El superpoder de coser la ciudad
Si una de las definiciones de la palabra ciudad es la de una experiencia compartida (ese edificio, ese bar, esa tienda, aquello que pasó…), entonces podemos decir que hay personas que son ciudad porque de alguna forma las compartimos entre todos. Referentes que cosen la ciudad.
No hay más que echar un ojo a los mensajes tras la repentina, inesperada, dolorosa, precipitada, prematura (fulminante ha sido uno de los adjetivos más empleados hoy, junto a desoladora) muerte de Oscar Muñiz, fundador de la librería Nexus-4,
Comparten el dolor por su pérdida, evidentemente, los clientes y lectores del cómic y la novela gráfica que frecuentaban su tienda, actualmente en la calle Madrid, una de las interiores paralela a Marqués de la Hermida.
El sentimiento de pena, de tristeza, se extiende a colectivos como la Asociación de Amigos de la Narración Gráfica, del que Oscar fue parte esencial, a otras librerías de la ciudad, o a colectivos como el Gremio de Editores –todavía está reciente la organización de la última Feria del Libro, en la que estuvo muy implicado–, y, por supuesto, numerosos perfiles que coincidieron con él en acciones, iniciativas, visitas a la tienda, charlas…
Le recordaban instituciones que han colaborado con ellos: la alcaldesa de Santander, Gema Igual –que ofició su boda-, citaba iniciativas como el I Congreso de Profesionales de Cómic e Ilustración así como la exposición ‘Homenaje a Spirou’, además de otras actividades como ‘La ruta de los zombis’ o ‘La semana del Cómic’, además de su participación activa en campañas de dinamización comercial; y el consejero de Cultura, Pablo Zuloaga, elogiaba su “generosidad” a la hora de organizar proyectos.
Son décadas de trabajo, desde unos orígenes que presuponemos duros (una tienda de cómics levantada cuando hacer cultura era todavía más difícil y en una ciudad en la que había potentes referentes en el mundo librero) hasta una consolidación –todo lo consolidado que puede estar un proyecto cultural.
Tal vez por eso, enseguida captó algo que no todos tienen tan claro: la necesidad de colaboración para asentar públicos y convertirlos en permanentes. No se trataba de que fuera gente a la tienda, sino de que la gente leyera cómics: y ese cambio supone una ambición que trasciende lo meramente comercial para convertirse en un agitador cultural que al final intentaba conseguir lo que era bueno para todos. Esa pulsión colaborativas le llevó también a formar parte de asociaciones de ámbito estatal.
Tal vez también por el contacto frecuente con los héroes de sus baldas –no todo en el cómic son superhéroes, pero está claro que ahí están—tuvo claro que un gran poder supone una gran responsabilidad, y que quien tiene capacidad de hacer algo, debe hacerlo: su agenda le permitía llegar a Marvel o Disney pasando por El Jueves y muchos referentes de la viñeta sin mayores dificultades, y a la vez –o en consecuencia–, como si tuviera el poder de hacerse grande y pequeño, cedía su espacio a quien pudiera necesitarlo para presentaciones o darles visibilidad.
Por aquí pensamos, aunque no mole tanto como en las viñetas, que más que de poder habría que hablar de capacidad. Y recordamos cuando Oscar Muñiz puso sus capacidades para liar a todo el que pudiera en la industria y consiguió movilizar a Spiderman, Hulk, Capitán América, Iron Man o Thor en la lucha contra el acoso escolar.
Así, desde la colaboración, desde la ayuda, desde el desprendimiento, es como se hacen las redes. Recogiendo refugiados de sus distintas peripecias. Como hizo, en los cómics, creando un planeta propio, Nexus.