Homenaje a ‘los caballitos de Pombo’ este martes en la plaza
El Ayuntamiento de Santander rendirá un emotivo homenaje el próximo martes, 27 de julio, al tiovivo de la plaza de Pombo, un icono del entretenimiento de niños y mayores en la ciudad que recientemente puso fin a su actividad tras 43 años, con motivo de la jubilación de sus propietarios María Amparo Sánchez y José Antonio Penagos.
Así lo ha avanzado la concejala de Turismo, Comercio y Protocolo, Miriam Díaz, quien ha detallado que el Consistorio quiere trasladar su reconocimiento y cariño a María Amparo y José Antonio y poner en valor su contribución a la ciudad.
“Será un acto sencillo, con todas las medidas de seguridad, para rendir tributo a sus propietarios, abierto a los familias que quieran sumarse y que como nosotros guardan grandes recuerdos de este icónico carrusel”, ha asegurado la edil, que ha animado a los vecinos a sumarse.
COLABORACIÓN DE LIBRERÍA GIL
Según ha detallado, desde las 17.30 horas, y en colaboración con otro establecimiento que ya es un clásico del barrio y querido en la zona como es la Librería Gil, se celebrará un taller infantil abierto a un máximo de 20 niños, con edades a partir de los tres años.
Los más pequeños pintarán con témperas sólidas el famoso carrusel sobre papeles continuos de 5 metros cada uno y con todos los trabajos se llevará a cabo una intervención final rodeando el templete de la plaza.
Las familias interesadas deberán inscribir a los pequeños en el correo electrónico: cuentospapelytijeras@gmail.com y es recomendable que los participantes lleven una ropa que pueda mancharse y utilicen mascarilla.
Tras el taller, se celebrará el acto central de homenaje, que estará presidido por la alcaldesa de Santander Gema Igual, quien dedicará unas palabras a Amparo y José Antonio, y les hará entrega de un obsequio conmemorativo.
“Son muchas las familias que guardamos un gran recuerdo de este tiovivo. Todos los santanderinos lo hemos utilizado en nuestra infancia, lo hemos compartido con nuestros padres y abuelos, con nuestra familia y amigos, con nuestros hijos. Será un merecido homenaje a una parte de Santander que siempre llevaremos en nuestro corazón y que todos añoramos”, ha concluido Díaz.
LA HISTORIA DE LOS CABALLITOS
Resulta difícil repasar la historia de este tiovivo. Jose y Mari se lo compraron a un señor de Santander de apellido Aguado que lo tenía ya desmontado. Eso fue hace 43 años, justo después de casarse y entonces comenzaron a trabajar en Los Pinares, donde ya había tenido otro similar el padre de Jose. «Allí estuvimos muy bien. En Santander no había tantos sitios donde ir y la gente iba a pasar el día. Estaba ya la cabaña y la bolera y también ‘los gorgoritos’, que a los niños les encantaban. La verdad es que trabajábamos muy bien», nos cuenta.
De ahí fueron a Pombo. «Aquí en la plaza también muy bien. No estaba como ahora, claro. Había pistas de deporte, los coches pasaban por donde ‘Zubieta’, era cuando todavía se usaban las pesetas, eh niña» (me dice con ese deje santanderino con el que es capaz de llamar niña a la abuela mayor de la plaza).
Pero comenzaron las obras del aparcamiento subterráneo y se tuvieron que mover de nuevo. En esta ocasión a Cañadío donde, a pesar de que la zona estaba más escondida, el carrusel siguió triunfando. «Tu no sabes qué bien».
Una vez más hubo que desmontar, porque comenzaron las obras de la iglesia de Santa Lucía.
Les buscaron nueva ubicación en Numancia, en un espacio donde salían los niños a jugar en los recreos «Todavía estaban allí los bomberos, pero aquella ubicación nos duró poco porque yo lo llevaba mal. Por una parte estaban los niños que salían al recreo y se echaban encima de los caballitos, pero además es que había allí cerca unos futbolines donde paraban chavales de esos que vestían de negro con pulseras de pinchos y yo es que no los podía ni mirar. Adelgacé 10 kilos y todo de los nervios y entonces, gracias a las influencias de un tío mío, conseguimos que nos cambiaran otra vez. Así llegamos hasta los Jardines de Pereda, donde nuevamente los caballitos fueron un éxito.
Y allí se hubiesen quedado de no ser porque comenzaron las obras de remodelación de los jardines, así que otra vez tocó desmontar.
NUNCA ERA MOMENTO
Finalmente llegaron a Pombo y en esa plaza han estado hasta esta semana. «Estaba claro que no podíamos seguir, porque Jose se ha jubilado y yo, que ya tengo 67 años, me jubilo también. Madre mía la de niños que he cogido en brazos ‘Que me suba la señora’, decían. La verdad es que nos ha costado mucho tomar la decisión. No encontrábamos el momento. Siempre que si hoy, que si mañana, que si este año, que si el siguiente, pero es que, entre que nos daba pena y la gente nos decía que no nos fuéramos, pues nunca era buen momento para hacerlo. Pero ahora nos ha llegado esta oferta de compra de un señor de Madrid y ya, pues hemos dicho: hasta aquí hemos llegado», nos cuenta una emocionada Marijose.
El carrusel viajará a Madrid, donde se colocará fijo en una ubicación que Marijose todavía desconoce. El nuevo propietario tiene dos churrerías y otra atracción infantil parecida y, en cuanto instale ésta, se ha comprometido a decirle a la pareja santanderina donde estará ubicada. «Hombre, a mi me hubiese gustado mucho que los caballitos se quedasen en Pombo y verlos cada vez que pasara por aquí, pero es que el ayuntamiento, si no era algún familiar nuestro, ya no quería que siguiesen aquí instalados, así que no ha quedado más remedio». Quien nos dice esto es Jose, que lleva toda la vida metido en la taquilla de los caballitos, poniendo la música, siempre muy adecuada para los gustos infantiles, y presionando el botón capaz de encender la magia del giro una y otra vez. José está más que acostumbrado a responder a los más pequeños cuando, con sus pequeñas manos le decían adiós cada vez que pasaban ante él . Igual que hacían con sus familiares cada vez que pasaban frente a ellos al girar, emocionados subidos a su caballo. Así una y otra vez. Adióóoóóóóós, decían ellos. Adióóóóóós, decían sus padres, abuelos, primos, hermanos y todo aquel que se quedaba hipnotizado con el giro del tiovivo.