Las telas teñidas de Belén Rodríguez, en el museo Patio Herreriano de Valladolid
Afincada en Esles, Belén Rodríguez expone hasta finales de agosto una muestra de sus últimas creaciones en el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano de Valladolid.
Esta creadora, abierta a todo tipo de recursos artísticos, muestra en esta ocasión una serie de telas de gran formato con las que propone vestir las paredes del espacio en que habitan.
Francisco Javier San Martín considera que las telas teñidas y abrasadas de Belén Rodríguez “se construyen como cuerpos en el espacio”, de modo que “en su deconstrucción del objeto-cuadro, abriendo el plano pictórico al espacio, al pliegue, al giro y a la doble superficie, como en la hoja de un libro […], se genera un lugar analítico, una concisión pictórica que reflexiona sobre su práctica. Un laboratorio limpio, pero no aséptico, sino abierto a las impurezas de lo real. Pensar la pintura como actividad analítica no excluye sino que alimenta el deseo de agotar las hipótesis: la sangre fría también es roja”.
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Las telas de Belén Rodrígez se incluyen dentro de una exposición colectiva instalada en distintas salas del museo. Concretamente están en la Sala 3 «donde se observa uno de los fenómenos más contundentes de la pintura contemporánea: su expansión hacia campos y territorios que la vinculan a otras prácticas, como la escultura o la arquitectura, a la vez que la reafirman en su fundamento y esencia».
«En su ensayo La escultura en el campo expandido, la célebre historiadora estadounidense Rosalind Krauss advirtió que “a través de la fetichización de la base, la escultura se dirige hacia abajo para absorber el pedestal en sí misma […] Y a través de la representación de sus propios materiales o el proceso de su construcción, la escultura muestra su propia autonomía”. Tal vez podríamos afirmar ahora que a través de la fetichización de la crítica de la superficie, de las dos dimensiones, la pintura se abre espacialmente a los modos más radicales de su ensanchamiento y dispersión. Y desprendiéndose de todos los modos de la tradición, muestra su propia autonomía», explican desde el museo en la presentación de las obras de la Sala 3.
BELÉN RODRÍGUEZ
Belén Rodríguez vive y trabaja entre Madrid y Cantabria, pero también ha pasado temporadas largas en otros países, gracias a programas en residencias internacionales como Flora ars + natura en Bogotá; Artista x Artista en La Habana; Hooper Projects en Los Ángeles; Atelier Salzamt en Linz; la Academia de España en Roma; Hangar + GlogauAir, en Berlín, y BMUKK en Tokio, gracias al Ministerio de Cultura de Austria.
Es Magíster en Artes por la Academia de Bellas Artes de Viena, donde estudió con el Profesor Heimo Zobernig y licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid.
PINTURA, RENOVACIÓN PERMANENTE
La exposición Pintura: Renovación permanente, que se acaba de inaugurar en el museo vallisoletano, pretende arrojar luz sobre dos momentos de enorme importancia en el marco de la pintura contemporánea española que permitieron a este medio recuperar la relevancia perdida tras el predominio crítico y expositivo de otros lenguajes diferentes, más o menos lejanos.
Estos son, por un lado, los años bisagra entre finales de los años sesenta y la década de los setenta y, por otro, el ocaso de los noventa y los albores del nuevo siglo, cuyas energías permanecen vigentes en nuestros días.
En el primer momento, ligado al tardofranquismo, un nutrido grupo de pintores, que salvo excepciones no compondrían grupos orgánicos, asumieron que la pintura podía compartir el territorio de investigación del arte conceptual, a la vez que enunciaba nuevos paradigmas, como la progresiva indistinción entre abstracción y figuración o la disolución de la línea cronológica entre la historia del arte reciente y la del pasado. Esto les permitió habitar ámbitos referenciales como el expresionismo abstracto, el minimal y post-minimal norteamericanos, la figuración derivada de la influencia de Cèzanne y de Matisse, y una relectura desenfadada de los referentes históricos de la Antigüedad.
En el segundo momento, ya a finales de los noventa y en el arranque del nuevo siglo, se produce un nuevo impulso de la pintura, heredero del que disfrutaron los artistas de los setenta, que, como decíamos, apostó tanto por una práctica desenfadada de los modelos históricos de abstracción y figuración –sin reparo alguno a su fórmula narrativa–, como por una práctica expandida de la pintura misma y su significado.