es/sociedad/aceleracion-extincion-especies-amenaza-acabar_1_1564844.html.
Además de esto, hay claras evidencias de que la Tierra está a las puertas de la sexta extinción masiva de vertebrados. El 30% de las especies de vertebrados estudiadas están viendo reducidas sus poblaciones y esta disminución está afectando también a sus respectivos hábitats. De las 177 especies de mamíferos estudiadas, todas han perdido el 30% de su hábitat. Y otro 40% ha visto cómo se reducía y fragmentaba hasta en un 80%. Con la desaparición de un gran número de especies de plantas y animales, las funciones biológicas de los ecosistemas se ven alteradas. https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/actualidad/tierra-esta-las-puertas-sexta-extincion-masiva-vertebrados_11723.
Estas cifras nos muestran nuestra vulnerabilidad, como vertebrados que somos y nos permiten recordar que la Tierra puede seguir su curso sin nosotros; sin embargo, los seres humanos dependemos totalmente de ella para nuestra existencia.
Ya hace treinta años, en 1990, el primer informe del anteriormente mencionado IPCC nos advertía de que mantuviésemos el aumento de temperatura de la Tierra en 1ºC, de lo contrario podría producirse un colapso civilizatorio. Sin embargo, hoy en día los niveles de CO2 son un 60% más altos que en 1990. En un artículo publicado en 2017 en la revista oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS), Xu y Ramanathan mostraron la correlación entre el aumento de la temperatura y el riesgo que esto acarreaba. Un aumento de 1,5ºC se consideró peligroso; si la temperatura aumentara 3ºC traería consecuencias catastróficas para 2050 y, si se sobrepasasen los 5ºC, el riesgo sería totalmente desconocido, pero iría más allá de lo catastrófico, pudiendo llegar a amenazar la existencia humana. https://www.pnas.org/content/114/39/10315
Con todos estos datos, quizás habría que replantear responsabilidades en esta situación de pandemia, ya que los medios de comunicación masivos y ciertos gobiernos, parecen transmitirnos y hacernos creer que la responsabilidad en la propagación del virus la tenemos la ciudadanía de a pie, porque en ocasiones nos seguimos dando abrazos cuando no deberíamos, porque no siempre usamos la mascarilla correctamente o porque seguimos quedando con las personas que son importantes en nuestras vidas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, los mayores responsables de esta pandemia son los países más ricos del mundo, junto con sus industrias, las grandes corporaciones transnacionales y el modelo económico actual.
A pesar de que el mundo cuenta con 195 países, solo unos pocos son responsables del 75% de las emisiones totales de CO2. Cinco son los principales países o regiones que emiten gases de efecto invernadero según un informe recientemente publicado por el Centro Común de Investigación de la Unión Europea (JRC): China ocupa el primer lugar con el 30,3 % de las emisiones globales, seguido de Estados Unidos con un 13,4 % del total, la Unión Europea con el 8,7 %, India con el 6,8% y Rusia con el 4,7 %. Así que estas cinco regiones, entre las que se encuentra la Unión Europea, son las responsables de la actual situación de crisis, con sus respectivos gobiernos y corporaciones. Gobiernos, que por cierto, siguen subvencionando los combustibles fósiles, a pesar de que el uso insostenible de dichos combustibles sea uno de los principales causantes del calentamiento global.
Todo lo anteriormente expuesto nos muestra que la solución al problema actual está en nuestra relación con la naturaleza y que es nuestro deber, como civilización, proteger el Planeta y revertir la situación actual. Las soluciones que se deben tomar no son fáciles y van a presentar muchos retos, pero hoy más que nunca hay que actuar antes de que sea demasiado tarde. Es el momento de decrecer, de replantear de arriba abajo el actual modelo económico que es totalmente insostenible en un planeta finito.
De esta forma, no solo estaríamos evitando: pandemias que tantas vidas se llevan por delante, migraciones forzosas debidas a la destrucción de los ecosistemas y las persecuciones y asesinatos a activistas medioambientales por defender su territorio. Dicha violencia contra defensoras y defensores ambientales aumenta año tras año. Si en 2018 se registraron 164 crímenes; en 2019 el número se elevó a 212, según datos de Global Witness y Latinoamérica, fue de nuevo en 2019 la región donde se registraron más asesinatos en contra de defensores de medio ambiente, un total de 148. https://es.mongabay.com/2020/07/latinoamerica-mas-defensores-ambientales-asesinados-global-witness-2019-informe/. Además, al proteger la biodiversidad, disminuiría el número y el impacto de las catástrofes naturales, que también acarrean víctimas mortales.
Entre las soluciones que se me ocurren para revertir la actual crisis ecológica y para prevenir futuras pandemias estarían: el uso de las energías renovables y que dichas energías se gestionen de forma realmente democrática y cooperativa; acabar con las falsas soluciones del capitalismo verde, que son solo soluciones a corto plazo y que en muchos casos son un lavado de cara para muchas empresas. A pesar de que en los crímenes que afectan a los seres humanos, abogo totalmente por la justicia restaurativa en vez de la punitiva, en el caso de los delitos ambientales, habría que acabar mediante sentencias realmente ejemplificantes contra la impunidad de las grandes corporaciones y considerar el ecocidio (destrucción masiva de ecosistemas) como el 5º crimen contra la humanidad. De hecho cuando se creó en 1998 la Corte Penal Internacional de la Haya, se propuso el ecocidio como el quinto crimen contra la paz, pero no se incluyó debido a la oposición de Estados Unidos, Reino Unido y Países Bajos.
Otra medida que habría que plantear es acabar con la petroagricultura (agricultura intensiva basada en el petróleo) que ha llevado a que ya se haya perdido un 93% de la biodiversidad agrícola. También sería totalmente recomendable reducir las emisiones de carbono a cero netas para 2025 y los niveles de consumo actuales. Y contar con los pueblos indígenas, que a pesar de representar el 5% de la población mundial, son los garantes de proteger el 82% de la biodiversidad que sigue existiendo en el planeta. Estos pueblos son los que garantizan la biodiversidad de la Tierra con su modo de vida.
A modo de conclusión, es hacia la conservación de la biodiversidad de nuestro Planeta hacia donde deberíamos mirar para evitar futuras pandemias y superar las medidas paliativas o curativas a corto plazo como las que se están tomando actualmente, ya que son pan para hoy y hambre para mañana.