Cuentos mas a cuento que nunca

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“Érase una vez un grupo de amigos, de buena gente…”. Tengo la certeza de que cualquier historia que empiece así por fuerza tiene que acabar bien, un poco como cuando de niño escuchabas de boca de quien te acostaba un relato repetido y traído de boca en boca desde el augurio de los tiempos, o por lo menos a tu edad cualquier cosa más allá de las arrugas de tu abuelo era como la voz de los ancestros perpetuada en su boca. No importaba tanto el cuento, sino quien y como te lo contaba. Y aunque eran varios los que cada noche tenías para elegir antes de acostarte, casi siempre era uno el elegido y repetido hasta la saciedad. Hasta que te lo sabías de memoria, tanto que no le dabas un pase a tu narrador de turno y si, por un casual, decidía acortarlo o saltarse alguno de sus fragmentos, le interrumpías con mirada, tono reprobatorio y un “no te saltes esto” o “te has olvidado de aquello”. Y, claro, no quedaba otra que volver a empezar. Haberlo pensado antes de intentar colármela así,  parecías decirle con la mirada sin contemplación ni condescendía alguna. Y es que los cuentos si se cuentan son para contarlos bien. Como dios manda que dicen en mi pueblo.

Con la mirada fija en los labios de quien cuenta no pierdes detalle de una crónica fabulada de la que ya formas parte en un contrato verbal que se pasa de padres a hijos. Y de repente, sin venir a cuento te paras y le preguntas como siguiendo las huellas, el rastro de otros antes que tú. Él te mira y levanta el dedo, como señal de “espera” que ahora viene lo bueno. Y aunque te haya contado ese cuento decenas de veces hay algo en ti que aún late expectante ante lo desconocido; un qué pasará que por más que sepas el final, te mantiene en vilo.

Contar un cuento es como un rito ancestral en el que compartes tiempo y lugar por mas que el tiempo fuera otro y que el lugar también. A la vez te da la oportunidad de volver a ser niño o, quizás es el momento en el que dejas salir al niño que llevas dentro encarcelado por la dictadura del hacerse mayor. Peter Pan lo sabía muy bien. Quienes forman parte del Círculo Decadente y autores de ·”Cuentos sin venir a cuento” creo que también lo saben. Creo que se rebelan contra la dictadura de lo políticamente correcto, de lo que se espera de ellos, de los corsés de la edad y los trajes que nos ponemos para encajar. Creo que saben que hace falta una ventana por la que escapar y arrancarse las ataduras, desprenderse de las cadenas que encierran al niño que lo acoge y darle la oportunidad de seguir vivo, evitar que muera de inanición por tanta responsabilidad sobrevenida, por tanta seriedad cosida a la piel de la sonrisa, por tanto postureo y autoritarismo de las formas.

Y sin venir a cuento se salen de la línea marcada, y así, sin venir a cuento le dan una oportunidad a contar lo que importa cómo sin darse importancia,  a hablar de lo que importa sin necesidad de tanto atril y de tomarse tan en serio que se olvida la verdad de la sonrisa y la libertad de la carcajada sin premisa, de la lágrima sin ceremonia. Y así viniendo  a cuento consiguen emocionar, reir, empatizar, y trasladar la verdad de cada historia. Consiguen que la niñez sea la medida del tiempo que vivimos de 0 a 99 años por lo menos. Logran que los cuentos  recuperen el prestigio arrebatado por quienes los infravaloraron, por quienes les castigaron por negarse a crecer y perder la brújula de lo importante.

Antonio Rodriguez Almodóvar especialista en cuentos de tradición oral nos recuerda como “los cuentos narran una cosa y se refieren a otra”,  Con estos “Cuentos sin venir a cuento” pasa algo parecido; más allá de las historias, las palabras guardan el valor de quien las escribe, el porqué de su existencia: Cada una con su sello particular con su identidad, pero todas como parte de un círculo que se cierra para proteger al niño que todos llevamos dentro. Y al hacerlo revelan no solo el talento, sino la solidaridad, el compromiso y una humanidad revolucionaria que rompe barreras, prejuicios y estereotipos y hace que sea cual sea el final de cada uno de los relatos, al final todo acabe bien. No era difícil adivinarlo, pues Erase una vez un grupo de amigos, de buena gente que viniendo a cuento se juntaron en un Círculo Decadente (CD) de lo mas extraordinario. Y cuando algo así sucede la voz del ancestro encuentra su lugar en este presente de Pandemias e incertidumbre para decirle al silencio: “Acércate a la lumbre voy a contarle historias al niño que llevas de dentro para que se libere de una vez”. Y cuando algo así sucede solo queda decir: “Cuéntamelo otra vez…” porque en momentos como los que estamos viendo nada viene más a cuento. GRACIAS.

 

Nota: Este Martes 22 de Diciembre a las 19.30  en La Vorágine tendrá lugar la presentación cuyos beneficios irán destinados a fines solidarios.

Imagen: Tomás Ayestarán

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