«Meterte en el sector de las renovables supone ir saltando barreras y cargándotelas»
Con el 8 de marzo de fondo, nos hemos querido acercar al sector de las energías renovables para ver si la igualdad prima en él, o si también hay una masculinización notable. Han acudido a nuestra llamada Cristina Rodríguez, docente e investigadora de la Universidad de Cantabria, Eva Mantecón, que fue empresaria con Ábrego Ingeniería y ahora es docente de ciclos formativos, concretamente en FP de Electricidad, Isabel Rodríguez, proyectista e instaladora de energía solar y ahora directora de Besarte Fibra Natural, y María Pérez, ingeniera técnica docente de ciclos formativos sobre Energías Renovables.
Ellas coinciden en ver que el sector está masculinizado. Cristina añade que, curiosamente, el «alumnado es básicamente masculino, pero las profesoras somos mujeres la mayoría». Parece una cuestión de perspectiva, «las chicas no se ven ahí», dice María, y Eva coincide con ella y remarca que el sector está «masculinizado históricamente y ahora también».
Simplemente, es un camino que no se escoge por parte de las mujeres, en parte porque se usa el cliché de que «a las chicas no les gusta», añade Eva. Por eso, Isabel piensa que hace falta «una mayor perspectiva de género» y así tumbar esas frases hechas que están muy interiorizadas en buena parte de la sociedad.
La propia Isabel habla también de la necesidad de que las mujeres vean la posibilidad de participar en las ciencias experimentales «y que no se dediquen sólo a cosas cotidianas». Si se mira al campo, se ve claramente, continúa, que «las estudiantes del mundo rural están acostumbradas a cuestiones de utilidad cotidiana» y eso también marca, o puede marcar, las elecciones futuras.
Isabel también propone un simple juego. Nos da dos frases. La primera es: «he tenido la suerte de llegar alto». La segunda: «me lo he trabajado mucho para llegar adónde estoy». La conclusión a la que llega, junto a Eva, es que la primera es mucho más normal en una mujer y la segunda en un hombre. María puntualiza que ella diría las dos, «porque yo ya me corrijo a mí misma».
Eva, sin embargo, también pone el acento en que las mujeres que «se convencen y eligen este campo, se preparan y destacan». Es decir, no debería haber una desventaja para que participen en un sector tan importante como este. Aunque Cristina también resalta que «meterte en este sector supone un sobreesfuerzo, porque hay que ir saltando barreras y cargándotelas».
Otro ejemplo del diferente trato que puede haber hacia mujeres y hombres podría ser Greta Thunberg, una adolescente que se convirtió en referente en temas climáticos, pero que ha recibido un volumen de críticas enorme. La pregunta es si a un chico del mismo perfil le hubiese pasado lo mismo. Cristina lo tiene claro: «si Greta hubiese sido un chico, no se le hubiese dado tana caña». A un adolescente se le hubiera destacado por su capacidad de liderazgo, mientras con la joven activista sueca se incide mucho más en sus posibles defectos. Eva añade que, cuando una mujer trata de tomar las riendas con un carácter decidido, se tiende a decir que «es muy manduquita», vamos, que se tiene que hacer lo que ella diga, como si no hubiese ejemplos variopintos entre los hombres de lo mismo.
Eva cuenta también cómo fue su experiencia como empresaria en este sector. El autoempleo fue el camino que le pareció mejor, porque era un momento en que era más fácil decirle «que no a una mujer a la cara». Aunque como empresaria también la ha sucedido el ir a ver a clientes «que te miraban de manera distinta por ser mujer, no te escuchaban cuando les hablabas, así que mandaba a otro de la empresa a verles».
La receta para avanzar hacia la igualdad, dice Cristina, está en visibilizar, «enseñar ejemplos de mujeres destacadas. Ahí pueden verse reflejadas» otras mujeres. Se queja de que los libros de texto apenas recogen a mujeres destacadas. Y no se refiere sólo a la ciencia, también pone como ejemplo la literatura.