Las mil carambolas de Jaime el belga

A sus casi 90 años, el que fuera 29 veces campeón de billar de Bélgica es una leyenda que cada tarde comparte conocimientos con quien quiera retarle a una partida en el Club de Regatas de Santander.
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Jaime Theunissen cogió por primera vez un taco de billar cuando apenas era un adolescente. 75 años después, sigue disfrutando del sonido de las bolas chocando sobre el tapete de una mesa de billar.

Durante toda su vida, solo en dos ocasiones ha dejado aparcada su gran afición. La primera  cuando a los  25 años se casó en Bruselas con el amor que le ha acompañado hasta hace ocho años, la santanderina Lina Ruiz Zalacaín: «dejé de jugar porque no me parecía justo imponer mi afición en aquel momento. Ahora sé que a ella no le hubiera importado, pero entonces me pareció que lo mejor era dedicar todo mi tiempo libre a ese matrimonio que surgió a los nueve meses de conocernos. El billar es muy adictivo, y no quise poner en peligro mi vida en pareja nada más empezar». La otra circunstancia que le alejó de las mesas fue, precisamente, el fallecimiento de su mujer hace 7 años: «fue un golpe durísimo. De repente ella no estaba allí y yo estuve dos años de mi vida sumido en una tristeza que me impedía seguir con mi vida», cuenta para EL FARADIO mientras no puede evitar que se le escape alguna lágrima.

Jaime es Belga. En realidad, su nombre es Jacques Theunissen, pero, por simplificar, en Santander todo el mundo le conoce como Jaime. Un hombre sencillo, correcto, simpático y toda una leyenda en el mundo del billar que conoció Santander porque de aquí era Lina. Se conocieron en 1958, cuando trabajaban en el  mismo establecimiento hotelero, frente a la  Exposición Universal de Bruselas. En aquella época, él estaba en la recepción. Hablaba cuatro idiomas y decidió probar con uno más, que resultó ser el español: «me propuse memorizar cada día 10 palabras, así que cuando dos meses después coincidí con Lina, manejaba ya 300 palabras, que no es mucho, pero fueron suficientes para iniciar una conversación. Con la excusa de aprender el idioma, seguí quedando con ella y así es como me enamoré y aprendí todo sobre la gramática, los verbos y la pronunciación», me explica con una sonrisa.

29 CAMPEONATOS DE BÉLGICA

A lo largo de su vida ha ganado 29  títulos de billar en Bélgica, un país que durante décadas fue la Meca de esta práctica.

Ha conocido y jugado con los grandes maestros del siglo XX.

Todavía recuerda cuando, siendo muy joven,  consiguió jugar con el campeón del mundo Emile Waflard . «Muchos no querían jugar  con él. Era habitual que si él empezaba la partida, tu no golpearas ni una vez, porque enlazaba una carambola con otra y ganaba sin dar opción al rival de coger el taco, pero para mí eso era una oportunidad para aprender, porque mirando se aprende mucho. Para jugar bien al billar tienes que estudiar y observar mucho a los que saben», explica.

Su primer contacto con este deporte fue un poco casual. Enfrente de su casa, en Bruselas, Victor Luypaerts,  campeón del mundo, abrió una sala de billares y, como a su padre le gustaba jugar, Jaime comenzó a acompañarle por las tardes. Cuando ‘los mayores’ dejaban libre alguna mesa, él aprovechaba e intentaba dar alguna bola. El responsable del local se fijó en aquel chaval. «Le dijo a mi padre que yo apuntaba maneras, que le daba muy derecho a la bola, algo muy importante y así, sin convertirme en su alumno, me iba dando indicaciones cuando me veía con el taco. A veces yo le preguntaba por alguna jugada, y él me indicaba desde detrás de la barra», nos cuenta.

ASCENSO FULMINANTE

La evolución del joven jugador fue fulminante. Consiguió un hecho insólito al promocionar en 25 partidas de competición oficial desde la octava división hasta la de honor, reservada para los mejores entre los mejores.

La prensa belga de 1954 recoge la hazaña en estos términos: «…la fulgurante ascensión del nuevo campeón de Brabant prácticamente desconocido hace un año. Igualmente discípulo de Marcel Van Leemput, Theunissen, a la edad de 22 años tiene un magnífico porvenir, siempre que conserve la cabeza fría, algo  que estamos tentados de creer si tenemos en cuenta  la voluntad que le anima y la modestia de la que da muestra después de su éxito».

Por casualidades del destino, con el tiempo, su padre se quedó con el negocio de billares. Jaime se levantaba a las cuatro de la mañana y entrenaba hasta que el establecimiento abría sus puertas.

Y mientras mejoraba su juego e iba ganando campeonatos nacionales, el último hace 28 años, Jaime trabajaba como el que más, siempre de la mano de su mujer, Lina, a la que menciona constantemente en nuestra conversación. Con ella trabajó en una agencia de viajes y posteriormente en un bar que llevaron juntos hasta su jubilación en 1992.

CADA AÑO VISITABA SANTANDER

Y siempre, en cada mes de vacaciones desde su matrimonio, visitaba Santander. La primera vez que llegó aquí, en 1959, preguntó por una sala de billar y recaló en el Real Club de Regatas de la ciudad. «Yo no era socio, así que supuestamente, no podía entrar, pero cuando Paco Ruiz Alcalde, se enteró de que yo jugaba en la división de honor, me permitió entrar a jugar. Por aquellos años las mujeres no tenían acceso al club y los caballeros tenían que ponerse corbata. A mí me tuvieron que prestar una, porque no tenía», recuerda entre risas.

Jaime ha mantenido su vinculación con el Club de Regatas desde entonces hasta hoy. Gracias a él, en el club santanderino, muchos disfrutaron de las enseñanzas del campeón del mundo Emile Wafflard , maestro de fama mundial que vino hasta aquí gracias a los contactos de Jaime. No fue el único. También visitaron Santander otros maestros y campeones del billar belgas como Boulanger, o, en dos ocasiones, el más conocido Frederic Caudron, considerado el jugador más completo del mundo en activo.

Trabajar mucho, jugar al billar siempre que podía y compartir su tiempo con su querida Lina, que siempre le acompañó a los campeonatos «se ponía más nerviosa que yo», recuerda, han sido las principales ocupaciones de Jaime a lo largo de su vida.

75 AÑOS HACIENDO CARAMBOLAS

Hoy, con casi 90 años, sigue siendo asiduo a la sala de billar del Club de Regatas. Hace 12 años sufrió una parálisis en su brazo izquierdo, de la que se recuperó rápido, pero reconoce que ya nunca volvió a pegar igual a la bola. Conserva intacta su elegancia al coger el taco, su análisis profundo de la jugada antes de decidirse a pegar a la bola, y su elegancia en el juego «pero duele mucho no hacerlo todo lo bien que yo lo hacía. Siempre pensé que iba a jugar hasta el final de mi vida, y ahora veo que no me sale como quisiera. Resulta frustrante», reconoce apenado.

Pero aún así, Jaime no parece dispuesto a rendirse. Siempre que puede «bueno, siempre que tengo ánimo», matiza, sale de su casa, ese piso que compró por Cuatro Caminos con los ahorros de la cuenta de emigrante que el y su mujer abrieron desde Bruselas y se dirige hasta el club de Regatas para echar una partida.

Ni la pandemia, ni la edad, ni el mal tiempo del último mes, ni los problemas con su brazo izquierdo, ni las 30 escaleras que hay que subir ahora para llegar a los billares, han conseguido separar a  Theunissen de su gran pasión. «Aquí me encuentro bien, porque en esta etapa de mi vida, me he quedado muy sólo, pero en el club estoy muy a gusto. Menos mal que tengo ésto, aunque me duele no poder jugar igual de bien que antes».

Despedimos a Jaime, que se queda jugando una partida, siempre dispuesto a compartir generosamente sus conocimientos con quien se anime a retarle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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