Una Navidad diferente

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||por ENRIQUE GORDALIZA||

En el cajón de los recuerdos imborrables de las navidades de antaño conservo, guardadas con cariño, aquellas tardes de la infancia que pasaban lentamente leyendo cuentos en el suelo del salón de casa o yendo al cine a las cuatro de la tarde bajo la lluvia de un Santander plomizo.

Me vienen a la memoria historias y películas tristes y melancólicas que, por fortuna, casi siempre tenían un final feliz. Historias de personas solas que en estos días tan señalados encontraban compañía o de seres llenos de maldad, que tras intentar quitarnos la ilusión de la Navidad acababan participando de ella. Era y es el guión obligado, y me atrevería a decir que necesario, para sacar nuestra solidaridad del pozo en el que el resto del año está sumergida, para aflorar el etéreo espíritu de la Navidad que habita en nosotros y que, paradójicamente, este año deberá ser más tangible que nunca.

Así hemos vivido muchas Navidades, con nuestros abuelos, con nuestros padres y con muchas personas que hoy ya no están y quiero recordar y deseo que recordéis durante unos instantes. Así deberíamos haber vivido la Navidad del año 2020. Pero no va a poder ser, alguien decidió escribir un guión tan dramático como inaudito y hacer realidad aquellas historias que asustaban a los más pequeños de la casa. Nadie se lo imaginaba, en algún momento el argumento de la película cambió y el Grinch se convirtió en un maldito coronavirus, que no se conforma con quitarnos solo la Navidad, no. Vino para llevarse a muchos de nuestros seres queridos, para robarnos la salud y para apropiarse de nuestra economía. Sin darnos opción ni esperanza durante muchos meses.

Este año nadie buscará angustiado a Chencho en la Plaza Mayor porque nuestros Pepe Isbert o Julia Gutiérrez Caba pasarán gran parte de su tiempo en casa. Tendrán que cuidarse y nosotros mostrarles nuestro cariño desde la distancia. Tendremos que guardar nuestros besos, nuestros abrazos para otra ocasión. Solo así podremos volver a celebrar la vida con ellos y con todas las personas a quienes queremos algún día que cada vez está más cercano.

Quizá la noche del 24 y la del 31, emulando el sentir de los habitantes de Villaquién, deberíamos entonar cánticos, que nos oigan en el Universo, porque a pesar de los pesares, es Navidad, nuestra Navidad, y nada ni nadie puede quitárnosla.

Al igual que el tercer fantasma le enseñó a Mr. Scrooge la alegría que la gente iba a mostrar tras su muerte, este año más que nunca debemos de manifestar la nuestra, porque nuestros investigadores, nuestros sanitarios, nuestro personal auxiliar, nuestros cuidadores… con su esfuerzo han conseguido que en unos meses cambie el final de este dramático cuento. Entonces ya no será Navidad pero gracias a los sacrificios de estos días estaremos casi todos para brindar como si lo fuera y para honrar a quienes se marcharon.

Por último y lo más importante, hasta que llegue ese momento tenemos que esforzarnos y ser capaces de protegernos y de proteger a los demás. Dijo Charles Dickens, “Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”. Es el momento de hacerlo.

¡Feliz Navidad!

 

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