«Pensemos lo que significa quedarse sin casa»
La reducción de las desigualdades es el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 10 de los señalados por la ONU para poder mejorar las cosas. Mejorar nuestro entorno y mejorar nuestra sociedad a la vez. La desigualdad es muy visible a nivel mundial, desde el punto de vista económico, pero también social. Pero es también visible dentro de cada país, incluidos los más pudientes.
Para hablar de los ODS, en EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, abrimos algunas semanas el espacio Cantabria 2030. Esa es la fecha en la que ponemos la vista para poder mejorar las cosas. Sin embargo, cada vez que hay una crisis, la desigualdad crece. Estamos acostumbrados ya a leer titulares de prensa que hablan de unos pocos ricos que se hacen cada vez más ricos y de muchos pobres que se hacen más pobres.
Cada 20 de febrero es el Día Mundial de la Justicia Social, un concepto que hace referencia a determinados derechos creados para que cualquier ciudadano tenga unas condiciones mínimas de existencia o unas «mismas oportunidades de desarrollo», como dice Mery Rodríguez, educadora social que trabaja en la Asociación Ciudadana Cántabra AntiSIDA, volcada en el proyecto Dínamo de inserción laboral, y que ha sido una de nuestras invitadas a la tertulia que hemos organizado para hablar sobre este concepto.
También han estado Pilar Laso y María García, que trabajan en Brumas, un proyecto también de inserción laboral, con talleres juveniles, ligado a la Asociación Cántabra Contra el Paro. Ellas lanzan una pregunta trascendental: «pensemos lo que significa quedarse sin casa». Eso es mirar detrás de las cifras, es mirar a las personas y atender a todas las necesidades que no tiene cubiertas cuando su situación entra dentro del concepto sinhogarismo.
«Estamos acercándonos a tiempos muy complicados», reflejan en su análisis de la situación social actual en España o en Cantabria. Y al lanzar la pregunta, hacen un elenco de cosas que acaban siendo consecuencias de quedarse sin vivienda, como «alimentación inadecuada, falta de higiene personal, pérdida de identidad por no tener un lugar donde guardar tus cosas y tus recuerdos, sino tener tus cosas en dos bolsas de supermercado, llenas de ropa, que mueves de un lado para otro, no puedes acceder a ofertas de empleo, se viven situaciones de crisis de ansiedad o cosas peores, no puedes ejercer tu ciudadanía».
Incluso teniendo vivienda hay situaciones de precariedad absoluta, por no poder tener nada más que una habitación sin ventana donde estar con tus hijos, porque no hay nada mejor que te puedas costear.
Y también hablan del estigma que eso genera. La desconfianza de quien te atiende a la hora de pedir una ayuda, o incluso no poder ir a pedirla en tiempo de pandemia, porque en la administración sólo se puede entrar si tienes una cita previa.
El Ingreso Mínimo Vital es una nueva herramienta, pero hasta ahora no está funcionando como se pretendía, en parte por todos los requisitos que se piden. Ana Etchenique, vicepresidenta de la Confederación de Consumidores y Usuarios, participaba también en nuestra tertulia, y estima que esta ayuda debería concederse como un derecho universal, «igual que sanidad pública», sin requisitos, algo en lo que coincidían todas las demás.
Ella piensa que la educación debe ser el método para poder romper con los clichés instalados acerca de los derechos sociales. «Debería de hablarse de esto en la enseñanza», opina, precisamente por el sentido de la justicia que tienen los niños, «porque es inherente al ser humano».