«No me dejaron nada del cuerpo sin derechos humanos»
La fotografía que encabeza este artículo alude a una realidad que se vivió en Santander. Los campos de concentración son algo que tenemos muy asociado a la Segunda Guerra Mundial y a las atrocidades que el régimen nazi alemán perpetró durante varios años, hasta que perdieron esa guerra. Pero es algo que también sucedió en España durante la dictadura de Francisco Franco, y un ejemplo de ello se instauró en las Caballerizas de La Magdalena. El periodista Carlos Hernández ha documentado varios de estos centros de tortura.
Fueron muchos más los hechos que tuvieron lugar durante la dictadura. Uno de ellos tuvo lugar el 14 de noviembre de 1968. Detenciones arbitrarias y sin motivo aparente. Uno de esos detenido fue José López Coterillo, que ha concedido una entrevista a EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, para contar cómo fue su experiencia.
José militaba en el Partido Comunista de España (PCE), y ese fue el motivo de que tanto él como su hermano fueran detenidos en la Alameda de Oviedo de Santander. A partir de ahí, comenzó una historia de horror. Una paliza entre varias personas de la Brigada Político Social fue el principio de siete años de privación de libertad.
La respuesta de José fue de no rendirse ante la humillación que sufría. Incluso llega a decir que le vino bien recibir ese trato para reivindicar su propia dignidad. La intención que tenían era la de doblegar su personalidad, pero le produjo «tal cabreo que me salvó».
Llevaba un ejemplar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se la quitaron y le dijeron que se iba a enterar de lo que eran los Derechos Humanos. «No me dejaron nada del cuerpo sin derechos humanos», dice, incluso habiendo recuperado la capacidad de reírse cuando rememora un pasaje tan doloroso.
72 horas metido en una comisaría repletas de malos tratos, vejaciones y torturas. Todas las que se puedan imaginar, aunque prefiere no contar todos los detalles en la entrevista, porque no le parece agradable de contar. Durante la primera parte de la conversación cuenta muchos detalles de esa experiencia. Incluso que no quiso comer ni beber nada, temeroso de que le ofrecieran algo que estuviera envenenado.
En el momento de la detención, España estaba en Estado de Excepción por el asesinato de Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Político Social de Guipúzcoa, a cargo de la banda terrorista ETA pocos meses antes. Por eso se le quiso abrir un Consejo de Guerra. El coronel del Tribunal fue a visitarle y se dio cuenta de las palizas que había recibido. «Yo y otros». El coronel puso denuncia por torturas a miembros de la Brigada Político Social de Santander, y también dijo que no veía motivos para un juicio de tipo militar.
Sin embargo, no fueron liberados todos los detenidos, sino que cinco permanecieron encerrados, entre ellos José, y los que obtuvieron la libertad recibieron después sanciones más altas al volver a ser procesados por la justicia ordinaria.
Rememorar esta vivencia es algo que José considera necesario y de justicia. Precisamente porque es una parte de la historia que pretende ser enterrada y eso cree que no debería ser así. «Yo fui a la cárcel únicamente por pensar», cuenta. Pertenecía al PCE y eso le costó estar en la cárcel hasta el 5 de diciembre 1975, 15 días después de morir Franco.
A partir de ahí se abrió el periodo de la Transición. Un tramo muy complicado, porque incluso le tocó saludar a algunos de los personajes que habían aplicado la represión que sufrió en sus carnes. Pero en ese momento se llegó a la conclusión de que era mejor pactar con los que habían sido enemigos antes que abrir paso a una involución.
José cree que la Constitución Española de 1978 «es lo suficientemente ambigua» como para poder haber llegado muy lejos, incluso cerca de lo que él pensaba que era el objetivo que debía cumplir el Estado para ser realmente social y democrático. Sin embargo, lo que dice la Carta Magna no se ha desarrollado en una buena parte. «Pero eso es culpa nuestra, no de la Constitución». La situación política es en lo que se centra la segunda parte de la entrevista.
La división de la izquierda y, probablemente, la falta de capacidad de convencimiento que tuvo estén detrás de que la democracia no se haya desarrollado lo suficiente en España. Pero él, en este momento de su vida, prefiere no ser muy crítico con el Gobierno actual. «No me atrevo a censurar las cosas que no me gustan porque no quiero ser cómplice de otros planes», refiriéndose a la parte de la oposición política de España que representa al monstruo que quedó teóricamente enterrado hace 45 años.
Por tanto se da la paradoja de que, siendo una persona que nunca se calló, ahora muchas veces prefiere morderse la lengua. El objetivo es que España no vuelva a vivir aquellos tiempos tan duros de falta de libertad, represión y torturas. Una realidad que José vivió y que cree que debe conocerse, pero «hay bastantes intereses para que no se entienda».
La reflexión personal que le queda a este represaliado del franquismo después de tantos de militancia política y lucha contra el franquismo y por tener un país mejor y más justo es que «perdí en todo, en lo laboral, en lo político, en lo económico… Pero tengo una satisfacción: hice lo que en conciencia pensaba que se tenía que hacer».